Jorge Eduardo Benavides: “Me resulta incómodo no tener personajes peruanos”

Conversamos con Jorge Eduardo Benavides, a mediados del 2018, cuando vino a Lima para presentar su novela El asesinato de Laura Olivo, obra ganadora del XIX Premio Unicaja de Novela Fernando Quiñones. El escritor nos habló del trabajo de creación detrás de esta obra, así como de su mirada sobre el mundo editorial. Compartimos la entrevista en el marco de su visita al Perú para promocionar su novela El collar de los Balbases.

 

Por Ricardo Flores Sarmiento

La novela El asesinato de Laura Olivo está enmarcada dentro del género policial clásico, donde se busca al autor de un crimen a través de un investigador privado, sin embargo, también nos presenta el mundo editorial desde el lado de las relaciones entre los agentes literarios y los escritores. Desentrañando algunas de estos vínculos de amor-odio se encuentra la respuesta a la trama.

Sin embargo, quien es pieza clave y se roba la atención de la obra es el ‘Colorado’ Larrazábal, un expolicía peruano afrodescendiente, de origen vasco, quien se ve obligado de salir del Perú luego de intentar frenar un caso de corrupción durante el gobierno de Alberto Fujimori. Viaja a España en busca su origen y durante su vida en el barrio de Lavapiés, en Madrid, se enamora de una joven marroquí, Fátima, quien le pide ayuda para desentrañar el secuestro de su padre tras lograrla, su casera le encomienda seguir el caso de su sobrina, Lucía Luján, una periodista, quien es la principal sospechosa del asesinato de la afamada agente literario, Laura Olivo, quien a pesar de estar casada mantenía una relación con Luján. Es ahí donde Larrazábal se introduce en el mundo literario.

Esta novela también podría ser una obra de encuentros del universo creativo de Jorge Eduardo Benavides. En sus páginas podemos hallar a Albert Cremades y Laura Olivo, quienes aparecieron en la novela Un asunto sentimental; a Francisco “Paco” Costas, esposo de Laura Olivo, quien protagonizó su cuento “El enigma Carmelita”, y el propio Colorado Larrazábal, quien nació en un cuento por encargo titulado “El último caso del Colorado Larrazábal”.

La realidad y la ficción se entremezcla en las páginas de la novela con la aparición del autor chileno Jorge Edwards, quien tiene un papel fundamental en la novela, al igual que el escritor ecuatoriano del boom latinoamericano, Marcelo Chiriboga, creado por José Donoso en su novela El jardín de al lado y luego afianzado por Carlos Fuentes en su obra Cristóbal nonato.

¿Cómo nació la idea de escribir El asesinato de Laura Olivo?
Había escrito por encargo un cuento largo sobre este personaje, que es el ‘Colorado’ Larrazábal. Me había interesado hacerlo. Es un personaje de raza negra y de origen vasco. Me parecía interesante porque como vivo mucho tiempo fuera del Perú me resultaba más cómodo encontrar un personaje que tuviera ciertos componentes no solo peruanos. Por otro lado, tenía pensado hacer una novela sobre los entretelones de los escritores y su relación con los agentes y editores, que es un mundo que se conoce muy poco. Así que de la mezcla de esos dos intereses es que surgió El asesinato de Laura Olivo.

 

En la novela hay dos hilos que mantienen la tensión principalmente: el casi irresoluble caso del asesinato de Laura Olivo y el asesinato del amigo cercano del ‘Colorado’ Larrazábal. ¿Estás dos ideas surgieron durante la escritura o estaban planeadas?
En realidad, tenía la idea del asesinato de Laura Olivo, que es la trama principal, pero sabía que en las novelas negras una manera de mantener la tensión es crear una pequeña subtrama que vaya aliviando la primera, pero esa fue un poco más descubriéndose, porque, además, estaba basada en un hecho bastante cercano, real. Meses antes, de que empiece a escribir la novela. Salió en la prensa española, en la televisión, que habían atentado contra un abogado, y no lo habían matado porque no estaba en su despacho. Mataron a gente inocente en su despacho y este había sido un fiscal, entonces, lo incorporé. Me pareció que era fantástico que lo incorporara. Lo que ocurre con él al final es algo de la trama y es nuevo.

 

Si bien la novela ocurre en Madrid, España, hay una cercanía con Perú tanto con el caso del amigo de Larrazábal y el propio ‘Colorado’ que es peruano.
Sí, aunque vivo tanto tiempo fuera, pues sigo siendo peruano y sigo sintiendo mi vínculo con el país. Me resulta un poco incómodo no tener personajes peruanos para mí son un vínculo y digo «me resulta incómodo», porque no sabría bien cómo encarar la novela sino hubiese alguien, que pudiera más o menos pensar como yo o desde donde en algún momento yo he estado, que es este país.

 

En su novela hay personajes de sus obras anteriores como de Un asunto sentimental, ¿cómo organizó estos crossovers?
Sí, porque me pareció interesante. Laura Olivo es un personaje bastante importante en Un asunto sentimental, lo mismo que Albert Cremades, el escritor, son respectivamente agente y escritor, y como Laura Olivo representaba a una agente que es una persona, que no es solo voluble sino antipática y terrible, pues me había quedado este personaje. Yo siempre he trasladado personajes de otras novelas a la nuevas que estoy haciendo cuando se da la ocasión no trato de forzarlo, pero creo que eso corresponde a que mi idea del universo narrativo es bastante cohesionado, es decir, por mucho que los temas sean alejados entre sí siempre hay una cohesión de mi manera de ver el mundo y que básicamente tienen que ver con mis preocupaciones, el traslado de la política a la ficción, la exploración sobre la identidad que hay en El enigma en el convento, donde el general Goyeneche es español, pero es peruano y no sabe cómo sentirse como Larrazábal que es un señor que no sabe bien cuánto es vasco y cuánto es peruano, como en El asunto sentimental esta chica que va buscando distintas causas para luchar contra la opresión en el mundo, entonces, la identidad es muy importante en mis novelas.

 

No solo usa personajes, sino está el escritor Jorge Edwards, quien tiene un papel importante en su novela. Le da verosimilitud al relato…
Bueno, Jorge Edwards surgió primero porque es buen amigo, pero surgió por una necesidad, un personaje importante en la novela es Marcelo Chiriboga que es un escritor que no existe, que se inventaron José Donoso y Carlos Fuentes, y a mí me servía para la trama porque esta novela, es una novela de un subgénero, que los anglosajones llaman: bibliomistery, que son novela negra en el cual hay un libro o tiene que ver el mundo editorial, por ejemplo, El nombre de la rosa, entonces, aparecía Marcelo Chiriboga, que es un escritor del ‘boom’ aparentemente y por lo tanto resultaba imprescindible alguien que lo conociera y el que yo tenía más a mano era Jorge Edwards. No podía ser un escritor del boom aislado del boom. Entonces, apareció Jorge Edwards que quedó encantado y que le gusta decir que él tiene un papel importante en la novela cosa que es bastante cierto.

 

Si bien la novela es un clásico policial, hay bastante en la subtrama del mundo literario y dentro ella comenta que los agentes tienen que lidiar bastante con el ego de los escritores, pero, ¿cómo lidian los escritores con su propio ego?
De muchas maneras. Novelas como esta, evidentemente, inciden en una parte de la realidad que es el ego, de la fragilidad del ego de los escritores, pero son un porcentaje mínimo. Los escritores por mucho que se diga suelen ser gente bastante normal, común, corriente y anodina, pero cuando se dan los egos como en muchos casos trabajamos, pues aparecen personajes que es lo reseñable y que es lo novelable. ¿Cómo lidian los escritores? Algunos lo tienen muy bien dosificado y otros que son los pintorescos. Hay escritores que están encantados de conocerse, hay escritores que sienten que el mundo no reconoce su talento y se encuentra uno con ciertas variedades de egos y exacerbaciones de su propio valor.

 

Hay una escena en la novela que me parece importante y actual, que es cuando Álvaro del Hierro está dando una entrevista y se acerca el ‘Colorado’ Larrazábal y le dice: “muchos escritores se mueren por esto, pero yo no”. ¿Cómo ve el momento actual donde los escritores y sus novelas son mostradas como productos y en las redes sociales publicitan su libro, y es bastante comercial?
Siempre ha existido. A mí me parece bien que promocionemos todo lo que podamos nuestro trabajo. Recuerdo hace muchos años en la Feria del Libro de Madrid, una persona medio que nos reprochó a los escritores de por qué teníamos que estar ahí, le respondí que me sentía un señor campesino que cultiva sus tomates y luego va a la feria y vende su producto. No me parece nada indigno vender mis libros. Ahora los escritores antes de vender el libro tenemos que escribirlo y ahí está la diferencia. Hay escritores o hay gente que quieren escribir para vender, mientras que la mayoría de escritores que nos gusta nuestro oficio primero escribimos y después nos enfrentamos al problema de venderlo. A nadie le gusta creo, en ese sentido, la sobreexposición mediática, entre otras cosas, porque es cansadora y porque quita tiempo para escribir, pero si hay que promocionar el libro pues se tiene que promocionar y me parece perfectamente correcto.

 

Usted me mencionaba que antes había escrito un cuento sobre el ‘Colorado’ Larrazábal, pero no había pensado entrar de lleno a la novela negra, ¿es lector de novela negra?, ¿cómo se acerca a este género?
En realidad, no soy gran lector de novela negra, de novela histórica, ni soy un lector de género. Me gustan las buenas novelas sean policíacas o del género negro tanto como me gustan las novelas históricas o las novelas de realismo social, etc. Sin embargo, la novela negra es un género muy amplio, que tiene muchos subgéneros al mismo tiempo, así que siempre he leído a los grandes clásicos, por ejemplo, Agatha Christie, me encanta. Me parece magnífica. Me parece que es la novelista por excelencia del género en el sentido que siempre hay una trama. Cuando escribo, cuando quise escribir y escribí sobre el ‘Colorado’ Larrazábal quería que fuera una lectura amena, es decir, quisiera que el lector leyera ese libro en la playa. Esa lectura de vamos a descubrir quién es el asesino, qué es lo que pasa, cuál es la peripecia, porque una novela negra tiene que proponer un cierto enigma, un misterio que se debe resolver, naturalmente. Eso no significa que no haya un trasfondo, que es como el que había hablado antes el de la identidad, el de una realidad social, el del desencanto que se da con la gente cuando la conocemos más de cerca, hay un fondo, pero a hay una trama y a mí me importan las novelas de trama, por supuesto.

 

El ‘Colorado’ Larrazábal se ha hecho un personaje entrañable. Además, también lo he leído en las críticas y en comentarios de lectores de la novela. ¿Ha pensado continuar con él?, ¿cuál es su idea con este personaje?
Por el momento, no, porque no me gusta o nunca se me ha ocurrido sagas de personajes, pero naturalmente por la respuesta que ha habido, me lo he planteado. Sé que hay una historia más que quizás en algún momento aborde y que me parece casi natural, que es que Larrazábal tiene que ir a buscar sus orígenes. Tiene que ir al país vasco y no lo voy a hacer viajar sin que no haya un caso, pero por el momento tengo una novela que es una novela histórica ya escrita hace tiempo que sale con la Huerta grande, que se llama El collar de los Balbases y aprovecho lo que me queda de verano ahora que regreso a Madrid para rematar una novela que no tiene nada que ver con estos temas, que vengo escribiendo hace tiempo con lo cual, si hay ‘Colorado’ Larrazábal, será para más adelante.

 

LOS CINCO LIBROS FAVORITOS DE JORGE EDUARDO BENAVIDES

  1. En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust. Me parece la novela de las novelas dentro del mundo más moderno. Es absolutamente fascinante, donde hay una serie de preocupaciones técnicas resultas con singular maestría.

 

  1. Conversación en La Catedral, de Mario Vargas Llosa. Es una novela de un profundo despliegue técnico y de gran complejidad y ambición. Nos ha enseñado a leer la realidad de una manera mucho más intensa. Es una de las mejores novelas de Vargas Llosa, pese que es un autor de altísima calidad y que tiene muchas otras como La guerra del fin del mundo.

 

  1. El obsceno pájaro de la noche, de José Donoso. Es una novela que entra en un mundo casi de pesadilla, en un mundo interior de distintos personajes y es una manera metafórica de narrar esa sociedad en permanente descomposición, que él nos muestra del Chile de ese entonces, pero que es evidentemente una novela universal.

 

  1. La vida exagerada de Martín Romaña, de Alfredo Bryce Echenique. Es una novela que me hizo sentir que podía ser escritor, porque era una manera de contar, una manera de decir tan distinta para mostrarnos un mundo desde una perspectiva risueña, luminosa, y no por ello menos compleja y menos profunda. Yo creo que es una de las grandes novelas peruanas del siglo XX.

 

  1. El jinete polaco, de Antonio Muñoz Molina. Es una novela que ganó el premio Planeta en 1991 y que abre un ciclo de novelas en España con una ambición muy profunda, todas estas son novelas de ambición naturalmente, en la que uno ve la altísima calidad de Muñoz Molina para narrar gran parte de la historia de España sin que con esto haga una novela histórica.