Muertos que se rehúsan a morir: (ella), de Jennifer Thorndike

Esta joven escritora acaba de presentar en la Feria del Libro de Lima su primera novela en la que retrata la extrema relación entre una madre tirana y una hija atormentada por el sentimiento de culpa. Ofrecemos en este post una reseña sobre este desgarrador texto que empieza a consolidar una interesante voz narrativa.


postResenaElla.jpg

Por Marlon Aquino Ramírez* (@Nefelibata80 en Twitter)

«Yo le digo que está bien, que no soy creyente y me da lo mismo. Y que además espero que rezar no tenga sentido alguno, que mejor no haya nada después de la muerte porque así podré estar segura de que esto ya ha terminado». (Pág. 89).

No basta con estar muerto para morir. Este es el sustrato temático de (ella) -editado por Borrador Editores-, primera novela de Jennifer Thorndike (Lima, 1983), en la que mediante el desgarrador monólogo de una mujer de casi sesenta años nos demuestra que los fantasmas existen y que, para algunas personas, es terriblemente difícil deshacerse de ellos. Si los espectros que rondan a la protagonista de (ella) fueran como esos vampiros o zombis que deambulan por muchas películas y libros, sería fácil acabar con ellos. Les clavas una estaca en el corazón o les arrojas agua bendita y ya, se desintegran. Pero ¿cómo haces para sacarte de encima a una madre que te ha tiranizado durante toda tu vida, haciéndote sentir culpable por haber nacido, y que, aún después de muerta, sigue presente en lo que piensas, en lo que sueñas, en lo que amas y odias? De esto se habla en (ella) con una crudeza y una intensidad poco frecuentes en nuestra literatura.


HUELLAS EXISTENCIALISTAS EN (ELLA)

Territorio minado el que ha recorrido Thornike, en el que un mal paso pudo haber provocado un estallido emocional en su protagonista que, paradójicamente acaso hubiese restado intensidad a su relato. El estilo utilizado para alcanzar este objetivo, así como la representación del sentimiento de haber sido «arrojado al mundo», me lleva a relacionar esta novela con las indagaciones de los existencialistas franceses del siglo XX. Especialmente con El extranjero de Albert Camus, novela tan breve como (ella), en la que la persistente parquedad de Meursault va poco a poco inquietando al lector, quien empieza a vislumbrar el iceberg de emociones oculto bajo la avaricia de su discurso. Del mismo modo, la protagonista de la novela de Thorndike, aunque más expresiva, da la sensación de contar apenas una parte del infierno en que ha vivido desde que tuvo conciencia. Asimismo, al igual que en El extranjero, en (ella) se realiza un análisis de las reacciones poco frecuentes ante la muerte de la madre, símbolo por excelencia del amor incondicional.

«Me acerco más al cajón, toco el vidrio. (…) Todo lo que has escrito te define como una madre ejemplar, y a mí me describe como el animal en que me convertiste. Ahora tu resentimiento es justificado, aunque mi indiferencia también lo es». (Pág. 88).

Sin embargo, hay una significativa diferencia entre ambas novelas. Mientras que Meursault recibe una condena de la justicia (por haber cometido un asesinato) y de la sociedad (por comportarse como una especie de monstruo y no llorar en el entierro de su madre), la protagonista de (ella) recibe una condena mucho más dura: la de morir en vida, la de nunca ser libre y vivir atada a quien la trajo al mundo. Muerta su madre a los noventa y cuatro años, la protagonista que ya bordea los sesenta no conoce más vida que la pesadilla de estar encerrada en la misma casa que esa mujer que la domina. El absurdo de nacer sin haberlo elegido, con el agravante de nacer para morir a plazos.


EL CANDADO DEL PRONOMBRE

¿Y quién es la (ella) del título? ¿Qué significan esos paréntesis? Cada lector tendrá su interpretación. Para mí, «ella» es, al mismo tiempo, la protagonista y su madre, fundidas indisolublemente en un pronombre que es también como el candado que aparece en la portada del libro. Así, para salir de la cárcel de la dependencia, sería necesario quebrar el candado del pronombre. Escapar del mundo de la madre, ser un individuo, ser libre. Thorndike sabe de las significaciones agazapadas en la gramática y por eso opta por no individualizar con un nombre a las protagonistas de su historia.

Pero además de habitar en un pronombre, el binomio madre-hija está aislado del mundo, ajeno a lo que pueda estar pasando allá afuera. Unos opresivos paréntesis las aíslan de lo circundante. Y si queremos rescatar más significados del título, podemos ver que dentro de los paréntesis que encierran a la palabra «ella» la doble «l» aparece como símbolo de las puertas que incomunican a madre e hija, puertas por las que la madre desliza esos papelitos con mensajes que buscan seguir sembrando la culpa en la psicología atormentada de la hija.

¿Pero cómo escapar de esta prisión? ¿Cómo empezar a vivir a los sesenta años? Ella -la hija- no se hace muchas ilusiones. Puede salir a la calle, pero es como algunos presidiarios que, tras cumplir una larga condena (podríamos decir: al haber vivido tanto tiempo «entre paréntesis»), descubren que afuera el mundo ya no es el que conocieron y que sería mejor volver al encierro, al mundo conocido, sí, asfixiante, pero extrañamente familiar.

«Ya estoy vieja también para conocer el lenguaje de la calle, los signos, las avenidas más allá de mi zona segura. No es tan fácil. Librarme de ti solo ha sido el primer paso de un camino desconocido, un camino que a mi edad me cuesta demasiado enfrentar». (Pág. 73).

Jennifer Thorndike confirma sus dotes de narradora (ya mostradas en su libro de cuentos Cromosoma Z) con esta novela inquietante, cuestionadora, dura. El último capítulo, el único en el que se registra un cambio de narrador, y en el que se da el más significativo salto al pasado, golpea fuerte. Nadie puede salir indemne de este libro.
*Marlon Aquino Ramírez estudió Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. En 2008 publicó una colección de seis cuentos infantiles (Ediciones El Nocedal). Ha escrito reseñas para  la revista virtual de literatura El Hablador y el portal web Porta 9. El año pasado publicó su primera novela Las tristezas fugitivas, que puede ser adquirida en librerías y en Amazon.


No hay comentarios

Añadir más