Roberto Bolaño: acerca de “Los detectives salvajes”

 

Al cumplirse 20 años de su publicación, compartimos este texto del escritor Roberto Bolaño sobre su icónica novela “Los detectives salvajes”.

 

Por Roberto Bolaño*

Terminar una novela conlleva algunos, no muchos, placeres, y uno de éstos es empezar a olvidarse de ella, recordarla como un sueño o una pesadilla que se va desdibujando, y que nos permite enfrentar nuevos libros, nuevos días, sin el lastre de aquello que con toda probabilidad pudimos haber hecho mejor y no hicimos. Kafka, que es el mejor escritor de este siglo tenía razón cuando pidió a su amigo que quemara toda su obra. El encargo se lo hizo a Brod, por un lado, y también se lo hizo a Dora, su amiga. Brod era escritor y no cumplió la promesa dada a Kafka. Dora era más bien iletrada, y posiblemente quería a Kafka más que Brod, y se supone que realizó al pie de la letra el pedido de su amante. Todos los escritores, sobre todo en ese día-llanura que es el día después o lo que nosotros, vanamente, creemos el día después, tenemos en nuestro interior dos demonios o querubines llamados Brod y Dora. Siempre uno es más grande que otro. Generalmente Brod es más grande o más potente que Dora. En mi caso no. Dora es bastante más grande que Brod y Dora consigue que olvide lo que he escrito para que me dedique a escribir algo nuevo, sin retortijones de vergüenza o arrepentimiento. Así que Los detectives salvajes están más o menos olvidados. Apenas puedo aventurar unas pocas consideraciones acerca de ella. Por un lado creo ver en esta novela una lectura, una más de las tantas que se han hecho en la estela del Huckleberry Finn de Mark Twain; el Mississippi de Los detectives es el flujo de voces de la segunda parte de la novela. También es la transcripción, más o menos fiel, de un segmento de la vida del poeta mexicano Mario Santiago, de quien tuve la dicha de ser su amigo. En este sentido la novela intenta reflejar una cierta derrota generacional y también la felicidad de una generación, felicidad que en ocasiones fue el valor y los Iímites del valor. Decir que estoy en deuda permanente con la obra de Borges y Cortázar es una obviedad. Creo que mi novela tiene casi tantas lecturas como voces hay en ella. Se puede leer como una agonía. También se puede leer como un juego.

 

* Se publicó en el programa de mano que se entrega al público asistente te al acto en el que se otorga el Premio Rómulo Gallegos.