La memoria del conversatorio entre Francisco Ángeles y Juan Manuel Robles

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El sábado 28 de marzo, en la Casa de la Literatura Peruana, se desarrolló el conversatorio Contra la memoria: nuevas formas de mirar el pasado en la narrativa peruana de la década del 2010. Los escritores Francisco Ángeles y Juan Manuel Robles intercambiaron puntos de vista y también fueron interrogados e incluso confrontados por el público.

 

Transcribimos a continuación la primera parte de la charla entre los escritores Francisco Ángeles y Juan Manuel Robles en el auditorio de la Casa de la Literatura. Si bien tenemos la versión grabada en video es interesante poder leer el intercambio de ideas y también dejar este texto como un documento que dé pie a futuros congresos o estudios desde la literatura sobre la narrativa peruana de la violencia.

 

Jaime Cabrera (JC): Empecemos por algunas preguntas que están implícitas en el título del conversatorio. ¿Cuál es la motivación para discutir sobre la narrativa peruana sobre la violencia y por qué elegir centrarse en la década de 2010?

Juan Manuel Robles (JMR): Ciertamente hubo un interés hace un tiempo en el que venía conversando con Francisco sobre esto. ¿Por qué la literatura peruana en la primera parte del siglo comenzó a relacionarse con la violencia política como la forma por excelencia de salir a otros mercados a visibilizarse? Esta es una visión crítica y aquí la primera sospecha que podemos plantear al respecto es que esta narrativa explosionó con el informe final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) que fue consecuencia de la caída del régimen de Fujimori. Creo que este texto, este gran trabajo de documentación, fue la primera palabra omnisciente para muchos narradores. Creo que esa palabra generó una serie de rótulos y categorías que recién ahora empiezan a repensarse de una forma decidida. Hablo, por ejemplo, de la víctima, del testigo, la teoría del trauma, una serie de variables propia de una revisión de hechos terribles que constan en este documento. Muchos escritores de esta generación ya no queremos voltear o simplemente transcribir como realidades para decir “esto pasó y queremos recordarlo”. Esto marca una primera distancia.

Francisco Ángeles (FA): A este conversatorio le pusimos “contra la memoria”, y de mi parte era para resumir mi posición en tres palabras: contra la memoria. Hay una idea clara de lo que pienso yo, aunque me parece que con Juan Manuel estamos en la misma sintonía, pero esto es lo que pienso.

JMR: Uno de los temas que aparecen en la memoria histórica es la creación de ese texto poderoso que nos pone en una situación extraña a los narradores. Por un lado, en una sociedad en la que cultura tiene el «deber» de hacer eco de estos hallazgos, uno siente que la literatura “debería”…Víctor Vich ha hablado que la plástica sobre la violencia en el Perú le parece mucho más sugerente que el arte literario porque este se vuelve un poco literal. ¿Qué pasa con lo literal? En algún momento nos obliga a caer en ciertos problemas propios de los procesos de memoria que son, por ejemplo -para empezar a problematizar esto- la cuestión de testigo, del testimonio de los procesos de memoria. El testigo es una persona sacralizada, para decirlo en términos de Javier Cercas. Es una persona de quien no se duda, cuya verbalización es absolutamente sincera per se, y de alguna manera este es el leit motiv del discurso de memoria. ¿Pero qué pasa con esto? Primero que el testigo tiene el problema de que cuando más auténtica es su vivencia menos fácil le resulta elaborar un discurso, y este lo tienen que realizar los narradores, pero los narradores tenemos intereses subalternos o superiores, como quieran llamarlos, que de alguna manera inscriben al testimonio según nuestros intereses. Y creo que ese interés ha estado demasiado en sintonía con la revisión más completa de la historia reciente del Perú que es el informe de la CVR, lo cual nos devuelve a un discurso totalizante, en el sentido de que nuestra literatura por mucho tiempo ha estado destinada a destruir nuestros valores de memoria histórica nacionales. La literatura peruana del siglo XX es una forma de revisar crítica e irónicamente nuestra memoria nacional, nuestros héroes nacionales. Gran parte de la literatura latinoamericana ha destruido a sus héroes nacionales porque saben que es un discurso artificial. De pronto los escritores nos ponemos ahora, como es importante, a tener una posición domesticada respecto al discurso con el que se llegó con el informe de la CVR y a los trabajos hechos. Creo que allí hay por lo menos una forma que tenía que durar poco.

 

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JC: A través de Lee por gusto hemos preguntado a algunos de los escritores peruanos que abordan este periodo de nuestra historia si hay un legítimo interés en centrar sus obras narrativas en la guerra interna. Algunas respuesta que obtuvimos es que sus novelas no son sobre la violencia sino que utilizan este contexto como telón de fondo. Por otro lado, en la entrevista que te hice el año pasado, Francisco, cuestionabas por qué estas novelas tienen que ser un reflejo del informe de la CVR y de Sendero Luminoso. Y también, como señala Juan Manuel, estas novelas han ganado premios en el extranjero.

F.A.: Lo que Jaime está mencionando es como el punto de partida de algo que quisiera ya desarrollar un poco. Porque la pregunta me la hiciste el año pasado y también se la has hecho a narradores que han escrito sobre el conflicto armado contra Sendero Luminoso (SL). Mi respuesta, que también la voy a decir ahora, es que a mí no me importa en absoluto, me da igual la motivación del escritor, me importa el resultado de la novela. Si un escritor escribe una novela para ganar un premio internacional no hay ningún problema. Si quiere vender 5 millones ejemplares y piensa en el mercado internacional, no me interesa, como sí me interesa que escriba una buena novela. Pero si un escritor con cualquier motivación, puede ser una pulsión íntima o ganas de marquetearse, y termina siendo una mala novela esa novela no sirve de nada. Lo que quisiera hacer, y lo vengo diciendo hace un tiempo, es que los escritores, los periodistas culturales y los críticos, deberíamos hacer un juicio -como reclamaba Mariátegui hace 80 años- a la literatura peruana. Un juicio penal a la literatura peruana y decirles, a ver señores, si quieren salvarse de la hoguera expliquen para qué sirvieron sus novelas. Porque es muy fácil, demasiado redundante, esto de «el pasado hay que recordarlo» y todo ese rollo para mí baratísimo y fácil de repetir: «el pueblo que no recuerda su pasado está condenado a repetirlo». Pero ya, ¿y cuántos ejemplares vendiste? Así haya vendido 80 o 15 mil ejemplares, la pregunta es ¿qué vas a aportar a la discusión sobre Sendero Luminoso si tu novela no sirvió de nada para comprender el fenómeno? Porque muchos escritores dicen que «yo quería entender lo que ocurrió», y cuando les preguntas qué entendieron, no tiene respuesta porque no entendieron nada, porque lo único que están haciendo es ponerle una figurita al informe de la CVR. El informe de la CVR es un documento importante, respetable y todo lo que se quiera, no quiero ir en contra de él, pero es un libro escrito en el que la gente cree y no se cuestiona nada, es como la Biblia peruana del siglo XXI. Nadie piensa que está hecho por gente que puede equivocarse, que tiene intereses, perspectivas subjetivas, entonces los escritores dicen que “leí el informe de la CVR”, y la gente cree que están diciendo la verdad, lo cual me parece poco serio, y lo otro que no me parece serio es decir que «había apagones en los 80 y eso me tiene traumatizado». Yo he vivido eso como muchos aquí, he vivido los toques de queda, he visto los perros colgados en los postes, crisis económica, ¿eso es un trauma para mí? Tengo otros y en mi novela (Austin, Texas 1979) hablo de otros traumas verdaderos, pero decir lo anterior es falso, es como una idea que escritores de nuestra generación están usando por el mercado. Si escriben buenas novelas, perfecto, pero no floreen.

 

JMR: Has dicho varias cosas, Francisco, a las que yo llamo la ‘cochebombización del conflicto armado interno’. Porque uno no puede decir que un cochebomba sea una cosa menor, pero hay una distancia entre ver alguien al que tú quieres despedazado en la puerta de tu casa, y ver los vidrios rotos. Matizaría, sin embargo, diciendo que iba a pasar de todas maneras esto. Documentos como el informe final de la CVR son típicos documentos de refundación, de alguna manera volvemos a ser casi premodernos, esto es como la Biblia, se hacen este tipo de documentos para que la gente acuda a él. Es interesante ver cómo en estas narrativas la lejanía tiene que plantearse en algún momento incluso de la trama. El libro La hora azul, de Alonso Cueto, el personaje principal en algún momento se da cuenta (spoiler alert) cuando se entera que su padre ha hecho estas cosas horribles como militar y trata de acercarse a la víctima, en algún momento tiene que confirmar la lejanía, y es algo que también hacen muchos escritores, pero que han dicho «al final yo como escritor limeño no sé nada, pero sí sé que Sendero Luminoso es un tema importante”. Esto también nos ha llevado a cierta exotización, y coincido contigo en esto de la memoria individual, cuando dices «tengo otros traumas». Lo interesante de tu novela es que a través de la memoria individual, a través de la historia individual, tú sientes al Perú. Yo diría que tu novela es peruana, diría que tu novela es una historia de oportunidades perdidas, de hijos de algo no concretado. Es otra de las cosas que hemos estado conversando, creo que en algún momento, y esto es una historia personal, pero es interesante enfrentar el hecho de que no tienes un trauma respecto de la guerra. No busques donde no hay. Creo que esa búsqueda puede llevar a un tipo de honestidad que puede ser interesante en términos estéticos, y esa búsqueda está relacionada con una búsqueda fundamental que es el hecho de que la memoria es el proceso más irregular y distorsionador que existe.

 

F.A.: Me encanta el término de ‘cochebombización de la literatura peruana’. Se puede entender como una extrapolación de lo que Marx llamaba «el topo». Me parece que ese es el punto clave, la imagen clave de lo que estamos conversando. Es un núcleo para hablarlo un buen rato. Se tiende a suponer que los momentos de la violencia visible, espectacular, algo como (el atentado de) Tarata, el 11 de setiembre (en el contexto internacional) son los momentos en los que ocurre algo, en los cuales Marx había anticipado que ‘El topo’ sale de su túnel. Aparentemente el topo sigue cavando y no se le puede ver, pero esto no significa que por debajo ese movimiento social haya cambiado. Ese es uno de los errores que yo detecto en la literatura sobre Sendero Luminoso, centrarse mucho en los efectos más visibles para no mirar el trabajo del ‘topo subterráneo’, porque es mucho más fácil hablar de Sendero como algo que hay que recordar, que esto pasó así, eso es fácil. Lo más complicado es ver qué está ocurriendo ahora mismo y que nosotros no somos capaces de percibir. Ahora que has mencionado a mi novela, sí mi novela es peruana, quiero y reafirmo que es peruana a pesar del título, es peruana porque mi mirada es peruana. Lo que me gustaría hacer como generación es construir la literatura con una mirada peruana, que no la quiero evitar, pero que a partir de esa mirada peruana podamos hablar de cualquier cosa y no de lo que nos impongan los supuestos traumas ni mucho menos el mercado internacional.

 

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JC: No sé si puedan hacer un balance de cómo ha ido cambiando en la narrativa peruana las formas de mirar el pasado. Si bien el título del evento se centra en la década del 2010, quizás podamos remontarnos un poco antes.

JMR: Indudablemente ha habido un cambio, y hay matices. Estaremos de acuerdo en que las novelas emblemáticas de la violencia política de la década pasada son Abril rojo y La hora azul. La hora azul supone un avance en términos en que el narrador se plantea de forma inútil, insatisfactoria, su lugar en la historia, si existe una forma de reparar esa lejanía. Terminando dando dádivas a alguien a quien su padre jodió. Ese fracaso es una honestidad de la novela. A mí me gustan, pero no me parecen obras que estén hechas para perdurar en términos tan grandes, lo que han hecho Alejandro Neyra y Dany Salvatierra (nota: se refiere a las novelas CIA, Perú 1985, y Eléctrico ardor, respectivamente) ¿pero en qué sentido? En el sentido de que ellos toman el tema de Sendero Luminoso de una forma paródica, caricaturesca. Ese tipo de acercamientos superficiales tienen la dignidad de no hablar de un trauma que no se conocen. Este juego es finalmente admitir que finalmente esto es iconografía pop, que es souvenier, me parece superpotente, en ese sentido. Para responder tu pregunta, no es tampoco que haya leído tanto de las literaturas de la memoria, pero va por ahí.

Tenemos dos modelos de memoria un pasado terrible. La Alemania nazi, y por otro lado está el modelo del comunismo que es un poco el que me ha tocado explorar, que genera una suerte de memorabilia con los años que se vuelve ‘cool’. Mi novela habla sobre mi pasado, yo fui un pionero cubano, estudié bajo los preceptos de la Revolución Cubana durante cuatro años de mi vida, y el personaje va encontrando estos emblemas. En el caso específico de Abimael Reynoso, cuando me puse a pensar en una camiseta sobre Abimael (como se menciona en la novela de Salvatierra) ese momento, de la camiseta ¿es tan terrible de pensar o no? Cómo es más inofensivo Abimael como el monstruo negado o como esta figurita? Me inclino a pensar que es más inofensivo como esta figurita.

 

FA: No he leído la novela de Dany Salvatierra, pero a partir de lo que cuentas es una novela que debo leer. A mí me ha interesado siempre esto, por ejemplo lo que ha pasado con el Che Guevara, que hay gente que lo ha analizado en el proceso en el que le quitan literalmente las armas.

Para contestar la pregunta de Jaime, mi respuesta es no, no ha cambiado la manera de reflejar el pasado en la narrativa peruana. La comprensión de Sendero Luminoso no ha cambiado, los escritores se dedican más a escribir los efectos de la violencia que a buscar las causas de la violencia. Escribir los efectos es fácil. Ahora podemos escribir 50 páginas de los efectos de una violación, de un corte de mano, etc. ¿Esa literatura es útil? Es una pregunta que habría que plantearse. Lo realmente útil es ver cómo surge, de dónde viene esto, en este momento está ocurriendo todavía esta violencia. Habría en todo caso reclamar una literatura de indagación de causas y menos de figuritas del álbum. Eso ya es muy fácil.

 

 

JC: esto nos lleva a pensar en la utilidad de estas novelas, hay algunos escritores que sostienen que la literatura no tendría por qué tener una función importante en la sociedad.

JMR: ahí sí tengo una opinión que quizás sea distinta a la de Francisco. Sí creo que los discursos culturales, como las obras artísticas y la literatura en particular, tienen un efecto insidioso. Sí creo que aunque no tenga públicos masivos, las novelas que de alguna manera dan cuenta o transcriben esta realidad en una trama que, por sus propias características, va a llegar a una memoria emocional sí se contagia con el tiempo. Eso ha hecho que mucha gente, soy profesor universitario y cuando veo lo que los estudiantes saben sobre la guerra interna es por influencia cultural. Eso me parece que se ha tenido que ir contagiando. De hecho que aunque no es una obra literaria, es La cautiva, en el Teatro La Plaza, de Larcomar, donde se hizo una obra brutal sobre los años de violencia (…) Es una obra a la que llegó a algo que quizás sea más interesante que pase con más frecuencia que es la censura. El hecho que esto no ocurra habla de cierta corrección.

FA: La censura es un gran tema, pero tengo muchas dudas. No sé qué es censura.

JMR: Censura como voz altisonante respecto a una obra, en términos de gente que dice esto es una blasfemia.

FA: claro, eso que también dice la gente sobre Amor, amor, amor o Esto es guerra. Ese es un tema también problemático, del que se ha discutido bastante. Pero eso me hace recordar que en el año 1961 hubo una censura de un documental cubano por parte de Fidel Castro, y viene el famoso discurso a los intelectuales. «Lo más importante es la revolución y en segundo lugar está la libertad personal», les dice Castro.

JMR: de allí viene esa famosa frase de Fidel Castro: «dentro de la revolución, todo. Fuera de la revolución, nada».

 

 

Posteriormente vinieron las preguntas del público, una de las cuales fue realizada por el autor de la novela Generación Cochebomba, Martín Roldán, quien confrontó sus puntos de vista con los participantes al sentirse aludido. Puede seguir la charla en este video.

 



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