La sinfonía de la destrucción, de Pedro Novoa

 

Una lectura de la más reciente del escritor Pedro Novoa titulada La sinfonía de la destrucción (Planeta, 2017).

 

Por Daniel Aparco

De la mano de la editorial Planeta, el escritor Pedro Novoa ha presentado recientemente en la FIL 2017 La sinfonía de la destrucción, obra que el 2014 fue considerada en la long list del prestigioso Premio Herralde de Novela.

En su nueva publicación, el novelista y catedrático Pedro Novoa nos sitúa precisamente en el Rímac. Uno de los distritos más tradicionales de Lima cuya arquitectura colonial ha ido perdiendo brillo con el transcurrir de los años. Entrando a la novela, enseguida somos presa de una Lima hiperreal, inmisericorde, subterránea. Una urbe que vive y se expresa de una manera soez, mordaz, misógina, violenta, y ante esto el autor no pretende suavizar adjetivos o dejar cabos sueltos. Su prosa es directa y en algunos casos descarnada sin miramientos. Nos coloca en medio de un escenario y nuestra complicidad es inmediata: ¿cómo describir una ensuciada ciudad sin ensuciarse u obviando la jerga o el lenguaje popular?

Hay un trabajado lirismo o puesta a punto en esta acertadamente llamada “Sinfonía” y es que el autor, emerge en la escena literaria con dos novelas importantes (Seis metros de soga y Maestra vida: “Premio Horacio de Novela Breve” y “Primer Premio Internacional de Novela Corta Mario Vargas Llosa” respectivamente) que lo convierten en el portavoz de antihéroes y personajes caducos, siempre hechizados por ambientes decadentes o nocturnos.

Podríamos hablar de una influencia automática en su narración, de autores como Oswaldo Reynoso, Miguel Gutiérrez, Mario Vargas Llosa, Onetti, Kafka, Bukowski, pero Novoa viene puliendo una “voz propia” y es muy audaz entretejiendo historias, adoptando múltiples voces, calibrando doctrinas recurre a innumerables recursos literarios y  pospone oportunamente cada desenlace. La trama no lineal en esta novela cumple un fin y disimula la compleja profundidad del ensamble. Se percibe igualmente un conflicto apartado de  la lucha por la supervivencia de los personajes. Una pugna mayor.  La novela empieza con una cita bíblica del Génesis (hay varias más a lo largo del relato). Luego es un cuarto oscuro y la atmósfera se torna opresiva como la metáfora de una mala matriz. Un hombre arrastrándose en el piso, tecleando en la opacidad, tal vez el nacimiento desesperado de un “artista sensible” que quiere comunicarse, que quiere hablar, existir, fornicar, crear y destruir en términos literarios. “Una sola, una sola persona en el mundo que me pueda leer”.  La novela más lograda de Pedro Novoa ¿no será un pretexto para recrear su lucha en esta babilonia? ¿Para reclamarle a esas sinuosas calles lo que es suyo? ¿Para qué regresar? Tal vez no se puede recordar de verdad desde los sueños de oficina de un catedrático, hay que sentir  de nuevo y salir  a enfrentarse, a ver quién es quién en la ciudad de ficción que ha recreado y entre la podredumbre  ¿por qué no rescatar siquiera  a un personaje? Darle una oportunidad a un muchachito, una salida, a ese protagonista que se hace llamar El Monarca, ofrecerle una educación, darle un futuro, becarlo, para que sea alguien de bien, para que salga del lumpen…

La sinfonía de la destrucción es la “radiografía de la decadencia” de cualquier sociedad del tercer mundo en plena transición. Nos subyugará en gran manera la extravagante personalidad de los protagonistas y su subsistencia en aquellos parajes que contemplamos lejanamente desde un tren, o desde la pantalla del televisor cuando vemos en un noticiero desgracias o muertes. Casonas con paredes de quincha a punto de caer, baños de escuela lúgubres, alamedas coloniales ahora putrefactas, autoridades viles y ciudadanos amorales que buscan justicia, cristos morenos, el matrimonio palpable y cotidiano del pecado y la redención.

Una novela cruda y ambiciosa en extremo, una bomba de relojería, un manuscrito  del que aún no sé si es una escalera hacia una Lima profunda o es cordón umbilical,  un libro escrito en código, escrito en  trance por el alter ego de un novelista que se apena porque en esta  catástrofe mayor, las victimas lamentablemente no han sido demasiadas…

 

 

*Daniel Aparco. Lima 1974. Escritor. Premio Nacional de Cuento Juvenil por su antología Viajeros de Diciembre (Editorial Bruño y Municipalidad de Lima 2009).  Autor de la novela Trampa para jóvenes escritores (Paracaídas Editores 2012).