Iván Thays: «No soy un escritor vitalista que escribe sobre microbuseros»

Escritor y activo blogger de la página Moleskine literario, Iván Thays no es de aquellos que se andan con falsas modestias. Cree que la crítica peruana fue injusta con su novela Un lugar llamado Oreja de Perro y que de no haber sido escrita por él la considerarían como una gran novela, sino una de las mejores. Habla el autor de La disciplina de la vanidad.


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Alguna vez tuvo el aspecto de un rock star. Al menos esa
impresión tuve cuando en el año 1999 lo vi en la presentación de su novela
El viaje interior. Luego, aquel joven de
la cabellera larga y con muchas pretensiones ‘desapareció’ literariamente tras
la publicación de
La disciplina de la
vanidad
(2000), pero a través de su programa de televisión Vano oficio cobró notoriedad mediática.
Iván Thays (1968) acaba de publicar una novela juvenil
El orden de las cosas (Alfaguara) y ese fue el pretexto para
conversar con él.

 En La disciplina de la vanidad uno de los
personajes dice «La literatura en este país vale un cuerno». ¿Crees que eso
ocurre realmente aquí?

No, no. Yo creo que vale más de lo que uno valora. Lo que
ocurre es que la comprensión de la lectura en los colegios está mal enfocada y
la industria del libro se ha vuelto conservadora, pues no quieren dar el salto
a la tecnología.

¿Alguna vez pasó
por tu cabeza la idea romántica de solo dedicarte a escribir?

No, porque uno es realista con el país. Sabes
perfectamente que ni siquiera un escritor como (Mario) Vargas Llosa puede
dedicarse exclusivamente a escribir. Realmente hay que tener muy poca
pretensión para pensar que escribiendo vas a tener una vida como quieres.

 Entre La disciplina de la vanidad, una de tus
mejores novelas según reconocen incluso aquellos a los que no les simpatizas
-que no son pocos- hasta Un lugar llamado
Oreja de Perro
pasaron ocho años. Decías que en ese lapso pasaron muchas
cosas, entre ellas la separación de tu esposa y de tu hijo. ¿Esto último fue
determinante para esa suerte de parálisis literaria?

Sí, así es. Cuando escribí La disciplina de la vanidad tenía 30 años y me encantaba la
metaliteratura, estaba obsesionado con los temas sobre escritores, pero luego
la vida me mostró que lo metaliterario no era lo que yo había venido a escribir
a este mundo. Estuvo bien cuando era joven, pero luego tuve ganas de escribir
algo que portara un mensaje o que dijera algo sobre las cosas que pasan, pero no
con un compromiso ideológico.

 Y por cierto, ¿por
qué le caes tan mal a algunos, sobre todo escritores? Te atribuyen una suerte
de figuretismo literario. ¿No será simplemente que eres vanidoso a secas, lo
cual no es delito? 

(Ríe). Yo no sé si es vanidad, porque la mayoría de personas
que habla mal de mí no me conoce y no podrían saber si soy vanidoso. Yo no lo
siento algo contra mí sino contra un grupo de escritores. Hay gente que le
tiene cólera a un grupo de escritores a los que llaman los criollos o los
limeños, y en ese grupo de escritores de esa generación soy el único que encaja
porque (Mario) Bellatin vive en México. Además, la mayoría de escritores no ha
tenido la suerte que he tenido yo editorialmente, porque tuve en un momento un
foco mediático. Como ahora no tengo el programa de televisión, las rabias han
pasado a ser más personales.

 Al buscar
información sobre ti me he topado varias veces que tu nombre aparece junto al
de Alonso Cueto y eventualmente junto al de Fernando Ampuero. ¿Es una
coincidencia o es que ustedes tienen mucha influencia en nuestro pequeño
mundillo literario?

Consideran que somos una mafia, cosa que es totalmente
falso. Si entras en un archivo de periódico y te fijas cuánto papel han gastado
en hablar de Oswaldo Reynoso o Miguel Gutiérrez y cuánto en mí o Alonso, te vas
a dar cuenta de la diferencia. Yo soy totalmente honesto, si Un lugar llamado Oreja de Perro no
hubiera sido escrito por mí sino por Miguel Gutiérrez, ahorita la gente estaría
diciendo que esa es la gran novela del siglo XX.

 ¿Y la crítica acaso
fue muy severa con esa novela?

En el Perú sí. Sentí que acá la crítica iba por el lado
de «tú no tienes derecho a escribir sobre estos temas». No tengo
ninguna duda de que si yo no hubiera escrito Un lugar llamado Oreja de Perro, la novela hubiera tenido mucho
éxito en el Perú. Ha tenido mucho éxito afuera, ha sido traducida y tuvo buenas
críticas.

 A propósito, reconociste
alguna vez que te preocupaban mucho las críticas. Beto Ortiz dice que cuando
criticó desfavorablemente en Caretas Las
fotografías de Frances Farmer
te pusiste mal y que incluso a partir de allí
lo odias. ¿Qué hay de cierto?

No, no (ríe). Lo que sí es cierto es que me pareció que
fue una crítica muy dura porque era burlona. Uno puede aceptar la burla, pero
no la ridiculización.

 Él escribió que
más que una promesa eras una deuda…

Eso estaba bien, porque expresa una opinión. Pero decía
cosas como que «su prosa a veces te lleva al cielo y luego se despapaya
contra el suelo». Ese tipo de cosas me afectaron, pues este mi primer
libro tuvo muy buenas críticas y la única persona que le hizo una mala crítica
y burlona fue Beto Ortiz, quien era la única persona a la que conocía y le di
el libro. Entonces, el que era mi amigo habló mal, y me costó entender la
ridiculización, por eso me molesté con el amigo, no con el crítico. Me afectó
que alguien a quien consideraba mi amigo hable mal de un libro. Bueno, después
descubrí que no era mi amigo por otras cosas. Curiosamente por esa época yo
tuve una enfermedad en el estómago y me puse mal y estuve en el hospital y creo
que él ha creado la ficción de que por su crítica me había dado un ataque
hepático o algo así.

 

 SU OBRA Y
LITERATURA PERUANA

La conversación transcurre en su departamento situado en el
distrito de Miraflores. Al ingresar a su sala llaman la atención dos cosas: su
biblioteca y un cuadro pintado de una tonalidad roja intensa. Si los libros que
poseemos nos definieran, pues diríamos que indudablemente Iván Thays es hincha
de Nabokov. Tiene todas – o casi todas- sus obras, incluyendo sus cuentos. Aunque
también figuran escritores como Tom Wolfe con La hoguera de las vanidades y resalta también el voluminoso libro
de las conversaciones entre Borges y Bioy Casares. Es un show de los libros.

 Hablemos de tu
acercamiento a la literatura, partiendo de que ante todo un escritor es un
lector. ¿Cuándo fue tu primer contacto con los libros?

A los siete u ocho años. Recuerdo que leía los libros que
mi padre compraba en esa colección de best sellers de Oveja Negra y también una
colección de Ariel Juvenil que eran libros ecuatorianos. Él era un
coleccionista de libros más que un lector.

 ¿Cuál de los
libros que leíste de niño es el que recuerdas con especial cariño?

Aunque es un pésimo libro, recuerdo con especial cariño el
de un cura llamado Francisco Finn, quien hizo una especie saga como de 20
libros sobre historias de niños en un colegio. Este autor fue el primero que me
llevó a escribir y me hizo sentir que podía hacerlo.

 ¿De dónde proviene
la obsesión por el tema del hijo ausente?, más allá de lo anecdótico o
biográfico, ¿qué simboliza para ti?

En Un lugar llamado
Oreja de Perro
era un tema que tenía muy presente porque me había
divorciado y mi exesposa se quería ir del Perú, entonces tenía el miedo de que
mi hijo se vaya. Tenía un fantasma que tenía que exorcizar en esa novela y primero
lo hice a través del cuento Lindbergh.
En Un sueño fugaz el tema no es el
hijo ausente, sino es una especie de respuesta de lo que yo era antes, cuando me
interesaba la fama y si iba a tener lectores.

 ¿Ha sido vanidosa
tu prosa alguna vez?

No vanidosa, pero sí creo que parte del cambio que tuve
fue que antes mi prosa intentaba ser muy exquisita. En El viaje interior el lenguaje intentaba ser poético, usaba fórmulas
como una obligación. En cambio ahora he optado por usar frases cortas, muy
contundentes y que el tema me lleve más bien a lo que quiero llegar.

 ¿Ha sido injusto
José Carlos Yrigoyren al escribir, a propósito de Un sueño fugaz, que tu obra es «Un conglomerado de fantasmas
al margen del tiempo y de la vida, una fría dimensión cadavérica producida por
las represiones artísticas de su creador»?

Bueno, me gusta la primera frase «un conglomerado de
fantasmas…». Yo no soy un escritor vitalista, que escribe sobre  microbuseros. Mis mujeres son seres
imposibles, hay un lirismo en sus vidas que no puede haber en las novelas de un
escritor como Miguel Gutiérrez.

 ¿Y tienes algunas
represiones en cuanto a temas?

No diría una represión, pues el hecho que no interese
escribir la novela de un microbusero no significa que esté reprimido.

 ¿Qué es el éxito
literario para ti?

Bueno, en Un sueño
fugaz
digo precisamente que es un sueño fugaz al igual que el fracaso. Pero
hablando más genéricamente, para mí es un éxito literario el poder escribir y
el publicar. O sea, que es algo que cuando tenía 20 años no se podía dar, pues
no había editoriales jóvenes como ahora.
El hecho de publicar y hacerlo afuera, mejor aun, me da a mí la pauta de
que logré ser escritor como quería. Me siento escritor a pesar de que no vivo
de escribir. Creo que todas mis actividades paralelas están supeditadas al
hecho de que soy escritor.

 ¿Has dado literariamente lo mejor de ti?
No, yo espero que lo mejor de mí salga un día antes de
morir.

 ¿Qué mitos
persisten la literatura peruana? Escritores u obras sobrevaloradas, por
ejemplo. Tú decías que Arguedas, salvo por Los
ríos profundos
, no te interesaba.

Cada lector busca lo que le interesa. Los ríos profundos me interesa por la
parte espiritual. Entonces lo que yo sí diría que está sobrevalorado -tanto
como en el fútbol- es pensar que el Perú es un país de escritores. Pienso que
el Perú no es un país de buen fútbol ni de buena literatura. Somos un país que
tenemos buenos escritores, individualidades. Como Vallejo no hay ninguno, pero
eso no quiere decir que nuestra poesía es buena.

 Tú diriges un
taller de creación literaria, ¿se puede realmente aprender a escribir?

Sí, estoy totalmente convencido y tengo pruebas de que se
puede aprender a escribir. He visto a alumnos entrar al taller escribir textos
muy malos y luego publicar cosas extraordinarias. El taller sirve mucho para soltarse
y para ver los errores. Pero creo que lo principal del taller es que no da técnicas sino que te hace reflexionar sobre el acto de escribir.

 ¿Qué de bueno y
qué de malo genera el márketing aplicado a la promoción de una obra literaria?

Bueno, creo que el marketing es un fenómeno que no solo
tiene que ver con la literatura sino con el mundo en general. El marketing
vende productos, le importa un bledo si son culturales. Lo que creo es que el
escritor no puede hacer marketing de sí mismo, o sea, eso me parece
desagradable, incómodo, que un escritor se marquetee a sí mismo y hable de sí
mismo.

 

LIBROS, VANO
OFICIO E INTERNET

 Dice que en el extranjero se le conoce incluso más como
blogger que como escritor. En su Moleskine Literario difunde artículos sobre
libros y escritores aparecidos sobre todo en medios del extranjero. También es
asiduo usuario de Facebook y utiliza el Twitter para enlazar sus últimos post. Digamos
que Thays, como muchos de sus colegas, es un escritor 2.0.

Sobre tu programa
de televisión Vano Oficio, que
tuviste a cargo durante siete años, te quejabas de que la gente no comentaba
los contenidos, sino se fijaban más en qué escritores invitabas. ¿Cómo ves en
retrospectiva esa experiencia televisiva?

La televisión sirve para ver que tal persona existe. Te
da notoriedad. Hay que saber usar eso y eso quizás es algo que no supe hacer
con el programa. Si hiciera ahora un programa de televisión lo haría
completamente distinto, dirigiéndome a un público que va a estar atento más a los
objetos que a las palabras. Lo haría más sencillo, menos intelectual, más
visual. Me dio muchas cosas buenas el programa de televisión, pero nunca se
llegó a entender que un programa de televisión no es un ministerio de la
Literatura o que yo tenía que divulgar todo lo que se había publicado.

 ¿Y volverías a
hacer un programa como Vano oficio?

Bueno, si aceptan lo que quiero proponer, pues definitivamente
no haría un programa igual al que hice antes.

 ¿El futuro de la
Literatura está en Internet?

Totalmente. En el e-book. Yo creo que las librerías deben
cambiar totalmente su sistema de ventas para no morir. Creo en la librería
moderna, que a través de Facebook, Twiter explique lo que tiene.

 ¿Y crees que el
libro de papel se volverá objeto de culto?

Probablemente pasará en muchos años, así como ocurrió con
el cassette.

 ¿Qué te gustaría
que se diga de ti dentro de unos cincuenta años?

Cincuenta años, ¿qué edad tendré? ¿Noventaitantos? (ríe).
Después de escribir Un sueño fugaz me
quité la idea de la eternidad, no me interesa que dentro de 200 años la gente
vea mi nombre en una enciclopedia. Lo que sí me gustaría en realidad es que mi
hijo y nieto -si lo tengo- digan que yo fui el modelo de alguien que hizo lo
que quiso hacer. No alguien que sacrificó sus sueños a cambio de otras cosas.

 

 CINCO LIBROS
RECOMENDADOS POR IVÁN THAYS

«Resumo un poco la lista que hice a fines del año pasado», nos advierte Thays.

1. Némesis (Mondadori) de Philip Roth.

2. Siete años (Acantilado) de Peter Stamm.

3. Disecado (Sexto Piso) de Mario Bellatin.

4. Caribou Island (Mondadori) de David Vann

5. La Follie Baudelaire (Anagrama) de Roberto Calasso.

La yapa: El mapa y el territorio (Anagrama) de Michel
Houellebecq («pero si no han leído de él nada antes, les recomiendo que lean sus
otras obras, porque esta tiene que ver mucho con sus anteriores libros»).



Hay 1 comentario

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  1. Dany

    Excelente entrevista!! Se le extraña a Iván Thays, en medio de su extravagancia
    Creo que fuimos «injustos» con su crítica «injusta»
    Vuelve!!


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