Héctor Abad: “La escritura me ha servido como un deshielo de la locura”

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El escritor colombiano Héctor Abad Faciolince nos dice que no teme ser escritor de un solo libro y que El olvido que seremos podría convertirse en una condena que aceptaría con mucha felicidad. Además, sobre su polémico artículo sobre Paulo Coelho, afirma que está seguro que dentro de cien años nadie recordará quién fue.

 

 

Por Jaime Cabrera Junco

Es la última entrevista de una jornada extensa que empezó en la mañana y Héctor Abad Faciolince (Medellín, 1958) disimula muy bien el cansancio. Ha hablado con un periodista tras otro desde la mañana y ya casi van a dar las seis cuando lo tengo al frente. Lejos de hacer un mohín discreto de fastidio se muestra fresco y jovial, se sienta e interesa saber sobre dónde saldrá la entrevista y del saque le gusta el nombre de la página. Este autor colombiano ha venido a presentar su más reciente novela, llamada La oculta (Alfaguara, 2015), una historia que nos muestra a tres hermanos que deben decidir qué hacer con la finca que han heredado de su madre que acaba de fallecer. Nuevamente está la muerte y el recuerdo como temas presentes, pero contada desde tres puntos de vista, es decir, de cada hermano. Y aunque las hermanas de la novela están inspiradas en las de Héctor, él dice que se ha impuesto como reto no solo ponerse en la cabeza de dos mujeres sino también de un hombre gay que vive en Nueva York y que vuelve sobre sus recuerdos en esa finca. Como es la primera vez que lo tenemos al frente no podríamos desaprovechar la oportunidad para hablar de la novela que lo catapultó a la fama y que despertó la inmediata curiosidad de Mario Vargas Llosa por conocerlo.

 

Es inevitable que te pregunten sobre El olvido que seremos, la novela que te dio fama internacional. ¿Te molesta un poco esto?
A  lo mejor soy, o voy a ser, o seré siempre un escritor de un único libro. Si esto es así, pues qué se va a hacer. Es mejor ser el escritor de un único libro que de ninguno y probablemente después de un tiempo prudencial seré un escritor de ningún libro, seré olvidado, que es el destino de casi todos nosotros. Si ese libro mío gusta es porque gusta la vida que mi padre llevó y la forma cómo defendió sus ideales, y eso está muy bien. Y si esa va a ser mi condena, ser el autor de un único libro, es una condena que acepto con mucha felicidad.

Actualmente hay una tendencia a escribir novelas autorreferenciales. Hay un escritor noruego, Karl Ove Knausgard, que ha escrito una novela en seis volúmenes sobre su vida. ¿Crees que estas novelas conectan más con la gente?
Bueno, el objetivo mío no era conectarme con los lectores, pero sí intenté escribir la historia de la vida de mi padre de una manera ficticia y para ello usé las viejas armas de la ficción para contar esta historia real. Yo necesitaba contarles a mis hijos qué era lo que había pasado con su abuelo y escribí una historia muy íntima.

¿Por qué estas historias gustan?
Es muy difícil saberlo. Supongo que también hay muchos libros testimoniales que no gustan, muchas autobiografías que nadie lee. No hay que pensar que esa sea la fórmula para tener muchos lectores o la fórmula del éxito literario. A veces algunas historias pegan. Creo que en Colombia El olvido que seremos se leyó mucho porque había muchas víctimas sin voz y se había escrito muchos libros, muchos testimonios y muchas novelas desde el punto de vista de los matones, de los que disparan, de los narcos, de los sicarios, de los militares, paramilitares, guerrilleros, etcétera; y no se habían escrito muchos libros desde el punto de vista de las personas que recibían las balas siendo inocentes y habiendo llevado una vida justa. Creo que mucha gente se sintió reivindicada al leer la historia de un hombre bueno al que matan injustamente.

Elolvidoqueseremos¿Después del éxito de la novela tuviste cierto bloqueo de poder escribir otra historia? ¿De alguna manera te sentiste abrumado por el éxito?
Pues yo decía que no, pero en el fondo seguramente que sí. Cuando uno toca ciertas fibras y alcanza muchos lectores, pues da cierto temor escribir algo que no esté a la altura. Es como si todo pudiera ser fácilmente un fracaso. Pero yo no podía volver a escribir otro libro como El olvido que seremos o tendría que ocurrir otra tragedia en mi vida y yo, francamente, prefiero una vida más tranquila que otra tragedia. No quiero invocar ninguna tragedia para poder escribir un buen libro. Yo preferiría que mi padre estuviera vivo como está viva mi madre y no haber tenido que escribir jamás El olvido que seremos. Pude sacar un buen libro porque tenía un buen personaje, un buen protagonista pero ojalá no hubiera tenido que escribir ese libro. Y luego sí, me costó trabajo, llegué a sufrir mucho, llegué a estar en momentos terriblemente deprimido, desesperado. Llegué a pensar que había perdido por completo la fe no en la literatura sino en mi literatura, en mi capacidad de escribir libros. Aborté una novela que se llama Antepasados futuros, empecé La oculta y no me gustó y la abandoné, empecé otro libro que se me perdió y por eso volví a La oculta porque se me había perdido un libro y tenía seis meses libres por delante en una beca que me habían dado en Berlín y dije ‘Algo tengo que hacer’. Entonces volví a La oculta, la cambié y seguí el consejo de Vargas Llosa de corregir, pulir, trabajar disciplinadamente hasta que una historia que no nos gusta nos guste y logré eso, logré que me gustara La oculta después de que no me gustara.

Vamos a retroceder un poco en tu biografía. Antes de ser escritor intentaste estudiar Medicina como tu padre, luego Filosofía. Había no sé si llamarlo como un inicio errático pero que al final parece que tu vocación apuntaba hacia la escritura
Es que creo que lo esencial en un escritor es ser errático porque un escritor tiene que interesarse por todos los oficios, por todas las profesiones, por todos los seres humanos, por todos los tipos de sexualidad de la gente, por los géneros que haya. Creo que eso formaba parte de una curiosidad típica de la personalidad de cualquier escritor. Ese ser inquieto, no saber uno qué es, es lo que me lleva a definir que soy un escritor. Como no sé qué soy, entonces como decía Balzac, cuando visto a un personaje soy sastre, y cuando hablo de la sala de una casa soy tapicero, y cuando hablo de los zapatos de alguien soy zapatero, y si alguien se enferma soy médico. Un escritor tiene que ser eso. Y en La oculta tengo que ser mujer, y tengo que ser gay, y tengo que ser una mujer tradicional, religiosa, católica, de un solo matrimonio que llega virgen, y tengo que entender cómo es esa persona y tengo que tratar de ser también una mujer moderna como es su hermana y tengo que tratar de ser gay como es Antonio. Y tengo curiosidad por todo, por los gays, por las mujeres, por los transexuales, por los ricos, por los pobres, por los creyentes, por los ateos, por los zapateros, por los sastres…

HectorAbad2Y el detonante o punto de partida para contar una historia en tu caso, ¿parte del recuerdo, de la memoria o de alguna imagen?
Casi siempre parte del recuerdo. Sí, de algunas escenas que me parecen particularmente raras. Por ejemplo, me gustaría escribir un libro, que también parte del recuerdo, sobre un cura que se enamora de una mujer que se acaba de separar y que de alguna manera ese cura adopta a dos niños que acaban de ser abandonados por su padre. Eso me pasó a mí. Cuando me separé de mi primera mujer, de la madre de mis hijos, a mi casa se fue a vivir un cura y se enamoró tanto de mi exmujer como de mis hijos y ocupó el papel de padre de mis hijos y de esposo de mi exesposa, y ese cura estaba esperando un corazón para que se lo trasplantaran y quería casarse con mi exmujer. Y fueron y le trasplantaron el corazón y durante la operación, se murió. Yo siempre he querido contar esa historia que parte de la memoria. Creo que a veces en la realidad hay historias curiosas y bonitas que uno podría contar.

Y ahora, con ya la experiencia adquirida y más de diez libros publicados, ¿cuál dirías que es el aprendizaje más importante que has logrado como escritor?
(Piensa) Bueno, mi aprendizaje ha sido más como lector. He leído siempre por gusto (sostiene uno de los marcadores de la página que le obsequiamos), sigo leyendo por gusto y creo que la literatura me ha llevado a entender mejor a los seres humanos y si escribo es porque tengo una experiencia de mi vida y de la vida y del mundo que es la de mi época y es la mía. No creo que mis libros sean los mejores, pero son lo mío, lo más mío, lo que habla de mi paso por el mundo y mi experiencia por el mundo, y aspiro a que si esos libros son auténticos, si son verdaderos, logren decirles a los lectores cosas sobre sus propias vidas. Aspiro a que, a través de mi vida, de la vida de otros, les ayuden a entender sus propias angustias, su propia felicidad o su propia tristeza, sus fracasos, sus tragedias. He tenido una vida intensa, feliz e infeliz, y he tratado de poner esa vida intensa feliz e infeliz en mis libros de la manera más clara y autentica posible. He reflexionado sobre mi experiencia, sobre mi vida, sobre la vida de las personas que me rodean, que los he observado con mucho cuidado, las he oído con mucho cuidado y lo he trasladado al papel de la mejor manera posible que soy capaz. No soy muy capaz pero he hecho, eso sí, todo lo posible para que saliera bien.

 

 

“EN CIEN AÑOS NADIE RECORDARÁ QUIÉN FUE PAULO COELHO”

En 2005 fue publicada su novela El olvido que seremos. La escribió casi a los 20 años del asesinato de su padre, Héctor Abad Gómez, un médico con una preocupación social que le granjeó gratuitamente enemigos. “El libro me dio una gran serenidad porque era el único libro obligatorio para mí”, ha dicho el autor, quien en su novela nos muestra que la relación de un padre e hijo puede ser más intensa de lo que le sucede a muchos, que por el contrario adoran más a sus madres. Daniela Abad, hija de Héctor, acaba de presentar un documental titulado Carta a una sombra, un homenaje audiovisual a su abuelo, quien murió cuando ella tenía apenas un año de edad. Es nuevamente la historia desde la intimidad familiar la que sigue rondando a la familia Abad, y es que en Colombia hay muchas personas que sin libros o cámaras siguen haciendo el ejercicio de recordar a sus familiares víctimas de los años de violencia.

 

coelhopostabadAhora que mencionaste esta formación como lector, me llamó mucho la atención este artículo sobre Paulo Coelho, un autor al que muchos critican pero que no se ha argumentado por qué su literatura es como es…
Sí, para escribir el ensayo sobre Paulo Coelho que se llama, un poco provocativamente «¿Por qué es tan malo Paulo Coelho?», me tomé el trabajo de leerlo y de tratar de entender por qué se le lee tanto, ¿qué hay ahí? Porque algo tiene que haber, no es pura basura y encontré una cantidad de trucos más bien baratos pero que uno comprende que a mucha gente le puede gustar y traté de explicarles a muchos lectores ingenuos por qué esa literatura no profundiza mucho ni ahonda en los verdaderos problemas humanos. A mí me parece muy bien que la gente lea cualquier cosa, así sea Paulo Coelho, pero no es una manera profunda de meterse de lleno y sinceramente con la verdadera problemática de la vida humana, que es mucho más compleja de lo que Paulo Coelho defiende. Él sostiene que basta con querer mucho algo para poder conseguirlo, lo que me parece una gran tontería.

Y que hay una verdad innegable que la gran mayoría de lectores quiere escuchar o leer cosas como las de Coelho, elementales como esta que acabas de decir a la que le agregan que “el destino conspirará para lograr tus sueños…”
De alguna manera eso consuela un poco y la gente tiende a pensar que si lee eso, pues eso le va a pasar, porque las palabras tienen un poder de conjuro muy grande, pero si viven lo suficiente se darán cuenta de que ese conjuro no funciona, que funciona solamente como una ilusión instantánea que luego se desvanece en el aire.

¿No serán síntomas de estos tiempos? Pienso que Cien años de soledad en su época fue un best- seller
Creo que siempre ha habido best-sellers buenos, best-sellers de calidad y best-sellers muy malos. Solo que hay muchos best-sellers que ya desaparecieron, que no pasan el filtro del tiempo. Si tuviera que apostar, apostaría a que dentro de 100 años se va a seguir leyendo mucho Cien años de soledad y pocos o nadie recordará quién fue Paulo Coelho.

LaOcultaPortadaTe lo han preguntado antes y tú has respondido de alguna manera poniendo en su sitio a los periodistas cuando te piden que digas por qué escribes. Has dicho que  “acaso al ingeniero le preguntan por qué construye casas”, pero quizás esta pregunta al escritor tiene que ver porque a su vez alude y se refiere a la intimidad y a esta necesidad expresiva…
Bueno, lo preguntan tanto que uno cada vez tiene que inventarse alguna cosa. A veces digo eso de los ingenieros, a veces digo que no somos como curas que debemos tener una vocación profunda, a veces digo que no sirvo para otra cosa, que sería muy mal cajero de banco. A mí me parece un oficio muy bonito este de escribir, me gano la vida con eso, con el periodismo, con los artículos que me piden, con un trabajo que gira alrededor de los libros en una biblioteca, también he sido editor, he sido librero. Toda la vida me han apasionado los libros, me ha apasionado la lectura, me parece que ese momento en que uno se sumerge en un libro produce un efecto espiritual muy bueno en mi mente y creo que en la mente de casi todos los lectores. Entonces, supongo que escribo por admiración. Como me ha gustado tanto lo que leo, la admiración produce también imitación. Pero también admiro mucho a los ciclistas, me gustaría ser ciclista y me habría gustado poder participar en el Tour de Francia o en el Giro de Italia o siquiera en la Vuelta a Colombia. No tenía el talento. Espero tener el talento para por lo menos poder escribir dignamente. Es una mezcla de gusto y de talento. A mí me dijeron desde que estaba chiquito, desde que estaba en el colegio, que lo que escribía producía placer o risa o hacía pensar. Entonces tal vez de ahí descubrí que tenía un pequeño talento y lo he tratado de cultivar desde los 12 años, lo he tratado de pulir leyendo y escribiendo mucho. Entonces es un ejercicio de admiración y de agradecimiento por las obras maravillosas que he pasado leyendo y un ejercicio de tratar de entender mi experiencia. Creo que cuando escribo mi experiencia entiendo mejor mi vida y de la gente que está alrededor mío y entiendo mejor la tragedia, por ejemplo, la tragedia de mi padre, la tragedia política, la tragedia personal. Entonces supongo que si la entiendo bien y si la explico bien, puede que en los lectores ocurra algo parecido. Si a mí se me ilumina de algún modo la vida que es confusa y difícil al escribirla, a lo mejor un poquito de luz se puede producir en los lectores.

Y también has dicho que la literatura no es tan importante, tratando un poco de restarle esta solemnidad que a veces se le da al escritor, a la literatura…
No… Mira (levanta el florero esférico que está sobre la mesa), aquí hay agua y rosas. Mi papá era médico y decía que era mucho más importante tener agua limpia que tener libros, y probablemente una flor tan bonita es tan importante como cualquier libro. Andrés Trapiello, un escritor español, decía que la literatura se parecía mucho al agua que se le pone a las flores, que no las vuelve eternas pero aplaza su final. Yo creo que eso hace uno. Uno tiene la experiencia de haber conocido ciertas personas maravillosas, por ejemplo a mi padre, y a través de mi libro no lo vuelvo eterno ni mucho menos, pero aplazo su final.

¿Y podrías vivir sin escribir? ¿Podrías prescindir de ello?
Supongo que sí. Muchas veces he dejado de escribir o he querido dejar de escribir pero mi vida sería muy triste. Si me metieran en una cárcel y me quitaran el papel y los bolígrafos y me prohibieran escribir, lo más probable es que me enloquecería. De alguna manera creo que la escritura me ha servido como un deshielo de la locura. La locura no se queda en mi cabeza porque puedo salir de ella escribiéndola.

 

LOS CINCO LIBROS FAVORITOS DE HÉCTOR ABAD FACIOLINCE

  1. Job,de Joseph Roth.
  2. La autobiografía de Bertrand Russell.
  3.  Conversación en La Catedral, de Mario Vargas Llosa.
  4. La poesía del siglo de oro español (Francisco de Quevedo y Lope de Vega).
  5. Rojo y negro, de Stendhal.