Pablo Montoya: “Escribir para mí significa ejercer la disidencia”

 

Una conversación con el escritor colombiano Pablo Montoya, reciente ganador del Premio Rómulo Gallegos por su novela Tríptico de la infamia. Estuvo en nuestra ciudad para hablar de su obra en la Feria del Libro de Lima.

 

 

Por Jaime Cabrera Junco

Aunque el reconocimiento le ha llegado de manera repentina se dirige con la sencillez de un autor novel. Sonríe con calidez cada vez que habla, su voz es ligeramente rasposa, pero lo que más resalta en él es que no habla más de la cuenta. No entra en rodeos y responde puntualmente a las preguntas. Pablo Montoya (Barrancabermeja, 1963) acaba de ser declarado ganador Premio Rómulo Gallegos por su novela Tríptico de la infamia (Penguin Random House, 2014), galardón literario que ya habían recibido otros autores colombianos. Su novela, ambientada en la Europa del siglo XVI nos presenta la historia de tres pintores que, a su manera, se vuelven testigos de los abusos que en nombre de la religión y al afán de riqueza se cometieron en América.

 

¿Qué ha cambiado en tu vida haber recibido el Premio Rómulo Gallegos? Tus libros no circulaban hasta ese entonces fuera de Colombia. En tu país se hablaba de ti como uno de los secretos mejores guardados de la literatura colombiana.
Ha sido un cambio bastante fuerte en la medida que, como dices, he sido un escritor oculto, un escritor relativamente poco leído tanto en Medellín como en las otras ciudades de Colombia. Yo vivo en Medellín desde hace unos 13 años, escribo mi obra con un cierto ritmo permanente de gran trabajo. He publicado en estos últimos años novelas, cuentos, poesía, ensayos de crítica literaria. Soy un completo desconocido en el ámbito hispanoamericano, entonces lo que ha hecho el premio es visibilizar por el momento un nombre, una figura (se señala a sí mismo y sonríe). Espero que más adelante se visibilicen las obras, los otros libros que he publicado. Tríptico de la infamia es mi cuarta novela, y es mi libro número 20, o sea tengo una obra detrás.

Y los premios ayudan precisamente a eso. A partir de una obra galardona empieza el interés por otros libros que aunque al inicio pasaron desapercibidos luego se reeditan.
A mí me parece que ha sido benéfico ese proceso. Ha sido difícil también porque en cierta medida en Colombia ha habido indiferencia hacia mis libros. He sido leído por pocos lectores, entonces ha sido arduo trabajar con ese desdén encima, pero enhorabuena que el Premio Rómulo Gallegos ha fijado la atención en esta novela (Tríptico de la infamia).

¿Y esta indiferencia o desdén hacia tu obra en tu país a qué consideras que se debe?
Bueno, obedece a varios motivos. En primer lugar a que no vengo de ninguna familia poderosa ni económica ni culturalmente hablando. No vengo de ningún círculo de poder cultural, y creo que en esto de alguna manera reside parte de esa indiferencia. Otro motivo es que he escrito desde ciertas periferias, no vivo en Bogotá -Colombia es un país centralista, hay que decirlo-, entonces siempre estuve alejado de esos centros literarios. Crecí en Barrancabermeja, vivo en Medellín y estuve en París. Otro motivo es la propuesta de mi obra que se separa de las temáticas nacionales, de violencia, etcétera.

TripticodelaInfamiaPortada¿Y ser un escritor «secreto» ha sido parte de una estrategia voluntaria? Has sido muy crítico con el escritor como figura mediática.
Yo soy profesor universitario y el ejercicio de la academia y de la crítica me lo ha enseñado: no le debo nada a nadie, a ningún poder. Soy un profesor que da clases y escribe libremente, entonces es posible que esa condición secreta, oculta permita más libertad de movimiento mental (se toca la frente y sonríe), escritural en el sentido de la literatura. Estoy independiente de muchas cosas y he sido muy fuerte en la crítica literaria y eso me ha franqueado cierto recelo, repudio, aun cuando mis obras son eminentemente literarias. Yo me meto con las obras no con los escritores ni las personas. La condición marginal permite que haya en mi escritura cierta independencia.

Empezaste estudiando música, ¿cómo entonces es que dejas esta vocación por la escritura?
Estudié música con la intención de ser compositor, pero muy pronto me di cuenta de que no tenía oído absoluto, y eso me generaba trabas en el proceso creativo de la música. Entonces derivé rápidamente hacia la interpretación y sentía que había algo que faltaba y eso lo encontré en la literatura. El tránsito era relativamente fácil porque era un puente entre dos artes.

La música, efectivamente, está presente en tus obras incluso en el título de ellas: La sinfónica y otros cuentos musicales, Réquiem por un fantasma, Adagio para cuerdas
La sinfónica… son cuentos musicales y este interés por la música también me llevó a escribir una tesis: Carpentier y la música que también ha sido publicada. Tengo un libro en preparación que se llama Postales sonoras que es sobre imágenes de músicos. Sí, creo que la música es una de mis bases nutrientes, siempre estoy bebiendo de ella para mi escritura.

¿Qué tanto te marcó el tiempo que viviste en Francia?
Me marcó mucho. Francia es un país que me marcó profundamente no solo desde el punto de vista existencial sino que me marcó también literariamente hablando. Creo que con Francia y su literatura comienza el reconocimiento de una voz muy particular que he tratado de cultivar. La literatura francesa la respeto, la leo continuamente. Soy un fan de Camus, Julian Gracq, Pascal Quinard, y sobre estos escritores he escrito ensayos.

A propósito de Tríptico de la infamia, ¿cómo es que surge este interés tuyo por la ficción histórica? ¿Es una manera de a través del pasado establece unas continuidades con el presente? En la novela se habla de los fanatismos religiosos, por ejemplo
A mí me interesa el pasado porque es enorme (ríe) porque hay que estudiarlo para tratar de entenderlo, para acercarnos de una mejor manera a nuestro presente. Eso es lo que yo hago a través de mis novelas históricas, poner a dialogar al lector con ciertos momentos del ayer, pero sin hacerle olvidar que ese artefacto literario que yo le presento está anclado en el siglo XXI, y por eso Tríptico de la infamia, que es una recreación de las guerras de religión y de la Conquista de América y de las persecuciones religiosas de entonces, creo que tiene mucha pertinencia con el momento actual porque aún estamos sometidos a este tipo de extremismos.

PabloMontoyaLPG3Cuando una novela es intimista o autorreferencial es másfácil detectar cuál es el punto de partida. ¿En esta novela cuál fue el disparador?
De alguna manera mi interés en establecer puentes entre la literatura y la pintura. Ese fue uno de mis fuertes, como se dice, tengo libros dedicados a la pintura. En esa dirección, Tríptico de la infamia lo que hace es seguir un recorrido y de llegar a una madurez de esas inquietudes que he tenido en los libros anteriores. Además porque me interesa mucho la relación del artista con la sociedad represiva. Mis novelas presentan una confrontación entre el individuo, que es generalmente un artista, y su vínculo con sociedades turbulentas que están atentando contra la presencia libertaria del artista. Tríptico de la infamia empezó por el rastreo de estos tres pintores menores, protestantes, exiliados, del siglo XVI y porque me parecía interesante mostrar algo que no se ha mostrado en la literatura hispanoamericana que es la presencia de los pintores y de los artistas en los procesos de conquista de nuestro continente.

¿Cómo es el proceso de escritura de tus libros? En tu estilo resaltan las frases cortas con resonancia poética
Tuve un contacto muy fuerte con Alejo Carpentier porque lo estudié e hice una tesis doctoral sobre él. Al tiempo que leía su prosa barroca y también la de García Márquez y los autores del realismo mágico, hubo como un deseo de separarme de ellos y preferir las frases cortas, pero sin desconocer la carga poética de esas frases. En esa literatura francesa que fui descubriendo después encontré esos asideros. La lectura de Quignard para mí fue reveladora en el sentido de la poeticidad de la frase corta. Luego cuando fui a la literatura latina me encontré que ellos son los maestros de las frases cortas.

¿Qué es lo que te empuja a escribir? Dicho de otro modo, ¿por qué escribes?
Yo escribo porque si no me volvería loco (ríe). Escribo porque en la escritura encuentro un gran consuelo ante la devastación del mundo y ante la inevitable desaparición a la que estamos sometidos las criaturas de este planeta. Pienso que la escritura es una manera de resistir a esos procesos de desintegración natural y a resistir ante los grandes poderes hegemónicos, que son expoliadores. Escribir para mí significa ejercer la disidencia. Creo que todo eso es lo que me impulsa cada vez que me siento a comenzar un proyecto.

Ahora que mencionas la palabra disidencia recordé una crítica tuya a Roberto Bolaño, un autor que es unánimemente celebrado y casi idolatrado
Quién también era un disidente y un gran maldito de la literatura latinoamericana.

Tú crítica era más bien al estilo de él
Hay un Bolaño que yo celebro que es el de Estrella distante, algunos cuentos de Putas asesinas y de Llamadas telefónicas me parecen buenos. Las novelas hipercelebradas, como Los detectives salvajes me parece una novela para jóvenes rebeldes, como para adolescentes. Me parece que como era un escritor que escribía casi contra la muerte desdeñaba un poco la artesanía del lenguaje, de la escritura y eso me desagrada y me parece que es basto en su obra.  Mi crítica a Bolaño es una crítica también al establishment que lo ha endiosado.

¿Y luego del premio escribes de la misma manera o hay algún cambio?
Sí, hay un cambio radical. Las puertas se abrieron como un toque de varita mágica. Yo agradezco mucho al jurado por haber premiado mi novela, sobre todo porque creo que es una decisión eminentemente literaria y no política. Surgen ahora las invitaciones, las celebraciones, algo de lo que estaba completamente al margen. Es un poco preocupante por la carga que se viene encima y hay que asumir los compromisos.

 

 

LOS CINCO LIBROS FAVORITOS DE PABLO MONTOYA

  1. Siddhartha, de Hermann Hesse.
  1. Crimen y castigo, de Fiodor Dostoievski.
  1. El siglo de las luces, de Alejo Carpentier.
  1. Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sabato.
  1. Viaje al fondo de la noche, de Louis-Ferdinand Celine.