Sergio Chejfec: “Concibo la literatura como una forma de hacer preguntas”

 

Conversamos con el escritor argentino Sergio Chejfec, quien presentó en Lima la reedición de su novela «Boca de lobo» (Animal de Invierno, 2015). Es además, docente de la Maestría de Escritura Creativa de la Universidad de Nueva York.

 

 

Por Jaime Cabrera Junco

Entre los invitados a la Feria del Libro de Lima algunos estábamos pasándolos injustamente por alto. La reedición de su novela Boca de Lobo, a cargo del sello peruano Animal de Invierno, nos ha permitido descubrirlo. Sergio Chejfec (Buenos Aires, 1956) es un escritor de un estilo que reta al lector, que asombra y más que acciones nos ofrece reflexiones. Ha vivido 15 años en Venezuela –entre 1990 y 2005-, donde trabajó en una publicación cultural. Aunque fue una suerte de exilio voluntario, la experiencia la considera provechosa. Ha publicado 16 libros, que incluyen poesía, cuento, novelas y ensayos. Su obra ha sido elogiada por el escritor español Enrique Vila-Matas y en Argentina también se le reconoce por su pluma. Su apellido se pronuncia “Cheifec” y no son pocos los que nos trabábamos al tratar de decirlo como está escrito. Fuera de ese escollo, la charla que tuvimos con él fue bastante fluida.

 

Eres profesor en el Master de Escritura Creativa de la Universidad de Nueva York. Cuéntame sobre tu experiencia allí, ¿se puede enseñar y aprender a escribir?
Yo creo que se puede aprender a escribir… no estoy seguro de que se pueda enseñar, pero estoy seguro que se puede aprender. Lo que ocurre es que se puede aprender de muchas maneras. Me parece que es bueno que haya escritores jóvenes que tengan confianza en este tipo de desarrollos como los que propone la maestría. Está bien que tengan confianza pero me parece que muchas veces la utilidad de estos programas no radica tanto en los contenidos que transmiten como en la experiencia que implica. Entonces, en ese sentido, creo que el lugar o la responsabilidad del así llamado profesor es muy relativa. Yo más bien pienso mi colocación allí sobre todo como un orientador de lecturas más que como un transmisor de contenidos útiles para escribir.

¿Y qué es lo más difícil del proceso de escritura de acuerdo a tu experiencia en este master?
Bueno, depende del caso. Algunas veces lo más problemático es la autoconfianza, que puede ser excesiva o muy pobre. Entonces cuando tienes muy poca confianza en ti mismo puede ser difícil que alcances un objetivo. Cuando tienes demasiada confianza también es difícil. Creo que lo más importante es que cada escritor pueda calibrar la dimensión de su propia voz. Voz entendida en términos metafóricos. Cuando un escritor puede llegar a hacer tangible una coincidencia entre sus necesidades expresivas, sus imposibilidades y sus posibilidades, ahí creo que se consigue un buen resultado. Y para eso es bueno imitar hasta determinado punto modelos que admiramos. Creo que es muy útil escribir como otros, pero no escribir constantemente como otros.

Esto que acabas de mencionar, encontrar una propia voz, creo que es un problema capital en un escritor, porque muchos tienen historias, saben qué contar pero no encuentran la manera de hacerlo…
El punto está en que esa formulación, encontrar la propia voz, puede sonar demasiado inspiracional, demasiado sentimental, pero en realidad me refiero a algo bastante contrario a eso. Creo que uno encuentra su propia voz cuando es capaz de dominar, en el buen sentido de la palabra, sus necesidades expresivas y adaptarlas a necesidades estéticas y literarias. O sea, uno tiene que ser consciente de las herramientas que quiere utilizar y por qué las utiliza.

Y en tu caso, ¿cómo fuiste encontrando esa voz? ¿cómo te acercaste a la escritura?
Mi trabajo fue lento. No empecé muy jovencito a escribir, más bien creo que soy una especie de escritor tardío porque mi primera novela apareció cuando tenía unos 33 o 34 años y me llevó bastante tiempo publicarla. Como escritor me formé bastante solo, creo que fui encontrando mi propia forma de escribir gracias a un lento trabajo de ensayo y error. Para mí la literatura, y también para muchos otros escritores, fue una adquisición que dependió de un acto de la voluntad, y en ese sentido uno lo siente como un trabajo, en el buen sentido de la palabra.

BocadeLoboPortadaCuando se trata de definir tu estilo literario se habla de esta narración en donde la reflexión está de la mano con el ensayo. Comentabas, además, que como lector te interesa que haya cosas del libro que no puedas entender
Muchas veces nos interesan los libros no tanto por la identificación que producen o por la coincidencia con ellos sino más bien por lo que no dicen o por cómo lo dicen diferente por como uno quisiera leerlo o escucharlo. Quiero decir, los libros también están concebidos para hacer preguntas y no solamente para responderlas y, en ese sentido, yo concibo mi propia literatura como una forma de lanzar preguntas más o menos directas o veladas sobre la historia o sobre lo real. La mejor manera de hacerlo, desde mi punto de vista, es a través de un discurso aproximativo a las cosas, es decir, no ser muy tajante. A mí lo que me interesa es activar la imaginación a través de las ideas que se barajan alrededor de una historia.

Y, digamos, que por lo que te acabo de escuchar, esta es una postura tuya como narrador
Es una postura voluntaria también. Es verdad que un escritor siempre termina escribiendo no tanto a partir de lo que quiere escribir sino en gran medida a partir de cómo puede escribir. La escritura de uno es consecuencia de las limitaciones tanto como de las virtudes. Y en esa ecuación se baraja buena parte de la felicidad de una escritura o no.

Y en Boca de Lobo, esta novela que se ha reeditado en el Perú con Animal de Invierno, encontramos también la reflexión a partir del recuerdo de un personaje sobre su relación con una obrera (Delia). Es difícil determinar el origen de una narración sobre todo cuando no hay notorias referencias autobiográficas. Pero en este caso, ¿cuál fue el punto de partida de Boca de Lobo?
Mira, el punto de partida no fue una experiencia, tampoco fue una historia o un evento que haya leído en algún lugar particular. El punto de partida fue una idea. La idea tenía que ver con pocos elementos: por una serie de circunstancias yo quería hacer una novela que fuera como una de denuncia social, un poco a la manera de aquellas viejas literaturas de comienzos del siglo XX o fines del siglo XIX. Novelas que denunciaban la opresión, la explotación, las condiciones de vida o condiciones económicas a las que eran sometidas las clases y la población, pobre y explotada, etc. Entonces me puse a pensar cómo se podía hacer para que fuera una novela de esas características como una especie de novela social sin que tuviera lo malo de la novela social, o sea que fuera panfletaria, previsible, como demasiado legible y se me ocurrió que una posibilidad era una historia de amor descarnada y cruel, la cual sea el vehículo que facilitara una mirada absolutamente ajena y casi antropológica sobre ese mundo que para el narrador es muy visible pero al mismo tiempo muy opaco como es el mundo de la clase obrera. Los temas donde se cruzan la antropología, la política, la economía, la sociología con la literatura me parecen muy fértiles porque creo que la literatura está a veces demasiado cerrada a la idea de ficción, de ficción pura.

Leyendo la novela llama la atención que el narrador compara, contrasta la realidad con las novelas. Siempre dice “he leído muchas novelas donde…”
Bueno, es un narrador que no tiene mucha noción del mundo real. A lo mejor si hubiera tenido una noción tangible del mundo real no habría hecho lo que hizo. Entonces por eso su mundo es el mundo más físico vinculado con su conocimiento de Delia. Ella sería como la conexión suya con el mundo de los obreros. Por un lado está eso, y la otra parte de su mundo es el mundo de la literatura, un mundo construido, un mundo artificial pero que él lo concibe en términos reales. No sé si hay una clave pero esta especie de actitud que tú mencionas también tiene que ver con otros momentos de la novela donde se plantea que hay una pelea permanente entre el mundo de lo escrito y el mundo de las cosas concretas.

Respecto a la novela como género, has dicho que se encuentra en crisis frente a soportes como el cine y las series de televisión
Bueno, sí, no es novedad tampoco. La literatura está como sometida desde hace décadas a una gran presión de otros soportes más directos que también transmiten narraciones: la prensa escrita, la televisión, el cine, ahora también de alguna manera todo lo que tiene que ver con soportes digitales. Entonces la literatura ahí a veces termina quedándose como un poco a la deriva, en el sentido de que hay todavía propuestas que llevan adelante la idea de seguir narrando como se hacen las películas más exitosas o comerciales, o seguir narrando como lo hace la televisión. Creo que si la literatura tiene alguna virtud es la de poder apartarse de esos formatos que están cubiertos por otros lenguajes. La literatura tiene que plantearse otros caminos y formas.

¿Qué es lo que te motiva a escribir? ¿Qué es lo que hace que empieces a trabajar una historia?
Por un lado, en términos generales lo que me motiva a escribir es porque es algo que me gusta hacer y que siento como una especie de necesidad más o menos afectiva o no sé cómo llamarla. No sé si me siento muy preparado para eso pero lo tomo como un desafío hace mucho. Y por otro lado pienso que objetivamente no sé si serviría para otras cosas.

¿Cuál es el consejo más importante y constante que le sueles dar a tus estudiantes que llevan la Maestría de Escritura Creativa?
Yo no suelo dar consejos y menos consejos generales. L es recomiendo que lean autores u obras que considero que puedan ser útiles para la forma de escribir de ellos o para acotar, compensar un poco lo que ellos hacen. A mí nada jamás me resultó más inconveniente y fastidioso que un decálogo porque me parece que estos resumen ideas preconcebidas, no demostradas y absolutamente triviales y destructivas. El decálogo esconde una idea de utilitarismo, son una estafa.

 

LOS LIBROS FAVORITOS DE SERGIO CHEJFEC

  1. Zama, de Antonio Di Benedetto.
  2. El entenado, de Juan José Saer
  3. Desgracia impeorable, de Peter Handke
  4. Vértigo y Los anillos de Saturno, de W.G. Sebald

El quinto libro para nuestro entrevistado sería uno de cualquiera de estos autores mencionados.