Guadalupe Nettel: “La literatura siempre es ficción aunque se ciña a la realidad”

 

Conversamos con la escritora mexicana Guadalupe Nettel, una de las autoras contemporáneas más relevantes de su país. Ella nos habla en esta conversación sobre esos límites invisibles entre realidad y ficción.

 

Por Ricardo Flores y Jaime Cabrera

Tiene la mirada extraviada, pero no es debido a su ojo estrábico. No. Quizás sea timidez que irá desvaneciéndose a medida que charlamos con ella. No es una autora imponente que cada palabra pronunciada suena con estridencia, sino más bien lo dice de manera reposada, con la calma de quien sopesa cada idea. Guadalupe Nettel (Ciudad de México, 1973) es una autora que ha ido consolidando una obra que si bien parte de su propia biografía nos permite trasladarla a nuestras fobias y circunstancias límite. La clave aquí es la mirada y, efectivamente, esto de la mirada ha sido crucial en su vida, pues debido a un problema en la vista temió vivir en tinieblas. Ganadora del Premio Herralde con su novela Después del invierno (2014), así como del premio de Narrativa Breve Ribera del Duero, por El matrimonio de los peces rojos (2013), esta escritora lleva una relación muy cercana con el cuento y la novela. Charlamos con ella en los días que se desarrolló la Feria del Libro de Lima.

 

En las entrevistas que te han hecho y en la revisión de tu obra se ha establecido esta suerte de paralelo entre la mirada que nos ofreces a través de tus historias y el problema visual que tienes. ¿Para ti escribir es mirar con atención lo que sucede alrededor o es mirarse a sí mismo primero para contar lo que uno quiere?
Bueno, creo que esto de la mirada y la escritura es muy antiguo. No solamente tiene que ver conmigo…yo no me inventé el cliché (ríe). Incluso Homero es ciego o se representó como ciego dos siglos después de que se fechara su muerte. Al principio nadie hablaba de su ceguera, pero luego empezó a hablarse de ella y esto es como muy emblemático, es como si el ciego pudiera ver otras cosas que los seres humanos ‘normales’ no ven y por eso (Homero) se volvió rapsoda. Y este es un tema que a mí me fascina, el de ceguera y literatura, porque ha sido recorrido a lo largo de la historia de la literatura. Hay ejemplos como Milton, como Borges, que son mucho más fuertes que el mío. Lo que es cierto es que yo no tengo visión bifocal y esto hace que mi percepción del mundo sea un poco diferente. Cuando entro a ver una película en tres dimensiones no veo lo mismo que la demás gente, es decir, la veo borrosa y no me gusta, y esto es como una representación de que cada uno de los seres humanos tenemos una subjetividad propia y que vemos el mundo de otra manera. Jorge Ibargüengoitia decía que a él le interesaban los escritores con un defecto en la retina o con una alteración a la retina, y a lo que se refería justamente era a eso, que le proporcionaran una perspectiva del mundo distinta a la que él tenía o la mayoría de la gente tenía.

En la mayoría de tu literatura partes de muchos aspectos de tu vida, ¿cómo decides qué contar y qué no contar?
Este paso a la literatura autoficcional o autobiográfica fue dándose sin que yo me diera cuenta. En El huésped hablaba de una chica que estaba a punto de perder la vista y que se interesa en el mundo de los ciegos y va a un instituto de ciegos y, de pronto, se comienza a fijar en todas las personas con alguna diferencia física que andan por el metro, por las calles… y comienza a fijarse que esas personas, en apariencia débiles, tienen grandes fortalezas que uno no sospecha. Entonces, obviamente estaba hablando de mi propio miedo a la ceguera y de mi sensación de sentirme distinta del resto de la gente y lo estaba haciendo de manera metafórica. Aunque ficcionalizada, considero que esta es una novela autobiográfica, de hecho mi hermano, por fortuna, no se murió, mi padre no abandonó la casa, mi madre no está sometida a la vida doméstica…y creo que a partir de un cuento, pero levemente en Pétalos y otras historias incómodas, que se llama “Ptosis”, que empecé a hablar un poquito más de mí, y ya decididamente en El cuerpo en que nací. Este texto nació en realidad por un encargo: “haz autobiografía”. Entonces, empecé a escribirla y me di cuenta que no podía parar. Y tenía que terminar el texto pero después seguir escribiendo y hacer una novela. ¿Por qué digo que es una novela aunque sea totalmente autobiográfica? Porque las decisiones que tomé son decisiones de novelista, respecto al ritmo, respecto a la lógica interna del relato, y esto responde a tu pregunta: ¿qué dices y qué no dices? Si yo hubiera contado cosas demasiado grotescas que ocurrieron en mi vida, la novela se hubiera ido al carajo porque habría perdido su coherencia, su lógica interna. A veces la vida nos da unas sorpresas muy grandes que dentro del relato hacen que este se desequilibre. Si alguien es excesivamente malo, el lector no lo va a creer. Entonces, este tipo de cosas fueron limitando lo que yo contaba y lo que no. El escritor que escribe sobre vidas ajenas sabe que tiene una materia muy delicada, entonces, a veces no le importa y a veces tiene consideraciones de no contar cosas que pueden herir a otra gente si en el relato no son absolutamente necesarias.

Has dicho que escribes por necesidad psicológica y por placer, ¿escribes desde la angustia? ¿Hay un estado especial que necesitas para escribir? O simplemente se trata de la disciplina de escribir aun al enfrentarse a la página en blanco.
Puede ser de todas las maneras, pues si uno escribe consistentemente un día va a estar angustiado y otro muerto de risa, y otro día va a tener pereza, y otro va a estar entusiasmado con una idea. No es que necesite un estado de ánimo particular para escribir, que espere sentirme de determinada manera.

¿Y abordas la escritura como un acto catártico?
A veces sí, a veces no. A veces lo abordo como una disciplina, como algo que tengo que de alguna manera forzar. Sí creo en esta frase de Picasso que todo el mundo cita: “la inspiración existe, pero nos tiene que encontrar trabajando”. Y que a veces uno no tiene muchas ganas de escribir, pero que conviene más para que el músculo no se afloje y no perder el tono, forzarse un poquito, ¡un poquito! Tampoco creo que valga la pena forzarse demasiado. Ahí sí creo que en la mayoría de los casos el resultado es estéril.

¿Para ti hasta qué punto un texto es ficción y no ficción?
(Se queda pensando unos segundos). Mmmm…es una buena pregunta. Creo que siempre es ficción aunque digamos que es de no ficción. Se dice que es de no ficción cuando la materia es algo que ocurrió, que tomamos de la realidad, como en el caso emblemático de El adversario, de Emmanuel Carrère, que retoma el caso de Jean Claude Romand, de este hombre que mató a su familia. O también el caso de Truman Capote con A sangre fría. En realidad el escritor siempre va a meter su punto de vista y aunque quiera ceñirse 100% a la realidad, al contar una historia siempre la va a ficcionalizar. ¿Por qué?, porque la realidad es un prisma con miles de caras que no podemos abarcar. Entonces, son etiquetas para llamar a cierto tipo de literatura que está basada en hechos reales y trata de ceñirse a la realidad, pero trata.

Sobre tu relación con el cuento y la novela, ¿cómo eliges que historia se convierte en un cuento y cuál otra en una novela? O si acaso decididamente te planteas escribir un cuento
Sí, generalmente me planteo escribir un cuento, y es un género que me gusta muchísimo, no son de ninguna manera novelas fallidas. Lo que sí ha ocurrido es que un texto que pretendía ser más corto, como el de El cuerpo en que nací o el libro que actualmente estoy escribiendo, sea un cuento que me ha rebasado y ha rebasado los límites del género y se volvió más largo. Pero no de ninguna manera un cuento es una novela que se encogió.

En algún momento, luego de que ganaste el Premio Herralde, te preguntaron que si escribías para “exorcizarte” y respondiste que sí. ¿Ahora sigues escribiendo bajo esta misma pulsión?
Yo creo que eso siempre está allí, el hecho de por más lo que nos motive sea una historia maravillosa y no queramos exorcizar algo en particular, la literatura, entre sus múltiples beneficios, tiene ese de permitirnos ser una válvula de escape a través de la cual “sublimamos”, como dirían los psicoanalistas, una serie de emociones o de hechos que no habríamos podido elaborar y que por medio de una ficción a veces salen y que por medio de una novela o un cuento tienen este latido como de ser vivo porque están cargadísimos de las experiencias del escritor. Es imposible escribir sobre la humillación de un personaje si nunca nos hemos sentido humillados nosotros. Y para escribir acerca de un enamoramiento o de las ganas de asesinar a alguien, tenemos que servirnos de la experiencia más cercana que hayamos tenido sobre esto que estamos contando. Es decir, siempre vas a exorcizar. Ahora, Después del invierno es una novela que tiene sobre todo esta carga de una historia muy fuerte, que es la que estoy contando en esa novela sobre el chico que está en el hospital en terapia intensiva y a punto de morir.

A propósito de Después del invierno, ¿sigues escribiendo diarios? ¿Llevas uno actualmente?
Pues no, desgraciadamente no tengo esa disciplina, lo hago por etapas. Así como durante este año que escribí un diario, durante esa etapa no escribí nada. Creo que debería retomarlo, pues el diario es un género que me encanta, me gusta mucho leer diarios de escritores y el de (Julio Ramón) Ribeyro es mi favorito.

Viviste 15 años en Francia, ¿alguna vez te planteaste escribir en francés, por ejemplo?
No, pues cuando estuve allá no lo hice y si regreso quizás sea algo que quiera hacer. Pero cambiar de lengua para un escritor es algo muy complejo. No solo implica conocerla a la perfección, sino que además asimilarse a esa cultura. Yo estoy muy asimilada a la cultura francesa no solo por razones biográficas, pero no sé si esté dispuesta a dar ese paso, pero si bien no digo nunca no es algo que crea que vaya a ocurrir.

En relación con la escritura, ¿hay algo que te resultaba complicado cuando recién lo abordabas y ahora con mayor oficio hayas resuelto?
Mmm…todo (ríe). Bueno, sobre todo Después del invierno es un texto que me preguntaba “¿voy a acabar esto algún día?” Sobre todo las novelas más largas como esta es algo a lo que uno se lanza y no sabe si va a terminar. Tengo algunas novelas comenzadas que se quedaron en el cajón o que algún día quizás termine, pero esta me tomó diez años terminarla. No diez años de constante trabajo sobre el texto, pero hubo varias veces en las que me dije que no sabía si iba a llegar al otro lado.

Alguna vez comentaste que entre tus lecturas más cercanas estaba la novela negra, pero no la clásica sino la psicológica. ¿Cuáles son los autores que te influenciaron de ese campo?
No creo que haya dicho novela negra sino novela fantástica oscura. Una influencia fue Hoffmann con Elíxires del diablo, o Stevenson con Doctor Jekyll y Mister Hyde; Edgar Allan Poe, definitivamente, que también tiene un poquito de policiaco. Además de Agatha Christie, Patricia Highsmith, y luego Guy de Maupassant…toda esta cosa como fantástica que venía directamente de la línea del romanticismo del siglo XIX ya sea alemán o francés. Pero luego autores como Kenzaburo Oé y libros como Dinos cómo sobrevivir a esta locura, era como esta cosa psicológica, fantástica y oscura lo que me gustaba en esa época, lo cual se refleja mucho en El huésped, y como era una época fundacional de alguna manera dejó huellas profundas.

¿Qué le aconsejarías a alguien que quiere comenzar a escribir y anda dando vueltas a una historia y no logra resolverla?
Pues, uno de los mayores problemas para la gente que anda dando vueltas es el juez interno. ¿Por qué uno da vueltas a una historia? Pues dice que “no va a salir bien, o va a ser horrible, qué va a pensar mi pareja o mi amigo, o la gente cuando la lea”. Entonces, para hacer eso lo que a mí me ha resultado es tener un borrador secreto, que nadie más va a leer y allí contar todo. Si me sale bien o me sale mal o voy a pulir esta frase, nada más como una especie de materia prima o ensayo hasta que lo termine y a partir de allí llamo al juez y este ya dice “pule este párrafo, qué le cortaremos, qué podría pensar tal y tal”. El juez interno es muy útil para corregir, pero no para escribir el primer manuscrito.

 

LOS CINCO LIBROS FAVORITOS DE GUADALUPE NETTEL

  1. Amor y exilio, de Isaac Bashevis Singer.
  2. La autobiografía de Isaac Bashevis Singer.
  3. La vida instrucciones de uso, de Georges Perec.
  4. Solenoide, de Mircea Cărtărescu.
  5. El lugar, de Annie Ernaux.