Rescate 4: «Café Milton y cordero con Saki» de Leonardo Aguirre (2005)

El cuento recomendado de esta semana presenta la historia de un viejo escritor que le da sugerencias a uno joven para ganar un concurso de relatos. El estilo irónico del autor, «un raro entre los raros» como lo llama Francisco Ángeles, queda en evidencia en el texto que presentamos en este post. 
 
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Por Francisco Ángeles*
 
Digamos, en primer lugar, que Leonardo Aguirre es un raro entre los raros en el universo de escritores peruanos que debutaron la década pasada. Si bien se interesa por la literatura como eje y tema de su escritura, difícilmente se le puede considerar un metaliterario ortodoxo: lejos de las citas y las referencias literarias que caracterizaban a algunos de sus compañeros de generación, Aguirre retrata personajes escritores, pero menos interesado por sus obras que por la triste parafernalia que los rodea (miserias personales, dificultades de subsistencia, delirios de grandeza, deseos desmesurados por el éxito y la fama). Cifra de una generación sometida a las certezas neoliberales, cuyos hijos culturosos posteriormente encontraron en los blogs y demás mecanismos virtuales el perfecto canal de autobombo y difusión a los que sus ambiciones individualistas los obligaban, los personajes de Aguirre retratan el momento en que incluso la literatura aceptó que el valor de cambio había desplazado completamente al de uso. 
 
Café Milton y cordero con Saki abre el libro debut de Aguirre, el casi completamente inhallable Manual para cazar plumíferos (2005).  En este cuento, un viejo escritor recibe la visita de un alumno que pretende participar en un concurso de cuentos, y le da sugerencias sobre cómo llevarse el primer premio. Sin embargo, su consejo no se enfoca en cuestiones «literarias», sino en impresionar tramposamente al jurado con la elección del epígrafe, el seudónimo, la primera frase, etc. Tal como posteriormente en su novela El Conde de San Germán (2007), Aguirre ironiza sobre los aires de grandeza de escritores que desde su «palacio» de palabras y de un fracaso que les impide ver hasta qué punto su empresa artística resulta absurda, estos «maestros» se extravían completamente en los monólogos alucinados que componen gran parte del cuento (en el caso de El Conde de San Germán, la novela completa). 
 
El esquema se repite en ambos textos: el maestro (medio loco, medio ridículo, imagen viva de la sabiduría y el fracaso al mismo tiempo) habla largamente, aconseja, se construye en su propia voz, una voz que contradice la realidad que la enmarca; y el discípulo (o el periodista que se acerca a entrevistarlo), se mantiene en una posición subalterna, y por eso su voz aparece oculta o solo se adivina, escondida detrás de la del supuesto maestro, el único autorizado a ejercer una autoridad que de pronto se revela ilegítima. Sin embargo, a pesar de la vacuidad esencial de la voz que guía, los largos monólogos de los maestros se ejecutan con un lenguaje de un raro fulgor, un lenguaje inventivo que parece complemento o, más bien, reemplazo de una obra literaria trunca o sencillamente inexistente. Y como consecuencia de este equívoco, finalmente se revela que ambos personajes se encuentran atrapados en un sistema que no deja salida, donde el fracaso es una parte constitutiva del ejercicio mismo.
 
Fiel a un humor muy característico que mantiene en casi todos sus textos, muchas veces asociado a la reconstrucción de un inédito lenguaje culturoso, Aguirre ha conseguido crear un estilo irónico, una lengua reconocible, que en gesto autocrítico nunca deja de apuntar a los mismos escritores. Y por eso, los cuatro libros que hasta el momento lleva publicados Aguirre son un aire fresco para la narrativa peruana. Esperamos que siga por la misma vía.  
 
 
LA PALABRA DEL AUTOR:
 
«La rutina de Willa Cather, quien antes de ponerse a escribir declamaba unas líneas de la Biblia King James «para entrar en contacto con su prosa elegante». Las servilletas que debí utilizar cuando mi empleada tiró a la basura el filtro de la cafetera eléctrica. La envoltura comestible de los tofis chinos. Esos epígrafes que nunca pongo. Los tomos de tapa dura que decoran los muebles de Ripley o Saga. Lamb to the slaughter de Roald Dahl. Mi gato que no juega con ovillos de lana sino con rollos de papel higiénico. Una película de Eduardo Mendoza: TQ-1992. Los émulos de Carver que tanto me aburren. Los sinónimos de Phillip Butters. Todos los libros que vendí para costear pasajes, cafés y cigarrillos. Todos los libros que ahora compro y no leo».
 
 
 
EL CUENTO
 
Pueden abrirlo y descargarlo en este enlace.
 
 
 
 
*Francisco Ángeles es escritor, crítico y periodista, con publicaciones en diversos medios académicos y periodísticos peruanos y extranjeros. Su primera novela, La línea en medio del cielo (2008), fue muy bien recibida por la crítica. Creó y dirigió el colectivo literario  Porta 9, y en los últimos años viene ejerciendo como codirector de la revista de literatura El Hablador, en cuyo blog escribe la columna «Doble click». Vive en Filadelfia, donde sigue un doctorado en Estudios Hispánicos en la Universidad de Pennsylvania. Actualmente alista la publicación de su segunda novela.


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