Enrique Planas: “No quiero que el lector se reconozca en lo que escribo”

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Conversamos con el escritor y periodista Enrique Planas a propósito de la publicación de su quinta novela, KimoKawaii, que nos presenta una peculiar historia donde el vínculo sentimental de dos personajes nos muestra dos maneras diferentes de ver la realidad.

 

 

Por Jaime Cabrera Junco

La lectura de KimoKawaii (Literatura Random House 2015) por momentos nos sumerge en ese mundo hiperbólico y graciosamente absurdo que nos presenta los animes. El ritmo de esta novela tiene tres momentos: el encuentro entre dos personas (el periodista cultural y Michiko, una extraña cosplayer), sus desencuentros cuando deciden vivir juntos y finalmente el descubrimiento de uno de ellos, que es narrada con intensidad y soltura. “Es una historia de amor friki”, ha dicho Enrique Planas (Lima, 1970), autor del libro, quien ha escrito probablemente su novela más redonda, y algunas críticas así lo corroboran. Además, esta novela no tiene casi nada de autorreferencial aunque haya un periodista cultural como distractor. El título de la novela proviene de una expresión japonesa para definir aquello que, siendo bello, también resulta perturbador.

Compañero de avatares en el periodismo cultural, Enrique es, además, redactor de la página de Cultura del diario El Comercio, y conversamos con él sobre literatura y también sobre su oficio como periodista.

 

¿Cómo fue tu acercamiento a la literatura?
Mi acercamiento a la literatura es muy parecido a la de muchos autores de mi generación. A los 14 años recibí como regalo de Navidad Prosas apátridas, de Julio Ramón Ribeyro, quien fue una marca fundamental. Antes de eso siempre he sido un chico no excesivamente lector, pero siempre me ha gustado jugar solo en mi cuarto con juguetes que yo mismo me hacía, y creo que las lecturas también eran parte de esa forma jugar y construir mis propios juguetes. Yo era un devorador de cuentos populares, de aquellos cuentos populares rusos que vendían las editoriales rusas a precios baratos. Pero creo que Prosas apátridas fue fundamental porque me llevó a leer los cuentos de Ribeyro.

¿Por qué elegiste el periodismo como profesión? ¿Fue por su proximidad a la literatura?
Creo que siempre he hecho periodismo cultural desde que empecé a practicar a finales de los 80. El periodismo cultural es el único que podría hacer, y no porque no celebre otras especialidades sino porque es el único que realmente me gusta. Detestaría hablar con políticos, detestaría hacer notas sobre baches en la pista, detestaría conversar con el actual alcalde. No me gusta el deporte (ríe)…para el tipo de persona que soy el periodismo cultural es la única forma de ganarse la vida dignamente.

EnriquePlanas2LPG¿El periodismo fue una manera de acercarse más a la literatura y a la vez ganarse la vida de manera menos incierta?
Siempre digo que vivo por la literatura y sobrevivo por el periodismo. El periodismo es el que define mi vida laboral. Lo tuve muy claro cuando ingresé a la universidad. Otra pasión que tengo es el del periodismo cultural. Yo era el nerd que hacía el periódico mural del colegio desde el segundo de primaria. Entonces pensé que lo único con lo que podía ganarme la vida dignamente era a través de la comunicación.

¿Cómo fue tu inicio con la escritura? Fue como en muchos casos a través del cuento.
Creo que el cuento me ha servido para hacer ejercicios. Respeto muchísimo el género del cuento. He publicado muy pocos relatos, me siento más cómodo escribiendo novelas, aunque para el que no ha escrito ninguno de los dos, la novela podría parecerle más compleja. Para mí el cuento es más cercano a la poesía, me parece mucho más difícil de acercarse.

En este proceso de aprendizaje ha sido importante la presencia de Oswaldo Reynoso
A Oswaldo le tengo una enorme deuda de cariño. Fue un escritor que me tuvo paciencia.  Luego de leer mi primer manuscrito me invitó a su casa y me enseñó prácticamente cómo se juntan las frases, cómo hacer que suenen bien al oído, a construir una mirada, a entender qué es el estilo. Recuerdo que la primera vez que leyó lo que había escrito me dijo: «tienes una estupenda novela pésimamente escrita» (ríe), y me dijo que no me preocupara que me iba a ayudar. Tenía 24 años y me sentía en el podio con un maestro. Ese aprendizaje y esa sintonía con el maestro se han convertido en una amistad que siempre celebro.

Has dicho que estás harto de las novelas muy obvias, muy realistas podríamos decir. ¿Esto te ha llevado a desmarcarte de esta tradición?
No, yo no tomo decisiones para romper con influencias. Tengo mucho tiempo dentro del periodismo cultural y tengo claro que todas las artes conversan. Básicamente la creación artística responde a su tiempo. Siempre me he preguntado si estas novelas realistas deben ser pautas a seguir, es decir, son hermosas edificaciones, extraordinarias novelas, pero uno no tiene por qué seguir siempre esos caminos. Personalmente considero que no soy bueno para escribir realismo, no tengo buena memoria, no soy capaz de describir cómo era la habitación de mi infancia. Prefiero seguir por tradiciones que me son mucho más apasionantes, por ejemplo, a mí me encanta Alicia en el país de la maravillas, todas esas literaturas que tienen gran parte de fantástico…No escribo novelas fantásticas, pero me he dado cuenta de que para escribir novelas sobre Lima o sobre limeños, me parece que el realismo no alcanza. Siento que Lima debe explicarse desde el absurdo. Ello me sirve para reflejar más realistamente (ríe) a una ciudad como Lima.

Y estas obras no realistas se las tilda de escapistas, como si hubiera cierto deber para los novelistas de reflejar también los problemas sociales o fenómenos como la violencia
Siento que hay un problema en el lector que quiere reconocerse siempre. Yo no quiero que el lector se reconozca en lo que escribo. Quiero que el lector descubra otra cosa. Se va a terminar descubriendo, además todo proceso de escritura es un proceso de autodescubrimiento. No quiero que se descubra fácilmente, que vea pistas rápidas…tampoco quiero que el lector esté condicionado por esas formas de leer. Hemos leído tanto realismo que ya pensamos que toda la ficción es una repetición de anécdotas vividas cambiándole algunos detalles, y eso no es literatura. La literatura es mucho más.

Una característica de tu obra es la exploración en la psicología femenina, algo que es todo un desafío para un narrador hombre
Hablo de las mujeres porque me parecen personajes mucho más interesantes. Aprendo mucho más cuando me engancho a personajes de los cuales no conozco nada y trato de imaginar por qué toman las decisiones que toman. Tengo cinco hermanas, para aquellos que quieran saber por qué tengo este interés, entonces mi crianza ha tenido una huella femenina muy importante. Y siempre me ha interesado pensar en la psicología del otro. Nunca cuento desde mi forma de entender las cosas sino trato de ponerme en los zapatos del personaje.

 

KIMOKAWAII: UNA HISTORIA DE AMOR FRIKI

Michiko reclamaba a su lado. Ella prefería ver el canal especializado en anime y le reprendía su obsesión por ver tantos muertos. Lo dijo así: tantos muertos. El periodista cultural impostó una voz de autoridad paterna cuando respondió con intención didáctica:

-Los pueblos que olvidan los errores del pasado están condenados a repetirlos.

Pero su reflexión no logró convencerla.

-Tú no sabes nada. Vivimos para olvidar, y no te das cuenta.

-¿Qué dices?

Michiko hace un gesto de aburrimiento. Detestaba hablar en serio, pero a veces el periodista cultural necesitaba de sus lecciones.

-De un modo u otro, hemos llegado a un punto en que nada se mantiene por sí mismo. ¡No hay nada en qué creer! Nada es como en tus tiempos…

Michiko ríe con la última frase. Es la primera vez que menciona la visible diferencia de edad entre ambos.

-…tiempos en los que se veía Ultra Siete.

-Solo es un personaje de televisión-responde él.

-Cometes un grave error –Michiko es entonces quien asume la voz autorizada-. Lo que ves es lo que te representa. Lo que te gusta es lo que te define.

(Un fragmento de KimoKawaii, p. 102).

 

KimokawaiiPortadaHablemos de tu más reciente novela, KimoKawaii. ¿Cuál fue el punto de partida y cómo te planteaste la escritura?
La historia parte de un relato que me contó un colega periodista que había ido a Japón a cubrir el Mundial de Vóley, y entre partido y partido se le ocurrió entrevistar al protagonista de Ultrasiete, Kohji Moritsugu, quien actualmente tiene un restaurante en las afueras de Tokio. Mientras me relataba la experiencia yo me decía «tengo que escribir una novela sobre dos peruanos en la cocina de ese restaurant imaginándose qué ha pasado para llegar allí». Ese fue un motor. Otra cosa que me ocurrió es haber entrevistado a quien editó la revista Sugoi en los años 90 a propósito de un encuentro de lectores y me contó la experiencia que había sido difícil de sostenerla hasta el éxito que alcanzó. Eso me ayudó no solo a imaginar qué podían hacer mis personajes sino también para construir esta historia en los 90 cuando el Internet recién estaba entrando en nuestras vidas, cuando la tecnología recién estaba abriendo espacio, y aquí estábamos viviendo una dictadura feroz. Todas estas series de eventos fueron nutriendo esta historia que siempre quería escribir para darles un planteamiento coherente.

Entre los protagonistas de la novela, el periodista cultural y Michiko hay una diferencia de ver el mundo
Hay una diferencia generacional enorme. La generación del periodista cultural, que es la mía, la de quienes tenemos cuarentaitantos, que hemos visto Ultra Siete y tenemos una idea distinta del heroísmo, como de aquel que se sacrifica y entrega su vida…en cambio Michiko tiene 15 o 20 años menos, ella representa a una generación ya criada en la tecnología y que no pretende seguir la idea de heroísmo como sacrificio. Entonces es uno de los aspectos que trabajé en la novela: mostrar los conflictos entre dos generaciones.

¿Siempre procuras que entre novela y novela hacer algo distinto? Cuando publicaste Otros lugares de interés, en 2010, la crítica dijo que estabas en búsqueda de una personalidad literaria.
La verdad que no sigo las recomendaciones de los críticos. Debería haber críticos de críticos (ríe). Escribo porque escribir es algo muy íntimo y uno no puede perder el tiempo con lo que la crítica habla de uno. Por supuesto, tienes que escuchar las voces de todo el mundo, pero prefiero hablar con gente que te va a pescar los errores porque te conoce de mucho tiempo, a ellos le pongo más atención. Yo soy una de las personas más autocríticas. A mí la autocrítica a veces me paraliza. Pero en el caso de KimoKawaii quería hacer una cosa distinta, siempre la mejor opción –no por lo que te diga un crítico–  tienes que tomar nuevos riesgos, entender otras formas de escritura e inventar nuevos personajes.

¿Para quién uno escribe? ¿Se debe escribir libros con la intención que perduren?
Aquel escritor que escribe obras para perdurar me parece absolutamente ingenuo porque debemos tener claro que nos olvidarán cuando tengamos tres meses de muerto, y nuestra obra también va a desaparecer con nosotros. No nos puede animar, y es parte del pensamiento romántico, eso de escribir para perdurar. Tenemos que sacarnos de encima cualquier tipo de deseo de perdurar, sobre todo en un mundo en el que todo es de usar y botar. Uno escribe para sí mismo, en primer lugar, pero es que mientras vas escribiendo también te vas leyendo, el proceso de escritura es permanente reescritura. Además, porque escribir es una forma de autodescubrimiento. Cuando tengo el manuscrito se lo doy a leer a cinco amigos, yo escribo para esos cinco amigos. Cuando publico el libro no vuelvo a leerlo.

Como periodista, cómo ves la literatura peruana actual. Hay publicaciones recientes de temática autorreferencial
Eso es por una sensibilidad colectiva, porque el tema está en el aire, porque hay ciertas coincidencias que hace que un grupo de autores escriba sobre temas parecidos. El tema del padre es muy importante. ¿Por qué hace algunas décadas se decidió escribir sobre dictaduras militares?  Porque el tiempo histórico lo exigía. ¿Por qué los escritores hoy escriben sobre los padres? Porque en momentos en que la institución familiar se tiene urgentemente que replantear, cuando vivimos una dictadura del pensamiento conservador en el cual se nos ofrece una sola forma de familia, es importantísimo que los escritores se replanteen qué es el padre, qué es la familia, cuál es la relación de mi padre…creo que es urgente esta reflexión y celebro que haya estos escritores coincidiendo porque me parece mucho más interesante que esa coincidencia de los 90 del realismo sucio porque eso generó muchísimos textos y muy pocas obras han pasado el paso del tiempo. Hoy día está generando una eclosión de novelas sobre el padre con obras muy bien escritas y eso sí lo celebro.

¿El periodismo nutre al escritor o lo paraliza?
Cuando escribo ficción dejo al periodista de lado. Cuando escribes para prensa, redactas. La literatura te exige escribir. ¿Cuál es la diferencia entre redactar y escribir? En que cuando redactas escribes sobre lo que sabes, ya tienes tu libreta y sabes el qué, dónde, etcétera…cuando escribes literatura escribes sobre aquello que no sabes que sabes. Es decir, es un proceso en el que estás explorando en tu memoria y estás en permanente hallazgo que vas recuperando para tu proceso creativo. Muchas veces escribes sin saber hacia dónde estás yendo. Me encanta perderme mientras voy escribiendo. Son dos formas de escribir totalmente distintas.

 

 

LOS CINCOS LIBROS FAVORITOS DE ENRIQUE PLANAS

  1. Cuentos y la novela El hombre en el castillo, de Philip K. Dick.
  1. La tía Julia y el escribidor, de Mario Vargas Llosa.
  1. La palabra del mudo, de Julio Ramón Ribeyro.
  1. Kitchen, de Banana Yoshimoto.
  1. Los cuentos de Alice Munro.