Oswaldo Reynoso: «Si uno se dice escritor y solo hace propaganda no es un creador»

 

Es el tercer día del Hay Festival en Arequipa. Las cosas parecen ir con normalidad, pero es fácil darse cuenta de que, en las hasta ahora más de treinta mesas, muchos panelistas han repetido el plato más de una vez. Sin embargo, a Oswaldo Reynoso, quien tendría muchas cosas que decir en el marco de este festival, a duras penas, solo lo podemos ver en esta mesa acompañado del escritor arequipeño Orlando Mazeyra.

 

Por Christian Ávalos, desde Arequipa

Vengo de una mesa en la que se respiraba autocomplacencia, en la que el moderador modifica el tema según convenga para que todos los panelistas se sientan felices y nadie salga incómodo. Termina este acto de endogamia y estoy decepcionado. Cuando llego a la Alianza Francesa, pareciera que Reynoso había estado leyendo mi mente, mientras me preguntaba por qué rayos pasa esto: «La actitud de esos escritores obedece a lo que pregonan los grandes púlpitos del mercado (editorial)».

—Entonces, ¿qué pueden hacer los escritores y editoriales independientes? —se pregunta Mazeyra.

Reynoso recuerda a Aníbal Quijano, sociólogo peruano, y habla de la «colonización del poder». Antes los grandes imperios nos mandaban tropas para someternos; ahora para colonizar nuestra mente les basta con la internet, con la que introducen en nuestra mente películas o libros. En las grandes editoriales ahora se les da prioridad a las novelas de ciencia ficción, terror, etcétera, y no se da prioridad a los grandes temas de la realidad peruana, temas que eran de Arguedas o Alegría: la pobreza, la educación elitista, la desigualdad social. En la actualidad se producen libros que se «consumen» una vez y no se consumen más.

Mazeyra trata de ver el lado positivo: ¿Sin embargo, el Hay Festival no sirve para que ciudades como Arequipa —provinciana en el peor sentido— salga de su ombliguismo?

Ese no es el problema, dice Reynoso, el problema es económico y de dominación. El problema es el poder, es sostener un sistema económico neoliberal en donde lo fundamental es ganar plata, a costa de todo. Por ejemplo, el actual clima de Arequipa ha sido modificado por la contaminación generada por los intereses económicos de los países hegemónicos.

 

El capricho reynosiano

Oswaldo Reynoso no había sido consciente de si tenía algún estilo o no. Le llamaba la atención la palabra capricho en el diccionario. Esta palabra no solo significa lo que hace alguien cuando le viene en gana, sino también define a una obra de arte, musical, por ejemplo, que no obedece las normas establecidas para la creación. ¿Habrá, en ese sentido, capricho en la literatura? En nuestro país hay un gran capricho: La casa de cartón, de Martín Adán.

«En el caso de mi obra también existen caprichos: Los inocentes, por ejemplo. Me preguntaban si eran cinco cuentos o una novela. O En octubre no hay milagros. Son caprichos», dijo.

 

En el Vaticano no hay milagros

Se han cumplido cincuenta años de la publicación de En octubre no hay milagros, novela fundamental de Oswaldo Reynoso. Hace muy poco se publicó en Roma la traducción al italiano de esta novela, lo que lo llenó de mucha satisfacción. Se iba a presentar en una librería que quedaba en la puerta del Vaticano. Sin embargo, la editorial no tenía dinero suficiente para sufragar los gastos del viaje de Reynoso. Le propusieron comunicarse con el Ministerio de Cultura en Lima para que ellos se hicieron cargo de los pasajes. Reynoso se negó, no estaba dispuesto a tener ese tipo de contacto con el poder.

 

Las poses y las convicciones

Mazeyra dice, bromeando, que esa sería una raya más al tigre. Aunque no deja de señalar que en la actualidad, muchos autores jóvenes por querer construir una imagen de malditos son capaces de hacer cosas tan solo para estar en boca de la gente, mostrando una impostura de estar contra la corriente, evidenciando que en ellos es más la pose que la creación.

Lo fundamental del creador es crear, escribir, sentencia Reynoso. «Si uno se dice novelista o poeta y escribe un texto y todo el tiempo se dedica a hacerle propaganda a lo que ha escrito no es un creador, porque un creador vive y muere por su creación. En mi caso, cuando he presentado libros en prostíbulos por iniciativa de amigos, como lo que sucedió en Chimbote, la madam de un prostíbulo le dijo que además haría una biblioteca en su local que llevaría el nombre de Los inocentes», señaló el escritor.

Esta ironía es una poderosa arma en la literatura, es el arma con la que David vencerá a Goliat.

 

«No llores, Colorete»

Reynoso termina su intervención con una conocida anécdota que le sucedió hace algunos años cuando en un colegio de Lima leyó su relato «Colorete», y al momento de preguntar los alumnos estaban bajo la consigna de una profesora equívoca que les obligó a hacer preguntas «técnicas». Solo al final, fuera del aula, vinieron preguntas interesantes: ¿Usted conoció a Colorete? ¿Dónde vivió? ¿Por qué Juanita le hizo eso?

Una alumna, luego de que todos ya se hayan ido, se acercó a Oswaldo y le dijo que tenía un regalo para Colorete. Sorprendido, Reynoso le dice que Colorete es una invención suya y que, si alguna vez estuvo inspirado en un personaje real, este ya no será un muchacho, sino una persona anciana. Si no lo encontraba, el regalo sería para él. Evidentemente, no lo encontró. Dos semanas después abrió el regalo y vio que dentro de la cajita había un bombón con una nota que decía: «No llores, Colorete. Yo te quiero». Fue el bombón más rico que comió en su vida.

Ya con la rosa del Hay Festival en sus manos, se acerca a él el escritor chileno Alberto Fuguet, lo saluda muy respetuosamente y se toma la que yo creo es la primera selfie de Reynoso.

Reynoso y Fuguet, Poco después de que el maestro nos recordara que leer es un placer, o sea por gusto. Por eso están erradas propuestas como el Plan Lector.

Reynoso y Fuguet, Poco después de que el maestro nos recordara que leer es un placer, o sea por gusto. Por eso están erradas propuestas como el Plan Lector.