Jorge Eduardo Benavides: «Para mí la literatura es competir conmigo mismo»

Escritor peruano, que radica en España desde hace más de 20 años, ha publicado cinco novelas, las tres primeras de ellas conforman una suerte de trilogía política. Estuvo en Lima para presentar Un asunto sentimental (Alfaguara) y conversamos con él sobre su obra en general y sobre esta novela en particular.

 
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Por Jaime Cabrera Junco
 
 
Comparan su obra con la de Mario Vargas Llosa y, aunque no le molesta, considera que hacerlo es darle una lectura muy simple a sus cinco novelas. Arequipeño de nacimiento, al igual que el Nobel de Literatura 2010, Jorge Eduardo Benavides (1964) vive en España, adonde viajó hace más de 20 años con la intención de ser un escritor profesional. Volvió hace unas semanas al Perú para presentar su última novela, Un asunto sentimental (Alfaguara, 2012), una obra que ha recibido con justicia muchos elogios de la crítica. Con ese motivo conversamos con su autor para conocer un poco más sobre su obra y visión literaria. 
 
 
 
¿Cómo fue tu primer acercamiento a la literatura?
Bueno, mi padre y mi madre eran dos personas que leían mucho, creo que eso influyó en mi placer por la lectura, porque desde pequeño me recuerdo leyendo las novelas que me daba mi padre, así como cómics. Ha sido un proceso natural y como le ocurre a muchos lectores -aunque eso luego eso no se convierta, como ha sido mi caso, en un oficio- me vi tentado por la idea de escribir algo. En mi caso se fue convirtiendo en una necesidad, en una manera de entender la literatura no solo como lector sino también como escritor.
 
 
¿Recuerdas cuáles fueron tus primeras lecturas?
Los clásicos que uno lee cuando es niño: Los tres mosqueteros o Moby Dick. Recuerdo un libro de Henryk Sienkiewicz, A través del desierto y de la selva, que es una novela de aventuras de dos niños. Creo que esas lecturas van marcando lo que en el fondo van a ser el gusto de uno, son lecturas que nos permiten explorar el mundo desde otra perspectiva, entenderlo mucho más amplio y por tanto más ajeno, como el título de la novela de Ciro Alegría. Yo recuerdo esas primeras novelas con mucho cariño porque me permitieron entender que la literatura es un territorio vastísimo, muy rico.
 
 
¿Y en qué momento te diste cuenta de que querías ser escritor?
Fue un proceso natural. Yo empezaba a escribir unas pequeñas novelas cuando tenía 12 o 13 años, unas pequeñas historias y poco a poco escribía, como muchos hicimos en el colegio. Luego entré a estudiar Derecho y Ciencias Políticas y me di cuenta de que era muy difícil conciliar una profesión con una vocación como la de escritor, pero en ese entonces -y hasta ahora- la literatura era considerada como un hobbie más que un oficio y llegó un momento que estudiando mi carrera me di cuenta de que no me interesaba el Derecho y lo que me interesaba era dedicarme el 100% a la literatura y hacer de ella mi oficio.
 
 
En tus cuentos se nota una impronta de Cortázar, ¿quién fueron tus primeros referentes literarios?
Sí, hay mucho de Cortázar… creo que hay mucho de esas todas esas primeras lecturas más serias. El descubrimiento personal de la literatura hispanoamericana, en el sentido de que es algo más cercano a nosotros como la literatura peruana. Cuando uno empieza a leer de pequeño lo primero que uno lee son esas historias, digamos, sin nacionalidad, que son las novelas de aventuras, y no las ubicamos en un espacio determinado. Pero luego el contacto con la literatura hispanoamericana nos hace entender que se puede escribir una historia en nuestro propio entorno, que tenga como escenario nuestro propio barrio y nuestra ciudad. En ese sentido, Cortázar, Onetti, Benedetti, Vargas Llosa… todo eso va marcando una impronta.
 
 
 
 
LA DISTANCIA Y LAS NOVELAS
 
Ha vuelto a Lima, aquella ciudad que en su novela El año en que rompí contigo llamara  «la capital mundial de la desesperanza». Cuando se lo menciono dice que para él Lima sigue siendo un sitio contradictorio, pues a pesar del bienestar económico cree que la gente sigue siendo la misma. Esto es mucho más notorio en el tránsito. Aquella mañana de nuestra cita en la librería El Virrey, de Miraflores, escucharía los bocinazos de los vehículos, la congestión que se hace más agobiante con el calor.
 
 

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¿Era inevitable irse del país para ser «escritor profesional», como dijiste en su momento?
Bueno, en esas circunstancias concretas mías, en un contexto completamente difícil que era el Perú de los últimos años de Alan García y los primeros de Alberto Fujimori, aquí no había ninguna esperanza de hacer nada. Un país golpeado por el terrorismo, por una crisis económica enorme… era un país espantoso para vivir. Yo tuve la oportunidad de irme simplemente porque pensé que era lo mejor que podía hacer y la verdad que no me arrepiento de eso porque me permitió ver mi oficio como tal y podía dedicarme a esto sin que fuera solo un hobbie.
 
 
¿La distancia facilitó la gestación de Los años inútiles y las siguientes novelas ‘políticas’?
Era inevitable. Estaba viviendo afuera y no había otra forma de escribir las novelas que desde allí. Lo que da la distancia es una perspectiva distinta, y eso es enriquecedor. Podría haber anulado muchas cosas y de hecho si me hubiese quedado estoy seguro que las novelas hubieran sido distintas, esa distancia me dio una perspectiva diferente para contarlas, no sé si mejor o peor, pero distinta que es lo que hace vivir fuera de tu país.
 
 
So
bre tu primera novela, Los años inútiles, se te mencionaba constantemente su semejanza a Conversación en La Catedral. Incluso dijiste que te preguntabas si no le habías hecho un homenaje burdo a esta novela
Sí, yo escribía esa novela y hacía talleres de literatura. En algunos de estos talleres había un trabajo muy minucioso sobre las técnicas de Vargas Llosa, de manera que me resultó bastante natural utilizar este tipo de técnicas para construir esa novela, como una exploración sobre lo que él había terminado de proponer. Vargas Llosa más que una influencia ha sido un trabajo que he hecho con su literatura y que evidentemente está allí.
 
 
¿Y qué tan importante ha sido Vargas Llosa en tu carrera literaria?
Para mí Vargas Llosa más que una influencia ha sido un taller de literatura. Es decir, como para muchos escritores peruanos e hispanoamericanos  me ayudó a entender que se puede hacer de la literatura un oficio, que hay que trabajar con disciplina y rigor. Pero en cuanto las técnicas, ha sido lo que me permitió hacer talleres sobre su obra, y por eso el paso siguiente era indagar sobre las técnicas que él había propuesto cuando leyó a Faulkner o a John Dos Passos, que es lo que hacemos todos los escritores en algún momento.
 
 
Y además, hay algunos puntos en común también. Un millón de soles se centra en la figura del dictador en tu caso en Velasco
En el caso de esta novela es que se basa en una experiencia personal que tuvimos todos los hispanoamericanos hasta mi generación. Todos hemos vivido en algún momento en una dictadura. El dictador es un subgénero literario evidente que tenemos nosotros en Hispanoamérica y era imposible prescindir de eso. Para mí era necesario hablar de la dictadura y de los dictadores, eso fue Un millón de soles.
 
 
¿Qué busca un escritor cuando explora la historia para escribir una novela? Tú investigaste mucho sobre la dictadura de Velasco para Un millón de soles y podrías haber hecho un anecdotario interesante, pero ¿cómo haces para encauzar esto hacia una ficción?
Supe todo lo que más o menos podía saber para escribir la novela y pasé unos cuantos años leyendo todo lo que pasaba por mis manos: prensa de la época, libros, etcétera para hacerme una composición. ¿Qué es lo que aporta? En una novela histórica la información aporta lo necesario para mentir con conocimiento de causa, se trata de recrear un periodo histórico, de ser fiel a la historia, pero por sobre todo tratar de que la trama funcione de manera autónoma. Me pareció fascinante, a mí me gusta mucho investigar para algunas novelas, eso me permitió leer mi vida de pequeño, pues yo tenía diez años cuando terminó la dictadura de Velasco, yo no sabía mucho de ella ni cómo eran los militares…
 
 
¿Qué proceso consideras clave en la escritura de una novela? Vargas Llosa hablaba de la documentación, del tomar notas y escribir borradores. ¿Cuál es tu método?
Un poco eso, pero creo que nos ocurre a todos los escritores. Ahora si se trata de una novela que requiere información, hay que documentarse muchísimo para contar con confianza. Ahora si no es ese tipo de novelas, hay que pensarla mucho, hay que tomar notas, familiarizarse con un mundo. Cuando uno empieza una novela tiene que empezar a contarla porque la conoce, no puede contarla sin saber de qué va, que es lo que le ocurre a mucha gente, que es lo que trato de explicar en los talleres, que tienes que familiarizarte con la historia antes de empezar a contarla, y es un momento difícil porque no sabes cuánto tiempo va a pasar antes de decir estoy listo para contar la historia.
 
 
 
 
UN ASUNTO SENTIMENTAL

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Debo reconocer que cuando recibí Un asunto sentimental no le tuve fe. El título de la novela me hizo pensar en una empalagosa historia de amor donde el protagonista va en busca de su amada por varias ciudades del mundo. Ligereza la mía. Cuando fui avanzando en su lectura, casi por compromiso, hubo un momento en que mi atención se activó al máximo. El personaje femenino, Dinorah Manssur, era la clave. Sin embargo, más adelante una vuelta de tuerca hace poner en duda todo lo leído hasta el momento. En Un asunto sentimental los límites entre realidad se funden y se confunden. 
 
 
Un asunto sentimental representa un giro respecto de tus anteriores novelas. Contabas que inicialmente te propusiste escribir una novela de viajes, pero luego derivó a una historia de amor, aunque quien termine de leerla se dará cuenta que es más que eso.¿Cómo presentarías a tu novela si intentaras definirla?
Es una novela que funciona con tres elementos que a mí me interesan mucho: las ciudades, que para mí son importantísimas puesto que por distintas circunstancias viajo de un lado para otro. Está el amor, que es un punto gravitante en la vida de todos nosotros, y habla también de la literatura, de cómo funciona ese mecanismo de la ficción. Hay una línea de sombra que separa la realidad de la ficción, una línea muy sutil y que nosotros no sabemos realmente qué parte de la vida es realidad y qué parte ficción.  Y esta novela habla sobre esto, se puede leer de muchas maneras: como una historia de amor o como una historia del amor y la pasión por la literatura, y cómo esta es un engaño o un espejismo. Esta novela la escribí mientras estaba escribiendo otra y ha sido la novela más sencilla que me he planteado en el sentido estructural, cada capítulo es una ciudad, fue casi un divertimento para mí.
 
 
Y no había que documentarse como en los otros casos
No, porque partí de la premisa de que tenía que hablar de ciudades en las que había estado por lo menos tres veces, y lugares que conocía y que podía contar desde el recuerdo, de sus calles, edificios.
 
 
Comentabas que una novela de amor puede resu
ltar empalagosa y en Un asunto… si bien hay elementos del melodrama hay una vuelta de tuerca que sorprende al lector. Este giro nos remite hacia una metaficción ¿También te sorprendió esto?
Sí fue un poco un descubrimiento. Una novela de este tipo te va llevando por lugares que habías intuido pero no tenías claro. Las novelas en el fondo, por más que uno se prepare para escribirlas, siempre son un descubrimiento. Como yo quería escribir una novela de viajes, evidentemente la escribí en primera persona, cuando ingresó la parte del amor continuó en primera persona y decidí que el personaje se llamara como yo, y si el personaje tenía mi mismo nombre, sus amigos tenían que llamarse como ellos en la vida real, de allí que también sea un homenaje a los amigos y al circuito literario. Entonces a partir de allí todo conducía a este último juego que se da en el último capítulo y que cambia por completo la perspectiva de la novela. Me pareció inevitable este juego que algunos llaman metaliterario.
 
 
¿Es muy malicioso afirmar que toma como modelo Travesuras de la niña mala, de Vargas Llosa?
No es malicioso, pero es bastante simple. Es una historia de amor y hay ciudades, pero la literatura está llena de viajes, de amores. Yo creo que hay una lectura muy simple de entender cada una de mis novelas con un referente. Lo mismo que Un millón de soles, no tiene nada que ver con La fiesta del Chivo. Entonces, el día que escriba una novela en la que haya un poco de césped dirán que el modelo es La casa verde
 
 
Te leo un fragmento de la página 337: «Estaba bien que la ficción intoxicara la realidad como solo la literatura pudiera hacerlo, le dijo: confundiendo, volviendo todo al revés, contaminando la realidad para que esta no contaminara demasiado la ficción». Hablemos sobre esto que me parece es clave en tu novela
Es que la ficción también contamina la realidad. No es un camino de ida, que solo la realidad contamine a la ficción, sino que se van entremezclando. En esa novela lo que quise es que hubiera un momento en que el lector no supiera qué parte es real, qué parte es ficticia, qué es lo que le ocurre a mi personaje avatar, a quien le van contando la historia del otro y la van cambiando, que es lo que nos pasa a la gente a quien conocemos en una dimensión.  Los epígrafes de la novela me parecen muy interesantes: «que quien más nos conozca nos desconozca mejor que los otros», dice Pessoa. O ese proverbio arequipeño, que dice «con las mentiras se puede llegar muy lejos, pero lo que no se puede es volver».
 
 
Ricardo González Vigil habla de la excelencia artística de esta novela y que te ubica entre los mejores escritores hispanoamericanos de tu generación. ¿Consideras que esta novela es un avance en tu oficio de escritor?
Realmente ni siquiera lo había pensado. Creo que a Ricardo González Vigil le ha gustado mucho la novela y ha sido muy generoso con su comentario. Pero realmente no me lo he planteado ni con esta novela ni con otra y por una sencilla razón, yo tengo una novela terminada y una que estoy escribiendo. Por ejemplo Los años inútiles existía hace más de dos  años y me pilla muy lejos. Las novelas tienen una vida a menudo muy distinta que se da a cuando llegan al público. Si hace dos años terminé Un asunto sentimental, el año pasado terminé otra…
 
 
 
LA ESCRITURA, COMPETIR CONSIGO MISMO 
 

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A pesar de las dos décadas que vive en España no ha asimilado el acento ibérico. De vez en cuando se le escapa un «vale», pero sin entonación española. Tiene la cabellera cana y bien recortada, y unas ojeras profundas. Viste un saco color beige y unos bluejeans que le dan una fresca elegancia. Habla casi sin pausa y hace énfasis en algunas frases para explicar sus ideas. Al final de la entrevista, ya en una charla más relajada, cuenta sus impresiones de un reciente viaje a Japón. Hace bromas, describe ciertas situaciones rocambolescas…también es un buen narrador oral.
 
 
Tienes acabada una novela que transcurre entre España y Perú durante las guerras de Independencia. Háblame de ella y si tiene título o fecha de lanzamiento.
Todavía no tiene título, estamos buscando uno. Es una novela que ocurre en las guerras de independencia entre Arequipa y España, es una novela que hace mucho quería escribir. Es un divertimento también, es una novela con un enigma, con un acertijo, que ocurre en el Convento de Santa Catalina y quería tentar la posibilidad de escribir algo que fuera histórico, pero al mismo tiempo lo suficientemente apasionante para enganchar al lector y qué mejor que un acertijo. Probablemente salga el próximo año.
 
 
¿Cuál es tu ritmo de escritura? Contabas alguna vez que tenías un horario como de oficina
Escribo prácticamente todos los días que puedo y donde esté, porque para mí es mi trabajo. Me he organizado de tal manera que las mañanas las tenga libres por lo menos hasta las dos de la tarde, es casi un horario de oficina, y sobre todo porque me saca de casa donde uno se distrae mucho.
 
 
¿Qué aspiraciones tienes como escritor? ¿Qué te interesa expresar a través de tu obra?
La ilusión que me hace cada novela nueva es que tiene que ser la mejor novela que jamás pueda haber escrito. Una novela tiene que ser eso. Ahora eso no significa que tiene que ser mejor que la de otro escritor. Es como jugar al golf, yo puedo jugar con un amigo, pero cada uno juega con su handicap, con su promedio, cada uno compite consigo mismo. Para mí la literatura es así, competir conmigo mismo. Si no pensara así no podría dedicarme a escribir.
 
 
¿Todavía no ha escrito la novela que quisiera escribir? 
No, todavía no. Pero esta próxima que en la que estoy trabajando, seguramente o no lo sé…
 
 
 
 
CINCO LIBROS RECOMENDADOS POR JORGE EDUARDO BENAVIDES
 
En este enlace escuche directamente al autor hablando de sus libros favoritos.
 
 
1. El obsceno pájaro de la noche, de José Donoso.
 
2. Cualquier novela de Sandor Maraí, me parece un escritor fascinante o complejo.
 
3. Desgracia, de J.M. Coetzee.
 
4. La guerra del fin del mundo, de Mario Vargas Llosa.
 
5. Un mundo para Julius, de Alfredo Bryce.


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