Martín Kohan: En literatura es más importante el «cómo» que el «qué» se cuenta

Argentina es el país invitado de honor de la Feria del Libro, y uno de sus representantes que nos visitó fue el escritor argentino Martín Kohan. Conversador y provocador, este escritor sustenta en esta charla su particular visión sobre la literatura.

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Al empezar una nota sobre escritores es una costumbre -y una obligación en el periodismo- mencionar si ganó tal o cual premio, y en tal o cual año. Sobre Martín Kohan (Buenos Aires, 1967) podemos decir, que muy a parte del Premio Herralde que ganó en 2007 por su novela Ciencias morales, es un escritor interesante por su manera de ver y hablar sobre literatura. En la ceremonia de inauguración de la 17 Feria del Libro de Lima marcó la diferencia no solo porque -irreverente él- vestía una camiseta y unos jeans desgastados, sino por lo que dijo. Su discurso nos sacó del soponcio que suelen causar este tipo de ceremonias.

En la inauguración de la Feria del Libro dijiste algo que no solo llamó mi atención sino que me remitió a la esencia de este blog: «Estamos aquí por algo que nos importa mucho y que no importa a tantos: la literatura». ¿La literatura realmente no le importa a mucha gente?
Es muy fácil remitirse a una constatación empírica. ¿Cuál es la irradiación de un libro promedio al que le vaya razonablemente bien? ¿5 mil, 8 mil, 15 mil ejemplares?

Y con 15 mil ya es un best seller…
Claro, y si no veamos, ¿Cuántas personas caben en un estadio de fútbol? Cincuenta mil o más. No lo digo peyorativamente que yo también voy al estadio. Quiero decir que si la tasa de éxito promedio de la literatura es de 15 mil, por no hablar de lo que puede ser una media razonable de buenos libros, de buena literatura, estamos hablando de 4 mil o 5 mil y eso es claramente minoritario.

¿Y en estos tiempos de Internet esto se ha agudizado? Por ejemplo, en el siglo XIX la literatura era una de las formas más inmediatas de entretenimiento
En parte es probable, tampoco hay que mitificar las épocas pasadas en, donde efectivamente, la lectura cumplía una función de entretenimiento con una mayor eficacia. Lo cierto es que más que añorar un pasado, lo que estoy pensando es en la posibilidad de que más lectores accedan a un tipo de literatura que no quepa en términos estrictamente de entretenimiento porque la literatura de entretenimiento sigue consiguiendo récords de cifras cuantiosas. Estoy pensando en esa clase de literatura que me interesa, que es la que tiendo a enseñar cuando trabajo en la universidad, que es una literatura exigente, que demanda concentración, que es infinitamente placentera, pero en términos de destreza en aplicación de literatura. Si pensamos en ese tipo de literatura el universo evidentemente se restringe.

Cuando dices que más que ser escritor te interesa escribir literatura ¿a qué te refieres?
Me refiero a modos de concebir la literatura. Hay diferentes criterios sobre qué es lo sustancial a la hora de escribir y leer. Existe una opción literaria dominante mediante la cual todos los elementos que componen un texto están supeditados a la trama, y se escribe bajo la premisa de ese privilegio de la historia narrada. Todos los otros elementos que están funcionando en un texto o bien se atenúan -casi hasta la disminución- o funcionan en el texto para sostener la eficacia de la trama. Todo esto para que el desarrollo sea ágil o, como se dice, que las páginas pasen pronto, que no hayan dificultades para el lector. En la literatura el lenguaje y sus formas no deben ser mero soporte de la historia que se va contar, sino al contrario.

Entonces, por lo que dices, lo que a ti te interesa es el lenguaje, es decir,  el «cómo se cuenta» antes que el  «qué se cuenta»
A mí me parece una distinción pertinente, pero básica. Bajo mi criterio, en la literatura todo es «cómo», mientras que en otras perspectivas con fines comerciales el «cómo» es el que hay que diluir. Mi deslumbramiento como lector es precisamente el «cómo». Cuando un texto no tiene eso, cuando la adjetivación es previsible, cuando la disposición sintáctica también lo es, para mí no está pasando nada así haya ocho crímenes por página.

Eso nos remite a tu novela Ciencias morales, en donde precisamente no hay mucha acción, pero hay una atmósfera que transmite la tensión de la profesora del colegio que está esperando las órdenes del director
Esa creación, tiene que ver con el «cómo». Porque el «qué» es una chica (la profesora) esperando que pase «algo» y ese «algo» nunca pasa. Esa espera de ella está sostenida en una demora que surgen por las palabras. Este es el modo por el que me interesa la literatura, por eso la escribo de esa forma. Yo prefiero, o es lo que intento, que la historia cobre existencia en el narrar más que en lo narrado.

LA LITERATURA ARGENTINA Y LA HERENCIA DE BORGES

cienciamorales.jpgHa hecho periodismo deportivo, es profesor de teoría literaria en la Universidad de Buenos Aires (UBA). Es también judío, y dice que no le molesta cuando se lo dicen. «¿Es que acaso creen que «judío» es un insulto?» Lo mismo dice sobre el término indígena. Martín Kohan habla rápido, es una máquina que produce palabras, no solo cuando escribe sino cuando conversa. En la tarde que conversamos en el campo ferial, Kohan lleva un cuaderno escolar cuadriculado donde tiene anotado y enumerado lo que disertará después de nuestra charla en una mesa de la Feria del Libro. Casualmente minutos después compartiríamos esa misma mesa y luego de escuchar su participación nos convenceríamos que fue una de las presencias más notables en este encuentro de escritores, lectores y editoriales.

Y este Premio Herralde, que ganaste en 2007, te obligó a salir a hablar, a exponer públicamente tus ideas, algo que criticabas en el sentido que hay escritores que solo quieren que se sepa de «su» literatura
Yo soy profesor de literatura, por lo tanto todo lo que suponga una convocatoria a dialogar sobre literatura es algo que me convoca absolutamente. Ahora, suponer que eso tiene algún tipo de brillo, de estelaridad, algo parecido a la fama, ¡famoso es Messi! (exclama). A mí me parece que la idea del escritor estrella es un oxímoron. El Premio Herralde supuso la enorme satisfacción que el horizonte de lectores se abriera enormemente, algo que me entusiasma y me da placer, porque me permite circular, hablar sobre literatura.

¿Y cómo enfrentaste el éxito repentino luego de ese premio? Cuando un escritor recibe un reconocimiento las editoriales se encargan de resaltarlo, de recordarlo y a veces los escritores son recordados solo porque ganaron un premio por una determinada novela
El trabajo de las editoriales no es el mismo de los escritores. Ellos están pensando en cómo vender los libros y nosotros en cómo escribirlos. Si un escritor está tomando hasta las más mínima decisión literaria en función de esa perspectiva, de repercusión de venta, me parece ilegítimo, inauténtico. Si un premio te ata o no, depende del temperamento del escritor. En mi caso, yo escribo lo que quiero  en el modo que quiero.

En cuanto a la literatura argentina contemporánea, que fue uno de los temas que se abordó en una mesa la feria, ¿qué ha pasado desde Borges, Cortázar y hasta llegar a Leopoldo Brizuela que acaba de ganar el Premio Alfaguara de novela?
Bueno, ha pasado muchísimo. En estos últimos años, creo que algo que podría definir las condiciones de la narrativa argentina es una multiplicación de posibilidades de circulación. Yo marcaría dos cosas. Primero, la posibilidad de relacionarse con la figura de Borges y su literatura sin el peso intimidatorio que este tuvo sobre la generación de escritores que vino inmediatamente después, que no es mi caso. Hubo una serie de escritores ext
raordinarios que sí empezaron a enfrentar este peso, como por ejemplo Manuel Puig, Juan José Saer, Ricardo Piglia, etc…, los que empezamos a escribir después no es que hayamos podido escribir sin Borges, sino al revés, hemos podido tener a Borges como figura y referente de admiración sin que tuviese ese efecto opresivo sobre nosotros.

Y por eso mismo dices que es saludable que no haya otro Borges
¿A quién podría ocurrírsele se otro Borges? Me parece que es descabellado, ¿quién podría serlo? Ni Borges pudo ser Borges cuando quiso remedar a Borges. Él era tan grande por lo que había hecho que ni siquiera cuando en algunos textos se propuso volver a hacerlo pudo ser tan grandioso.

¿Y a qué escritores argentinos admiras y consideras importantes en tu formación como escritor?
Bueno, son muchos. Está Borges, por supuesto. Admiro a Manuel Puig, a Ricardo Piglia, a Rodolfo Walsh, a Juan José Saer, que fue un escritor determinante para mí. Entre muchos más y están mis contemporáneos y los menores que yo.

CINCO LIBROS RECOMENDADOS POR MARTÍN KOHAN

1. El Aleph y El Sur, de Jorge Luis Borges.

2. Glosa, de Juan José Saer.

3. El sonido y la furia, de William Faulkner.

4. El Ulises, de James Joyce.

5. Trilce, de César Vallejo («y no lo tomen, por favor, como demagogia», dice Kohan).



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