Jorge Pimentel: «La poesía es el hombre, es un acto de supervivencia»

La reedición de su poemario Tromba de agosto (Lustra Editores, 2012) fue el pretexto para conversar con este gran poeta y fundador de Hora Zero, movimiento que fue una respuesta rebelde a la manera de hacer poesía en la década del 70 y «liberar al hombre de su alienación espiritual». De allí su vigencia en estos días de ‘prosperidad’ y ‘booms’ de todo tipo.



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Por Juan Carlos Fangacio y Jaime Cabrera


Por alguna extraña razón esta conversación se fue postergando. Empezamos a contactar al poeta desde agosto, mes que hacía juego con el título de su poemario reeditado: Tromba de agosto (Lustra Editores, 2012). Sin embargo, o el poeta no podía o nuestros tiempos no coincidían. Al final, antes de que acabe el 2012 conversamos con él. Jorge Pimentel (Lima, 1944) nos recibió en su casa para poder hablar sobre su obra, la influencia de Hora Zero y su poesía en particular. 



En un texto que recoge Tulio Mora en su libro Hora ZeroLos broches mayores del sonido, y que inicialmente iba a publicar José Miguel Oviedo, usted dice que empieza a escribir a los 18 años y que escribir es su «venganza». ¿Por qué lo dijo?
Mira, si tú rememoras el año 1965 (Hora Zero sale en el 70), la sociedad peruana en esa época era terrible. Se excluía a la gente, a los obreros, a los trabajadores. Ahora dicen que la realidad es frívola, pero en esa época la frivolidad era terrible desde todo punto de vista. Yo nací en la calle Miller, en Jesús María, y estaba desconcertado porque ya percibía mi sensibilidad en esa época y lo mejor que hice fue mudarme de ese barrio al que quedaba en el Bar Pilsen, por el Ministerio de Salud. Por esa época mis padres se divorciaron y me quedé viviendo con mi madre. Ella, por primera vez, trabaja y yo la veía tomando su microbús para ir hasta el Centro Lima a trabajar. Yo he querido vengarme de la sociedad peruana siendo poeta. Pero hay que ser muy valiente para dedicarse a la poesía y a la literatura, porque desde que decides ser poeta, todo está en tu contra. Eres un sujeto bajo toda sospecha. Aparte de eso, cuando yo veía a mi madre ir en microbús al Centro, eso no lo veía en la poesía peruana. Leía a César Calvo -que es bueno, pero sus trabajos posteriores me gustan más, como Las tres mitades de Ino Moxo- o leía a Sologuren hablando de cosas líricas… y me decía ¿dónde está mi vieja yendo en microbús al trabajo? ¡No estaba!


Eso que usted llama venganza entonces es también contra esa poesía alejada de la realidad…
No, no. Hay una venganza contra la época, que era muy clasista, muy de barones del azúcar. Y la otra venganza es para tratar de que la poesía aterrice en la realidad. Si yo cantaba «¡Vivan los obreros! ¡Hay que tomar las fábricas!», no estaba diciendo nada de poesía, mejor era ponerlo en un panfleto. Estábamos contra la poesía social-realista, contra la poesía elitista influenciada por la poesía inglesa, francesa y española. Entonces decidí entrar en la Villarreal, la peor universidad del Perú (ríe), y allí nacieron poetas muy importantes, allí nació Hora Zero.


Usted no imaginó encontrarse a esos poetas, luego compañeros de Hora Zero…
¡No! Llegué a la Villarreal y no había nada, una cosa terrible. Me junté con un grupo de poetas que eran buenas personas, pero no eran interesantes poéticamente, que repetían a Neruda (que a mí no me gusta, salvo Alturas de Machu Picchu). Y me mudé al turno tarde, y allí me encontré de casualidad con muchos poetas. Un día estaba viendo mis notas y me pusieron 08 en Introducción a la Historia Universal y Juan Ramírez Ruiz, que estaba a mi lado y a quien también lo habían jalado, me empezó a hablar. Fuimos a tomar un café y allí me di cuenta de que él también tenía la misma inquietud poética, la misma percepción. Allí nos amargamos y decidimos fundar Hora Zero. ¿Y por qué fue importante? Porque Juan Ramírez Ruiz venía de Chiclayo y traía todos los conflictos sociales de las haciendas de Cayaltí, de los mitos. Porque Mario Luna venía de Chimbote y traía todo el ‘aputadramiento’, como yo le digo. Porque Jorge Najar trajo la selva. Y luego se unieron Manuel Morales, José Carlos Rodríguez, Julio Polar, y otros. Hasta antes de eso yo escribía cosas muy malas porque no me identificaba con la poesía de esa época.


A propósito de esos primeros escritos suyos que no consideraba poemas. ¿Usted cree que se nace poeta? Muchos dicen que, a diferencia de la narración, la poesía viene con el escritor
Yo creo que todos los que se hacen poetas lo hacen por venganza, venganza contra el sistema, contra la sociedad. Un narrador lo puede tener también, pero un poeta es más salvaje en ese sentido. ¿Si tiene que haber una predisposición? En realidad es tu visión, lo que ves en el país, lo que no te gusta. Ya se aúna a tus sentimientos, caminan juntos.


Y esa imagen de su madre en bus, ¿quería usted plasmarla en la poesía?, ¿se propuso hacer ese tipo de poesía callejera?
Yo no tenía nada contra la poesía peruana hasta que vi a mi madre tomando un microbús y todas las peripecias de esa época. Cuando trabajaba en la Inka Kola como distribuidor también empecé a conocer la realidad peruana. Me conocí todas las rutas de Lima, allí se me abrió el panorama. Y hablando con los camioneros y los ayudantes agarré otro ritmo, y me di cuenta de que la poesía peruana estaba en la calle. Me di cuenta de que los poetas peruanos estaban hasta las huevas, escribían de Londres, de Madrid. Había una mentira en la poesía peruana. Eso me desahuevó. Hora Zero transforma la poesía peruana con un lenguaje nuevo. Y le pusimos Hora Zero porque desde aquí empezaba el partido, de la nada.


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¿El nombre no tiene que ver nada con el libro de Enrique Congrains: Lima, hora cero?
No, absolutamente… ni siquiera con lo de Ernesto Cardenal, como algunos dicen. Le pusimos Hora Zero porque significa desde esta «hora cero» empieza el partido.


Y en ese manifiesto de Hora Zero, Palabras Urgentes, usted junto con Juan Ramírez, menciona que la poesía peruana después de Vallejo «ha sido un hábil remedo, trasplante de otras
literaturas». Esto en clara alusión a la Generación del 60…
Totalmente. Porque, bueno, aunque respeto a Rodolfo Hinostroza, él tuvo unas frases muy lamentables como cuando dijo «es preferible contemplar el río Támesis que el río Rímac» y que es preferible contemplar a un desnudo griego que a un cholo calato. Allí empezó la cojudez, esa es la visión que tenía el 60.


¿Y era una visión sincera, cree usted, o era una provocación?
No, no. Hinostroza lo declara en la antología Los nuevos, no era simple provocación. Si lees a Hinostroza tú ves una influencia total de Saint-John Perse en Consejero del lobo. Y en  Contranatura hay una influencia de Ezra Pound total. Entonces la poesía peruana tomaba territorios prestados para escribir, tomaba el hippismo, la Guerra de Vietnam… temas prestados. Nosotros, al contrario, hablamos de problemas sobre Chimbote, Chiclayo, Lima… estamos acá. Nosotros preferimos al cholo calato que al desnudo griego, preferimos al río Rímac que al Támesis. Pese a eso, en el manifiesto mencionamos también a Hinostroza como una posibilidad importante.


También critican ustedes a Martín Adán…
Sobre Martín Adán (piensa unos segundos), para unos poetas como nosotros ¿qué nos podía aportar? Éramos un movimiento, una revolución, estábamos contra todos prácticamente. O sea, Martín Adán no me resolvía problemas. En cambio, nuestra propia poesía sí nos resolvía problemas y nos hacía más auténticos, creíamos más en nosotros, porque nosotros no éramos una individualidad. Comenzamos a descentralizar la poesía. Antes, para ser poeta tenías que pedir permiso.


Luego de manifestarse, irse con todo, el siguiente reto de ustedes era escribir poesía.
Sí, primero nos mudamos al jirón Huancavelica y todos los poetas venían con su sleeping bag, a cada uno no le podía faltar su cigarrito, su ron, su rin -la moneda que se usaba para hablar por teléfono- y su cebiche. ¿Por qué cebiche? Porque el cebiche es el mejor psicólogo para cualquier poeta. Cuando el poeta venía ‘palteado’, comía su cebiche y era otro. 


¿Y ustedes no escribían desde los problemas? Porque al leerlo se percibe mucho sufrimiento
Mira, muchos poetas, la gran mayoría, terminaron divorciados, por ejemplo. No teníamos trabajo, nos marginaron de todo. No nos invitaban a recitales de poesía por muchos años. Y respecto al sufrimiento que me dices, sobre la plata había una consigna: «el que la tiene, la pone». En Hora Zero se ha sufrido mucho, ha habido muchas muertes: Manuel Morales, Mario Luna, que para nosotros son como héroes, sacrificaron su vida por el movimiento.


Y a casi 33 años de creación del movimiento, ¿cuál diría que son los aportes de Hora Zero a la poesía peruana?
(Toma una edición de la revista Debate de los 90 y lee) Hay una terca confusión que dura más de 40 años, otra cosa son los poetas del 70 y los poetas de Hora Zero. Los del 70 son individualidades, como Abelardo Sánchez León y José Watanabe, Hora Zero en cambio es un movimiento que creamos para democratizar la poesía peruana. Nosotros inventamos un nuevo lenguaje.Yo creo que Hora Zero abre un zanjón definitivo en los años 70. La poesía peruana tiene un antes y un después de Hora Zero.


Y sobre los demás poetas de HZ, ¿qué le pareció, por ejemplo, En los extramuros del mundo, de Enrique Verástegui?
Pues un muy bien libro. Cuando salió el libro de Juan (Ramírez Ruiz) también, Un par de vueltas por la realidad, un gran libro.




ESCRIBIR SIN ABURRIR

Jorge Pimentel habla sin pausa, las palabras le brotan a raudales. Cuando hablamos de Hora Zero se emociona, gesticula no nos deja repreguntar y, por respeto, lo dejamos seguir, pues lo hace con tanta pasión… parece una performance. En una de esas, su gata Canela se acerca, se sube al sofá y se queda mirando a su amo. Es un ejemplar bello, una siamés de ojos celestes. ¿Y cómo fue la relación con Roberto Bolaño?, le preguntamos. «Nos escribíamos cartas. Él me empezó a mandar cartas. Y después, ya al último, cuando llegaron las computadoras, nos escribíamos por e-mail. Pero nunca nos conocimos, aunque fue como si lo hubiéramos hecho. En Ave Soul se publicaron unas cartas. Son maravillosas», nos responde antes de empezar a hablar de su obra y su relación con la escritura.


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En sus obras hay diferencias por ejemplo entre Kenacort y Valium 10, Ave Soul yTromba de agosto, pero también semejanzas porque hay un gran personaje: el poeta
Sí, mira creo que todos mis libros son diferentes porque si escribes todos los libros con un mismo lenguaje vas a aburrir. Trato de buscar eso. Creo que a cada libro hay que darle su espacio, escribirlo, guardarlo por lo menos un año, y luego ver si el lenguaje está vigente.Cuando es así, ya puedes trabajarlo.


Y Muerte natural es un libro del que ha hablado en otras entrevistas pero aún no publica
Bueno, tengo varios. Muerte natural es del año 72 y lo veo y tiene vigencia.  Ese lo voy a sacar dentro de dos años. Este año sale Jardín de uñas, que lo escribí en el año 92, o sea lo publicaré 20 años después.


¿Escribe todos los días?
Sí, lo único que yo hago es pensar en poesía, hablar de poesía y escribir poesía con todos los compañeros de Hora Zero por teléfono o en nuestras reuniones. Aparte de buscarme mis ‘chivilines’ en cachuelos. Pero todos los días de mi vida so
n pensar en poesía. 


Kenacort y Valium 10 es un poemario que ya no se encuentra…
¿Puedes creer que ese libro no me gusta?


¿Por qué?
Lo que pasa es que ese libro lo saqué con mucho dolor, me tuve que meter a una cooperativa y pagarlo, pasé mil peripecias. Este libro salió en una editorial jurídica. Por eso mi foto está en la carátula. Porque no había diseñadores gráficos como ahora los hay. No conocía a nadie. Incluso sale con tachaduras. Fue un libro traumático. 




DE TROMBAS Y TROMBOSIS


El título del poemario es preciso. Leerlo, introducirse en su lírica, es arriesgarse a ser revolcado, vapuleado con violencia. La reedición de Tromba de agosto (Lustra Editores, 2012) llega luego de dos décadas de su publicación y casi tres después de que fuera escrito. Pero su vigencia es plena y esa es la razón por la que su autor, un maniático de la corrección y la revisión de largo aliento, se muestra más que conforme. Después de todo, quizá esta sea su obra más aguerrida, horazeriana y ‘aconchasumadrada’.



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Hace unos meses reeditaron Tromba de agosto y, además de sus versos, llama la atención el prólogo, donde Pablo Guevara lo compara con Trilce
Pablo Guevara fue el primer gran poeta que se dio cuenta de Hora Zero y sufrió las consecuencias. Hace una visión del panorama de la poesía peruana. Sobre lo de Trilce, bueno, yo no le dije a él que escriba esas cosas, esa es su opinión. Yo he escrito mi libro sin Pablo Guevara y él se ofreció a hacer el prólogo. Tromba de agosto lo escribí caminando por todo Lima, a pie; es decir, caminando con un lápiz y un papel, no sentado (se para, camina por la sala de su departamento y hace la mímica de quien escribe). Encontré la escritura en un poema que es Muerte ignorada, de allí me fui embalado.


Y el poema tiene ese ritmo, como de torrente…
Sí, porque es caminar (se vuelve a poner de pie). Me iba caminando y luego me sentaba en un bar, a eso de las seis de la tarde para ver qué había escrito.


Porque también se puede decir que el gran personaje de Tromba de agosto, además del poeta, es Lima. Es muy visual…
Sí, así es. Yo me sentaba en un sitio y escuchaba las conversaciones de todo el mundo. Había una señora que decía «calamidad, juicio, fuero, joya, poder…», etc.  A mí me encanta este libro, es increíble, no sé cómo lo he podido escribir, me siento pleno ¡carajo!


Hay una frase en el principio que dice «hay un llanto muy antiguo y otro muy actual en el país». Es interesante que Tromba… se haya reeditado ahora, en estos tiempos después de los ochenta cuando lo escribió. ¿Qué diferencia ve de esa Lima con la actual?
Mira, del año 70 a la actualidad yo solo veo más chifas y punto. 


¿Y no cree en eso del ‘milagro peruano’?
¡Qué milagro peruano, por favor! Veo más chifas, la gente sigue igual, siguen maltratando a los médicos, a los profesores, siguen burlándose de la gente. O sea, eso fue en los 70. Ahora hay más chifas y una desigualdad social tremenda como en el 70. Y yo no veo ninguna diferencia.


También hay este tema de las instituciones del trabajo. Una reflexión que suscita la lectura es cómo la falta de trabajo destruye al hombre, pero cómo el trabajo también lo hace. ¿Qué duele más la falta de trabajo o el trabajo en sí?
(Lanza una carcajada) Bueno, teniendo trabajo a veces yo le he robado tiempo. Para mí, no puedes escribir sin dinero. No te hablo de ser millonario, te hablo de tener un poco de dinero. Si no tiene nada de dinero, el poeta escribe tonterías, su mente está pensando en las deudas cuando debería estar ocupado en la escritura. Por ejemplo, todos mis libros los he escrito ‘becándome’ a mí mismo: juntaba dinero, vendía algunas cosas, algún cachuelo, y como no tienes mucho tiempo, te das de plazo un mes… así he escrito mis libros. Por ejemplo, este libro (coge uno de la mesa, se trata de Jardín de uñas, que piensa publicareste año) lo escribí en un mes y medio.


¿Y siempre realiza solo su trabajo o lo muestra a alguien?
No, no, yo no muestro lo que escribo. Al final quizás a Tulio Mora le muestro uno o dos poemas.


¿Nunca siente arrepentimiento luego de publicar?
No, porque si lo he escrito en un mes, luego lo corrijo 20 años, y en ese tiempo, que puede ser menos, lo he revisado y revisado. Pero no me interesa publicar. Con cada libro que tengo me siento feliz.


¿Y cuánto de material inédito tiene?
Tengo como cuatro libros inéditos. Ahora estoy escribiendo, y siempre paro con un papel y un lapicero. A veces hasta he soñado con un poema, me ha pasado. Me levanto a las tres de la mañana y mi mujer me dice que estoy loco, y comienzo a escribir. Y al día siguiente verlo y decir ¡qué bacán! Entregarse plenamente a la poesía es lo más maravilloso y misterioso que puede haber.


En una entrevista que le hicieron en El Comercio hace unos años sobre lecturas mencionaba a Whitman, a Pound, ¿reconoce alguna influencia?
¿Influencias? Ya no tengo influencias. Me he leído casi todo en poesía, lo que me gusta. Al final te quedas con cinco libros. Entonces sería muy tonto dejarme influenciar… Tromba de agosto no son Whitman ni Pound. Sería muy tonto escribir como ellos.


Un periodista mencionó como anécdota que lo vio a usted persignarse ante una imagen de Vallejo, ¿es cierto?
Es mentira, sería un estúpido y no lo soy.


Y una pregunta un poco más abstracta, pero que al formulársela a un poeta podría ser interesante de escuchar: ¿qué es la poesía?
Mira, desde que decides ser poeta todo está en tu contra, y la poesía es el hombre. Todos los hombres deberían ser poetas y en el fondo todos los son, pero la avalancha económica los deshumaniza. Pero, repito,  la poesía es el hombre. La poesía es un acto de supervivencia y debe ser una respuesta por sí misma.





CINCO + CINCO LIBROS RECOMENDADOS POR JORGE PIMENTEL

1. Tromba de agosto, de Jorge Pimentel.

2. Los broches mayores del sonido de Hora Zero, de Tulio Mora.

3. Cementerio general, de Tulio Mora.

4. Un par de vueltas por la realidad, de Juan Ramírez Ruiz.

5. En los extramuros del mundo, de Enrique Verástegui.


Al ver esta lista horazeriana les pedimos que sea más generoso y nos dé otros cinco libros (aunque por ahí se infiltran dos):
 
1. Las habitaciones, de Louis Aragón.

2. La poesía de Mario Santiago.

3. La poesía de Roberto Bolaño.

4. La poesía de CzeslawMilosz.

5. Poemas Humanos, de César Vallejo.

Extra: «De Andre´Breton: Busquen Oda a Charles Fourier, es un poema genial».


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