Las orillas del aire: nuestras madres huidas, nuestros padres violentos

 

La escritora Victoria Guerrero Peirano nos comparte su lectura de la novela Las orillas del aire, de Karina Pacheco.

 

Por Victoria Guerrero Peirano

Buscar en el pasado, viajar, leer, preguntar, escarbar en nuestros orígenes, sobrevivir.

Los secretos familiares son crímenes que se cometen en nombre de “las buenas costumbres”. Se heredan generación tras generación. Son murmullos oídos entre las paredes, rumores, miradas, penas, pero llega el día, aquel día en que alguien decide seguir el eco de esos murmullos y conocer el origen de su síntoma. Tememos, intuimos, buscamos, preguntamos, balbuceamos. Nos derrumbamos: viajamos al centro de nosotros mismos. Nos levantamos: desanudamos el nudo de años de odios y pesares para saber de qué madera estamos hechos.

En Las orillas del aire, Rada, la protagonista y narradora de la novela, es aquella curiosa a quien acompañamos hacia el descubrimiento de ese secreto. Así, otra vez asistimos en el relato de Karina Pacheco –como en La voluntad del mollea un universo familiar de mujeres: Aira, Ayda, Rada, Ilana, Mayra, Magda, mujeres que han debido sobreponerse a sus circunstancias y que, en muchos casos, han tenido que huir, aun a costa de dejar a sus hijos como Aira, la abuela de la protagonista, quien tuvo que escapar de su primer esposo, el abuelo de Rada.

Una madre “abandona” a sus hijos: un día se pierde en un lago,  los hijos pequeños la ven morir. La maternidad es un tema sensible en la novela. Están presentes la condena y la culpa por haber dejado a los hijos o por no poder tenerlos, como es el caso de la protagonista. La demanda de tener hijos se enfrenta al abandono obligado de los propios. Las mujeres siempre estamos en el entredicho.

Esta nueva novela nos sumerge en la búsqueda de la historia personal, pero también en el quiebre de la historia nacional. Ambas confluyen en el relato de la pérdida: por un lado, la pérdida de la abuela paterna y el consiguiente maltrato y crueldad del abuelo hacia el padre de la protagonista (Blas), y, por tanto, el rechazo y la orfandad; mientras que, por otro, está el relato de juventud de Rada, marcado por la violencia de los años 90: el shock económico y el autogolpe de Alberto Fujimori en abril de 1992; relatos en los cuales se nos impuso un padre nacional autoritario, la destrucción de una clase media trabajadora y la sensación de fragilidad frente a la imposición del libre mercado, el tutelaje y la corrupción extendida por todo el país.

Karina Pacheco nos dice que somos una generación de huérfanos: nuestras madres huidas, nuestros padres violentos; nuestras madres llorosas, nuestros padres asesinos.

Las nuevas generaciones quieren romper con ese relato, quebrar el círculo.

La protagonista hace una arqueología sentimental y reconstruye las piezas perdidas de la infancia paterna. Toma valor para conocer el pasado. Se interna en la selva, en Erabamba. Hace un viaje real hacia el “corazón de la tierra” y hacia el corazón de sí misma. Luego de conocer la verdad y establecer contacto con Eduardo, el hijo de la abuela nacido en la selva, este le entrega las cenizas de su madre a Rada como una forma de restitución del pasado. La protagonista, cuyo padre muere durante el relato de la novela, hace luto por el padre y entierra a su abuela, y, con ello, cierra el círculo de dolor familiar. Frente al padre duro estatal, Blas, el padre de la protagonista, se presenta como alguien amoroso, no impositivo, pero continuamente enfermo por la pérdida de la madre, enfermo de secreto y de maltrato infantil.

Las orillas del aire, de alguna manera, es una búsqueda por la restitución de la pérdida y la memoria desde la literatura, que quizá algo pueda hacer frente a la difícil realidad de nuestra historia de supervivientes poscoloniales.