Roger Santiváñez: entre el amor y la muerte

Presentamos una entrevista a este poeta peruano, fundador del movimiento Kloaka y una de las voces poéticas más representativas surgidas en la década del 80. Actualmente radica en Estados Unidos y nuestro colaborador Francisco Ángeles conversó con él en un bar de Filadelfia a propósito de la publicación en España de sus más recientes poemarios. He aquí el resultado de esta charla donde no solo se habló de poesía.

 
(Foto: Unión Libre)
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Por Francisco Ángeles*
 
 
Roger Santiváñez y yo nos juntamos, como siempre, en un bar de la calle Samson, en Filadelfia, a un par de cuadras de la Universidad de Pennsylvania. Aunque antes nos veíamos más seguido, las charlas mantienen el mismo tono: Santiváñez (Piura, 1956) siempre bebe Corona, habla por ratos serio, la mirada como de niño travieso, pero de pronto, cuando algo le da risa, irrumpe con una sonora carcajada. El fundador de Kloaka viene a encontrarse conmigo conduciendo desde el otro lado del puente, el que cruza sobre el río Delaware, y por eso ya me he acostumbrado a que una vez por hora salga a meterle unas monedas a la máquina que controla el estacionamiento. A veces vuelve sonriente. «Le puse para dos horas, maestro», dice. «Así chupo tranquilo un rato más. ¿En qué estábamos?» Pero yo nunca sé en qué estábamos. Nuestras conversaciones siempre van y vienen, entre Perú y Filadelfia, entre el pasado y el presente, entre la literatura y la política. Y por esa razón, la entrevista que aquí presento es solo una muestra de lo que siempre conversamos. Sin embargo, su publicación tiene un pretexto de fuerza: la reciente publicación en España de dos de sus más recientes poemarios: Virtú y Roberts Pool Crepúsculos, en un solo volumen, por la Colección Transatlántica del sello Amargord de Madrid. Aquí parte de la charla. 
 
 
 
Cuando escribes e-mails normalmente te despides con la frase «abrazo en poesía». Lo primero que quería preguntarte es cómo sale esa frase, de dónde surge, cómo así se te ocurrió.  
La uso hace bastante tiempo. Yo tengo la idea de que para escribir poesía hay que estar en poesía. Es una idea que tengo desde la adolescencia. Es como tener la cabeza en poesía, mirar el mundo desde la poesía. Para tener una visión poética del mundo, y de esa manera poder escribir todos los días, hay que vivir en poesía.  
 
 
 
Entiendo. Para ti la poesía es como un estado emocional, una fuerza, y no tanto un género literario.
Sí, un estado de ánimo, como un estado de gracia, no sé si decirle especial, no me gusta mucho la palabra, en todo caso un estado específico. Hay que pensar que lo único importante es escribir poesía, aunque realmente no sirva para nada. Tener la consciencia de que quieres dejar tus palabras antes de morirte. El poeta para mí es alguien que tiene una consciencia muy grande de la muerte. El poeta trabaja con la muerte, dice Enrique Lihn. La consciencia de la muerte es lo que nos lleva a escribir poesía. Para vencer a la muerte.  
 
 
 

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Me gustaría saber cómo manejas la brecha, la diferencia, la tensión, entre esas dos concepciones, la poesía como forma de vida, digamos, y la poesía como género literario o forma preconcebida de expresión. ¿Cómo es esa relación? De alguna forma el tránsito de la poesía como forma de vida a la escritura de versos implicaría una reducción. ¿Cómo lo manejas?
El puente es el lenguaje. La visión del mundo llega a través de lenguaje, de cadenas sintagmáticas, fónicas, de palabras. Pero en realidad la visión del mundo es una cosa y escribir poesía es otra. La visión poética implica una ruptura con el mundo, de lo contrario uno vería la realidad como todo el mundo. Hay una brecha, algo que no funciona. De ahí viene el origen del arte, a partir de un desajuste con la realidad. 
 
 
 
¿Cuándo empezaste a sentir esa ruptura con el mundo?
En el colegio, en Piura, desde los ocho años. Con mi familia la relación era armónica, pero sentía una gran soledad, y como jugaba solo me inventaba unas historias alucinantes. Y desde ahí aprendí muy bien a estar solo. Tengo un mundo propio muy grande. En la adolescencia entré en crisis, porque uno se siente obligado a ser el más pendejo, a enamorar a las chicas, y yo en ese aspecto estaba en nada. Si una chica me gustaba no podía acercarme a ella…  
 
 
De ahí lo de El chico que se declaraba con la mirada
Pero yo no me declaraba ni con la mirada… Bueno, supongo que sí, llegué a tener una relación de amistad, en la misa, los domingos, con una chica que también iba a la iglesia… diez años después estuve con ella, a los veinticinco. Se llamaba Lourdes…
 
 
Entonces hay una relación entre esa timidez adolescente y la escritura de poesía…
No sé si hay relación. Tenía ataques de pánico, pero en general era muy racional, tenía todo el mundo muy bien organizado con el catolicismo. Mi madre era muy católica, y por eso mi niñez fue feliz en ese sentido. Pero en la adolescencia empecé a cuestionar esa visión y terminé en el ateísmo total. El dogma católico era antihumano. Por ejemplo, no poder fornicar. Entonces giré hacia el pensamiento hippie, la libertad erótica, la paz, el rock, el amor libre. La sociedad era en general represiva y yo empezaba a cuestionarla. Entonces en ese período de vacío, cuando dejé de creer en el dogma católico, empecé a escribir. Buscaba respuestas a mis preguntas, respuestas que no fueran las del dogma católico, donde todo estaba bien ordenado.
 
 
Dos preguntas sobre lo que has dicho. Primero, ¿cuáles eran específicamente tus cuestionamientos?
Por ejemplo para qué vivo, para qu
é he nacido. Me preguntaba para qué vivir… y así empecé a escribir versos, sin haber leído nada de poesía, solo de manera intuitiva. Mi padre era un abogado culto, que me hablaba de libros y autores, pero a mí me importaba un pepino. Yo paraba metido en la guitarra. Después de empezar a escribir, empecé a interesarme en lo que otros escribían. Antes la lectura me llegaba altamente. Pero después le encuentras el vacilón. 
 
 
La segunda: ¿a qué edad fornicaste?
A los 16, en el Siete y Medio, de Piura, con Lidia.
 
 
Hasta recuerdas el nombre…
Era caserito, por lo menos por un año iba a verla. Había conversación, era como una amiga con la que tenía relaciones sexuales. Después a veces le leía poemas y me decía qué rayado eres, porque era raro leer poesía. 
MUJERES, KLOAKA Y POLÍTICA
 
 

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Un aspecto del que hemos hablado antes, y que ahora mismo mencionas, es el de las mujeres. Siempre tienes nombres y fechas muy claros en la memoria, como una especie de catálogo más que muy bien aprendido…
Yo defino mi vida a partir de las mujeres. Ellas cumplen un papel central en mi vida. Creo que es por la búsqueda del ideal de la belleza. Yo, como poeta, soy un buscador de lo bello, la belleza es lo que siempre me ha guiado. La belleza es un concepto abstracto, y la mujer encarna la belleza. Las mujeres son para mí un mundo fascinante. Todas las mujeres con las que he estado han sido bellas…
 
 
Eso suena a floro, habrás tenido también de lo otro…
Mira, a Carlos Germán Belli una vez lo encontraron con una mujer fea. ¿Pero qué haces, Carlos Germán?, le preguntaron. Y él respondió: «aquí donde me ves, buenos bagres me he comido» (risas). Yo, por el contrario, he llegado a la conclusión de que no hay mujeres feas. 
 
 
¿Cómo así llegaste a esa extraña conclusión?
Es que siempre he tenido una visión alucinada a la mujer. Es mi sensibilidad. Solo por ser mujeres, para mí ya tienen algo fascinante. 
 
 
Y entonces por eso dices que todas eran bellas…
Bueno, sí, quizá me estaba autoengañando, pero lo sentía de manera real. Todas las mujeres, desde mi primera experiencia sexual, a los cinco años, con una amiga que se levantó el vestido y se bajó el calzón…
 
 
Cuenta cómo fue exactamente eso…
Yo estaba chequeando unas revistas con desnudos, y ella los miró y por un instinto natural hizo lo mismo. Eso lo he contado en mi nouvelle Santísima trinidad… pero bueno, entonces decía que todas las mujeres, desde esa primera experiencia hasta mi actual esposa, Kathy, todas me han dado lo mejor de ellas mismas, y estoy profundamente agradecido.
 
 
Bien. Y para terminar, hablemos un poco de lo inevitable: Kloaka. La amistad era ciertamente importante para ustedes….
Queríamos compartir una actitud frente a la sociedad. Con Mariela Dreyfus éramos dos desajustados, queríamos manifestarlo públicamente, era un deber moral oponerse a la explotación del hombre por el hombre del capitalismo. Queríamos manifestarnos contra la opresión de una clase sobre otra, y contra la discriminación racial.
 
 
 

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¿Cómo deciden empezar con el colectivo? El primer impulso, ¿lo consideras más la consecuencia de un deseo político o uno literario?
Es literario. Sentí una fascinación increíble con las vanguardias, y entonces yo mismo quise hacer la mía. Pensaba en Colónida, en la vanguardia peruana de los veinte, en José Carlos Mariátegui, Amauta, Magda Portal, Hidalgo, Moro y Westphalen. Yo de algún modo quería asumir esa tradición, y mezclarla con lo chicha, que es lo que definía el Perú de los ochenta.
 
 
A pesar de que habías tenido un pasado más o menos militante, en esa primera época de Kloaka ya estabas desencantado del socialismo…
Sí. Yo fundé Kloaka por una actitud individual anarquista. En mi primera juventud fui marxista, milité a fines de los 70. Estaba decepcionado de eso, la izquierda hablaba de la revolución y solo querían llegar al parlamento, y convertirse en burgueses como otros. Entonces yo no creía en nada, ni en la patria. Era anarquista, bandera negra total. No respetábamos a nadie en Kloaka, estábamos contra la familia, el Estado, la sociedad, la religión. Más que construir un nuevo país, pensábamos en una hermandad universal…
 
 
Visto a la distancia, ¿qué tanto difieres políticamente de tus posiciones de entonces?
Pienso esencialmente lo mismo porque los problemas del Perú son los mismos. No tengo una visión política, no hay solución política para el mundo. Sigo siendo de izquierda, pero en un sentido más general: estoy en contra de las injusticias, pero no participo ni me interesa opinar sobre política. He definido muy claro mi camino y e
se es la poesía. Lo demás a mí no me interesa. 
 
 
¿Pero crees que a través de la poesía puedes contribuir, aunque sea de manera mínima o parcial, a un cambio en la realidad? ¿Piensas que quizá de manera muy indirecta, de una manera que opera por acumulación, lo que escribas llegue a producir algún efecto político, o simplemente ya no estás interesado en esa transformación?
En cuanto a lo político, no sé. Pero sí creo que la poesía puede enriquecer al ser humano y abrirle una luz hacia algún tipo de transformación. Por eso para mí en esta época una revolución implica un trabajo en el lenguaje. La poesía del lenguaje, la poesía neobarroca, es una revolución frente a la poesía coloquial, lo conversacional. Es una retórica que sería paralela a la revolución mental en América Latina. Ambas comparten la ambición de una aventura con el lenguaje, lo que implica necesariamente estar abierto a la revolución.
 
 
 
 
 

*Francisco Ángeles es escritor, crítico y periodista, con publicaciones en diversos medios académicos y periodísticos peruanos y extranjeros. Su primera novela, La línea en medio del cielo (2008), fue muy bien recibida por la crítica. Creó y dirigió el colectivo literario  Porta 9, y en los últimos años viene ejerciendo como codirector de la revista de literatura El Hablador, en cuyo blog escribe la columna «Doble click». Vive en Filadelfia, donde sigue un doctorado en Estudios Hispánicos en la Universidad de Pennsylvania. Actualmente alista la publicación de su segunda novela.
 
 


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