Javier Cercas: “Los políticos y los escritores somos exactamente lo opuesto”

¿Tiene horarios o es más bien un escritor onettiano? ¿Qué hace cuando no está escribiendo? ¿Es verdad que el tenis fue una pasión que pudo ganarle a raquetazo limpio a la literatura? De estos temas y otros más conversamos con el escritor español Javier Cercas.

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Javier Cercas cuando no lee o escribe está al acecho, atento a los detalles. Foto: Iván Salinero y Antonio Sorrentino (Colectivo Phoss)

 

Por Jaime Cabrera Junco
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O Javier Cercas tiene mucha paciencia o tiene el don de conversar sin cansarse. En aquellos días de la Feria del Libro de Lima donde volvimos a hablar con él, estuvo sometido resignadamente a múltiples interrogatorios de periodistas de distintos medios, algunos que volvían a las mismas preguntas que ya había respondido hasta la saciedad. Sin embargo, con ninguno perdió la paciencia o acaso lo disimuló muy bien. Con sonrisa campechana y una manera de hablar directa, poniendo énfasis en las palabras con un movimiento de manos o abriendo más los ojos, este escritor español convierte la entrevista en una charla amable, sin tensiones, a pesar de que tenía solo media hora exacta para interrogarle. Hace cuatro meses lo asedié extensamente sobre su obra y sus convicciones sobre la ficción, esta vez quise abordar aquello que quedó pendiente y hacerle algunas preguntas que no había respondido antes.

 

¿Tienes horarios para escribir? Si es así, cuáles son
Mira, cuando estoy en mi casa el horario es muy sencillo: me levanto muy temprano antes de las 7 y me voy a correr, lo cual ha sido un gran descubrimiento para mí. La mejor droga posible son las endorfinas que generas cuando corres, eso ha sido una gran revolución. A las 8:30 estoy escribiendo hasta la 1:30 p.m, luego como algo, descanso y duermo la siesta. Esto es muy importante, y de allí puedo estar escribiendo hasta las 7:30 u 8. Cuando estoy en mi casa es así. Luego, viajo bastante pero he encontrado un mecanismo por el cual viajar en vez de entorpecer la escritura me resulta un estímulo. Es decir, antes de empezar a escribir un libro, viajar te puede desconcentrar porque no tienes idea y esta hay que encontrarla concentrándote. Pero una vez que empiezo a escribir el libro me va muy bien viajar.

¿Siempre escribes la primera versión de tus novelas a mano?
En algunos casos. En Las leyes de la frontera hay varias versiones a mano y luego empiezo a trabajar con el ordenador. Los artículos los escribo directamente en el ordenador, pero las novelas siempre las he escrito a mano primero, a veces varias versiones a mano y luego ya empiezo a trabajar en el ordenador que es más rápido porque te permite corregir mucho más, con mucha más velocidad y muchas más veces. Pero no siempre es así. A veces escribo unas partes de la novela a mano y otras partes con el ordenador. Cada libro me parece que lleva su propia forma de escribir, pero bueno, no sé. Tomo muchas notas a mano, muchísimas, y ya te digo, puedo escribir fragmentos a mano pero ya una vez a medida que el proceso avanza, cada vez escribo más con el ordenador porque puedo corregir más, más rápidamente.

Y a propósito de esa pregunta que te hizo García Márquez en una conversación que tuvieron en Cartagena de Indias, ¿cuál ha sido la novela que has reescrito más veces?
Buena pregunta. Quizá el libro que más veces he reescrito ha sido Las leyes de la frontera porque no sabía cuál debía ser la forma del libro, tuve que encontrarla trabajosamente.

Esta estructura en forma de interrogatorio
Claro, es una forma un poco peculiar, ¿verdad? Pero todos los libros los he reescrito más de una vez, a veces dos o a veces tres. Los principios de los libros puedo escribirlos seis veces, ese es el trabajo que más me gusta. A veces muy a menudo escribo ya el libro entero y las primeras frases son decisivas, las primeras frases para mí idealmente tienen que contener el libro entero, no solo el tono sino también los temas. Entonces, cuando empiezo a escribir un libro el principio no se va a parecer en absoluto a la versión final de ese principio. Eso siempre es así.

LasleyesportddaCercas¿Y cómo sabes que el libro ya está terminado? Justo en el epílogo de Las leyes de la frontera comentas que habías entregado un borrador de la novela a Carmen Balcells, ¿cómo sabes que ya se cerró el libro?
¿Cómo lo sé? (Piensa) Cuando no puedo corregirlo más, cuando ya no sé cómo corregirlo más. Paul Valéry decía “los poemas no se acaban, se abandonan”. Lo mismo ocurre con las novelas. Las abandonas porque dices que ya no puedes quitarle una coma, añadirle una coma y es más, si lo hago, puedo estropearlo. Cuando el libro es una verdad, cuando todo el libro es una verdad y nada suena falso, no te suena falso a ti y te suena a verdad, entonces es cuando ya lo dejas.

¿Y por qué se sigue escribiendo y leyendo ficción si en términos prácticos los libros que más se venden son los de autoayuda?
¿Por qué se sigue leyendo y escribiendo ficción? Pues, seguramente porque nuestra vida es limitada y no podemos vivir todas las vidas que quisiéramos vivir y la ficción nos permite eso, porque la ficción ensancha nuestra experiencia de la realidad, porque la ficción nos vuelve más fuertes, la literatura en general nos vuelve más fuertes. A veces he comparado yo una novela con un simulador de vuelo. O sea, el tipo que se mete a una cabina y experimenta por adelantado una situación complicada en un avión. Pues eso es lo que también es la ficción, la literatura. Experimentas de manera vicaria, no real sino simulada, que te separas de tu mujer, que estás en una batalla, cosas que no has vivido, que sientes un odio furibundo, que sientes un amor desaforado, que estás detrás de una barricada pegando tiros y experimentas todo eso y eso te prepara también, no solo te permite vivir eso de algún modo sino que te prepara para las durezas de la vida. Eso es lo que hace la ficción, ensanchar nuestra experiencia. Yo siempre digo que los políticos y los escritores somos exactamente lo opuesto. Un buen político es un tipo que frente a un problema complejo lo reduce a sus líneas maestras esenciales y lo resuelve de la manera más rápida posible, la vía más directa. Un escritor es lo contrario, es un tipo que ante un problema complejo lo vuelve más complejo todavía, o incluso un escritor genial es aquel que donde nadie ve un problema, él crea un problema. Los políticos deberían simplificarnos la vida y los escritores complicarnos la vida. Y por eso los políticos suelen ser tan malos escritores y los escritores, tan malos políticos.

Fuera de la literatura, ¿de qué temas te gusta hablar? Por ejemplo, en una tertulia con amigos.
No… yo en realidad tengo pocos amigos, entonces hablo de cualquier cosa.

¿De política?
Sí, demasiado, demasiado.

Y en tus columnas es una preocupación constante…
Demasiado y digo porque a mí me gustaría vivir en un país donde no hiciese falta hablar de política, donde de la política nos ocupásemos todos y no fuese un asunto candente, un país aburrido. Sueño con un país aburrido. Entonces hablo de todo, de comida, de tenis, de fútbol, de cualquier cosa.

¿Cómo nació esa afición al tenis? Leí una columna que le dedicaste a Rafael Nadal donde lo comparabas con un aqueo.
Sí, por lo menos escribo una vez al año sobre tenis porque el tenis fue mi pasión de chico y jugaba mucho, y no era tan malo, y me gusta mucho, y a veces voy a ver tenis, pocas veces, menos de las que me gustaría pero me gusta mucho. Tampoco lo veo mucho, pero me encanta.

¿Y el fútbol?
Más me gusta el tenis probablemente que el fútbol. El fútbol también me gusta. Lo he jugado menos. El tenis lo he jugado más o menos en serio y el fútbol, apenas.

¿Y qué actividades realizas para distraerte? ¿Vas al cine o al teatro?
Voy al cine menos de lo que quisiera, veo películas en mi casa. Me gusta salir a comer como todo el mundo, por ahí. Sí, el cine me gusta mucho. El cine me gustó muchísimo siempre. Ahora, fíjate, que veo menos cine que cuando era chico. Cuando era joven veía muchísimo cine. Y al teatro voy a veces. No voy a conciertos y eso me fastidia porque me gusta mucho la música pero la escucho poco por algún motivo, la escucho menos de lo que me gustaría. El cine fue realmente siempre mi gran distracción y bueno leer, la literatura, pero eso ahora ya se ha convertido en mi profesión pero mi placer antes que cualquier otra cosa.

¿Con qué personajes de ficción te identificas o identificaste?
Con todo gran personaje de novela. Mira (piensa), si hay una novela que me ha gustado mucho es Miguel Strogoff. Cuando era chico me identifiqué con ese personaje y me parecía fantástica esta novela de Verne. El correo del zar, me parecía sensacional. Pero yo me identifico con casi cualquier personaje de novela que leo o a menudo me ocurre eso, ahí está la gracia de la literatura en parte. Me he identificado con Raskolnikov, cuando mataba a la vieja usurera, la mataba yo. Y me identifico con Hamlet y me identifico con qué se yo. Cuando era chico eso formaba más parte esencial del placer de leer, ahora hay otros placeres más allá del identificarte con eso que se llama identificarse, que es meterse en la piel de los personajes.

Quería finalizar con este diálogo aludiendo a un fragmento de Las leyes de la frontera, en el que el Gafitas le dice al interrogador que los escritores saben que la mayor parte de lo que hacemos no tiene una sola explicación. ¿La literatura es una búsqueda de esa explicación?
La literatura es una búsqueda de esa explicación sabiendo que esa explicación al final es imposible. Que no hay una sola explicación para las cosas. Que la literatura en sí misma es una tentativa a la explicación y que esa tentativa a la explicación es la explicación que buscábamos. Solo hay tentativas de explicación. Cuando tienes una explicación y crees que tienes una explicación definitiva es que has dejado de pensar y no se puede dejar de pensar porque empobreces la realidad, empobreces el problema que planteas. La literatura es una tentativa de explicación consciente de que la explicación definitiva no existe.

 

LOS CINCO LIBROS FAVORITOS DE JAVIER CERCAS

1. El Quijote, de Miguel de Cervantes.

2. La Metamorfosis, de Franz Kafka.

3. El desierto de los tártaros, de Dino Buzzati.

4. La ciudad y los perros, de Mario Vargas Llosa.

5. La tentación del fracaso, de Julio Ramón Ribeyro.

 



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