Carlos Yushimito: Marginalia, la escritura despreocupada

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Comentamos la más reciente publicación del escritor Carlos Yushimito (Lima, 1977), quien en Marginalia nos presenta una serie de apuntes sobre diversos tópicos.

 

Por Gabriel Ruiz Ortega

La poética del narrador peruano Carlos Yushimito, desde que leí su primer relato en una revista sanmarquina hace más de diez años, exige de un lector entrenado, no menos que cuajado. Eso fue lo primero que llamó mi atención de la misma: su relativa complejidad temática alimentada por la densidad y el apego por la digresión. Años después Yushimito publicó Las islas, cuentario que confirmó mis impresiones: estaba ante un (muy) buen narrador. En esas páginas fui testigo de una luz oscura y de una voz insegura, pero a veces arrebatada, que nos entregaron cuentos de la talla de Seltz y La isla, a la fecha obras maestras del cuento latinoamericano contemporáneo. De a pocos, este cuentario, al que deberíamos calificar de culto, se fue imponiendo en la comunidad letrada, generando una silenciosa legitimidad literaria que, digamos en un modo frívolo, hizo que en el 2010 Yushimito sea seleccionado por la revista Granta como uno de los mejores escritores en español.

A partir de este acontecimiento que más de uno saludó de pie porque Yushimito alcanzó ese sitial en buena lid, empezaron los problemas.

Me explico: Yushimito dejó de ser Yushimito y se convirtió en un “Granta Boy”.

En lo personal, y a partir de aquí me ciño a una sana especulación, pienso que Yushimito no tuvo la calma y el tiempo necesarios para redondear otro cuentario de la talla de Las islas. A razón de la selección de Granta, hubo una expectativa tribunera que pedía ya otro libro suyo. Esa exigencia tribunera hizo que nos entregara un par de cuentarios a los que les faltaba algo, que no era más que esa luz oscura y esa voz insegura y por momentos arrebatada que sí presenciamos y celebramos en Las islas. El problema no era la escritura. Al respecto, tengamos en cuenta lo siguiente: hasta el último día de su vida, Yushimito escribirá bien, tremendamente bien, será un fino orfebre de la palabra escrita, como se viene señalando con toda razón desde hace buen tiempo.

Ahora el autor nos entrega Marginalia (odradek, 2015), que no es un libro de ficción, sino una serie de apuntes sobre distintos tópicos, apuntes que nos presentan a un Yushimito en un estado de gracia que nos hace testigos de su gran talento. En este registro sin patria podemos ubicar a un Yushimito que se desata y si la memoria no me falla, es el primero de su generación en ingresar a un registro que debería ser más abordado, siempre y cuando se exhiba una sabiduría generosa y se goce de legitimidad literaria y que el autor de interesado tenga, por lo menos, el ego dinamitado en el oficio literario. Con estas condiciones, uno puede alcanzar genuinas cimas de perdurabilidad en este registro etéreo del que Marcel Proust y, posteriormente, su discípulo Henry Miller, vaticinaron para la narrativa del Siglo XXI.

En su aparente sencillez, encontramos el punto de quiebre que sostiene Marginalia: la escritura despreocupada que le permite al autor escribir de lo que le venga en gana. Esta actitud hace que el lector de turno sea partícipe del mundo interior del autor. O sea, Yushimito comunica, tienta y seduce al lector con su mirada y pensamiento. Sin embargo, este lazo con el lector no siempre sucede en buenos términos. Para nada. Yushimito lanza dardos y lleva a cabo ajustes de cuentas, sin importarle a quienes hieran sus críticas. Hablamos pues de literatura insertada en la tradición de los retazos. Es decir, textos escritos en paralelo al trabajo mayor, que como tales, gozan de una frescura en su proceso, que se maceran sin apuros tribuneros. La tradición de los retazos tiene grandes exponentes en la tradición literaria en español, entre nosotros podemos citar Prosas apátridas de Ribeyro. Con esto no quiero decir que Marginalia vendría a ser nuestra Prosas apátridas de este siglo. Marginalia es una publicación que debe ser saludada en este presente por todos los amantes de la lectura y espero que su resonancia se mantenga en varias generaciones. En sus líneas y en sus silencios accedemos a lo que nos debe importar.