Grecia Cáceres: «La distancia física del país sirve como un filtro»

Durante su visita a Lima conversamos con esta escritora peruana que radica desde hace 20 años en Francia. Volvió luego de tres años para presentar su cuarta novela titulada La colección (Ediciones Altazor, 2012), una obra que dedica a Lima y en la que pretende desmitificar esa ciudad colonial, de quimera como el vals de Chabuca Granda.


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Por Jaime Cabrera Junco
«Dicen que la distancia es el olvido…», comienza la letra de un famoso bolero.  Y esa razón no se concibe tampoco en la literatura. Menos en un escritor que vive fuera de su país desde hace dos décadas. Ese, podríamos decir, es el caso de Grecia Cáceres (Lima, 1968), escritora peruana que viajó a París en 1992 siendo poeta y allí empezó sin proponérselo su carrera de novelista. ¿Es acaso la nostalgia la principal hacedora de historias? A priori podemos decir que no porque esta autora se ha nutrido de la poesía para construir un lenguaje novelístico que exuda lirismo. Esta conversación transcurrió en Lima días antes de que Grecia regrese nuevamente a Francia. 


¿Cómo fue te acercamiento a la literatura?
Desde muy chica me gustaba estar en contacto con los libros. Tuve la suerte de que en mi familia se leyera mucho, se leía en voz alta también. Mi padre leía poemas en la sobremesa. Tampoco es que tuviera una vida inmersa en la literatura, pues mis padres no eran especialistas, pero siempre tuve una familiaridad y respeto a las obras literarias, formaba parte de lo que para mí tenía mucho valor, mucho prestigio, y esto también hizo que quisiera ser escritora. La poesía fue algo que viene de muy joven, en el colegio escribía textos en mis cuadernos, cosas que guardaba para mí y así continué hasta la universidad. Al principio no pensé estudiar Literatura, pues pensaba que era algo aparte…

Como un pasatiempo…
Sí, como algo privado, solo para mí y justamente ingresé en la Universidad Católica a Letras, en Estudios Generales me encontré con personas con los mismos gustos. Muy importante para mí fueron los recitales, realizados en la universidad, los juegos florales y creo que allí empecé a salir de mi cascarón y darme cuenta que la escritura podría ser mi vida total y la gran decisión fue estudiar Literatura, que era como un acto de rebeldía porque la pregunta era cómo vivir con esta carrera.

Aunque ya llevas cuatro novelas publicadas, empezaste escribiendo poesía. ¿Desde cuándo empezaste escribiendo poemas?
En el colegio, pero en un nivel muy básico. A veces he caído en esos cuadernos de esa época y veo que realmente no tenían ningún valor estético, pero para mí era esa cosa de la adolescencia en la que uno necesita expresar esa intimidad y muchas emociones. En esa edad la poesía francesa fue muy importante y luego, en la universidad, la poesía del Siglo de Oro español me marcó muchísimo, así como la poesía peruana del siglo XX. Pero yo no pensaba escribir novelas, y en ese momento había un abismo entre los poetas y los narradores y no se mezclaban, la gente que hacía poesía tenía un tipo de vida y la gente que escribía narración era vista como más comercial (sonríe), entonces había como una especie de rivalidad un poco tonta y bueno los narradores empiezan escribiendo cuentos y de allí a la novela, pero yo me pasé de la poesía a la novela. El cuento para mí ha sido una cosa muy rara, he hecho poco cuentos en mi vida, no tengo esa capacidad de la trama breve. Y mi primera novela la escribí en París, es decir, empecé mi carrera de novelista ya fuera del Perú.

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Precisamente, en 1992 viajaste a Francia y allí escribes esta primera novela La espera posible. ¿Esa distancia con el país fue lo que te empujó a escribir esta novela?
Hay dos tipos de distancia. El hecho de haber estado fuera del Perú, a los 22 o 23 años luego de haber vivido cosas muy fuertes acá con la época del terrorismo. Yo me fui en un año en que tocamos fondo y luego volvimos a salir a la superficie. Y por otro lado, también estaba el extrañamiento del idioma, en un lugar donde no se hablaba español esa fue una experiencia de extrañamiento que no me imaginaba. También la distancia con el país, los afectos, los paisajes de Lima, la humedad. La distancia sirve como un filtro, pienso que es un privilegio porque nos permite ver las cosas más claras y al mismo tiempo hay una añoranza que se instala y que se vuelve un sistema que puede ser malsano o sano, yo prefiero que sea sano. 

Y todas tus novelas, incluso esta última, están ambientadas en el Perú y no hay alusiones a París. ¿Cómo explicas esto?
Yo creo que es falsa la idea del escritor que escribe sobre el lugar en el que se encuentra físicamente. Bueno, es cierto que mi lenguaje está influenciado por el francés. Si un francés que conoce el español y lee mis libros puede darse cuenta de que hay algo afrancesado por el hecho de que vivo en Francia. Y, bueno tengo esta distancia, pero mi tema sigue siendo el Perú y cada vez hay más preguntas y no las agoto todavía. Me fascina el país, nuestra historia, las relaciones sociales acá. El mundo francés no me parece una materia interesante novelísticamente hablando. No me veo hablando de París, del Sena, de la Torre Eiffel, creo que no aportaría nada a la literatura francesa y tampoco aportaría gran cosa a la literatura peruana.

Y ya con cuatro novelas a cuestas, ¿te has convencido de que eres novelista más que poeta?
(Ríe) Bueno, creo que estas diferencias son un poco artificiales. Un escritor trabaja con el lenguaje. Yo creo que eso hay que ponerlo en primer plano porque uno se pierde mucho en las tramas. Muchas veces se habla de la historia de la novela, del personaje que le pasa esto o aquello, pero al final nos damos cuenta de que hay muy pocas tramas posibles, como decía Borges hay dos o tres historias que repetimos todos. Entonces la diferencia es el estilo y el trabajo con el lenguaje y eso a mí me lo dio la poesía. El ritmo del texto es importantísimo, es lo que da pie a la imaginación. No quiero hacer esta diferenciación entre poesía y narrativa. La poesía que yo hago es más confidencial porque la publicación de poesía es mucho menos comercial, me he volcado a la novela porque es una forma muy libre, donde se puede experimentar mucho y creo que eso también explica la supervivencia de la forma novelística hasta hoy en día. Yo hago novelas como las entiendo, como las puedo escribir. No me creo tampoco mucho porque siempre he tenido dificultades para tomar en serio lo que hago, pero ya con el tiempo uno construye una obra y se va sintiendo más en un camino.

Pero sigues escribiendo poesía…
La poesía es una fuente inagotable. Leo mucha poesía y a veces prefiero leerla antes que novelas, salvo algunos novelistas, pero la poesía sigue estando allí. 




EL COLECCIONISTA Y LA LIMA QUE NO EXISTIÓ


El primer contacto que tuve con Grecia Cáceres fue por el Facebook.  El interés surgió a raíz de una entrevista que le hice a Tzvetan Todorov, quien mencionó que había leído una de sus novelas que publicó en Francia. Ellos coincidieron en la visita a Lima que hizo el historiador de origen búlgaro hace unos días. Al leer en uno de sus estados Facebook que regresaba a París en cuatro días, me apresuré en pactar la entrevista. Estamos en casa de sus padres y la mañana es calurosa. Grecia se había presentado horas antes en el programa Abre los ojos, donde -como era previsible- no habló casi nada de literatura sino básicamente sobre la vida en la Ciudad Luz. Grecia ha vuelto al Perú luego de tres años y su pronunciación del francés es perfecta -lleva viviendo 20 años allá, se entiende. Se nota sobre todo cuando menciona los apellidos Baudelaire, Verlaine, Rimbaud  -‘Bodler’, ‘Verglen’ y ‘Rrrambod,’-,  al recordar a los poetas que leía en el colegio Franco-Peruano. Y la poesía es una presencia importante y eso se nota en la prosa de su última novela de la cual conversamos ahora. 

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Hablemos de La colección, tu cuarta novela. Al abrir y pasar por las primeras páginas uno se percata en el epígrafe que dice «A Lima». En una reseña de tu novela, Alina Gadea mencionaba que se sentía un aire de nostalgia y añoranza de otras épocas.
Cuando yo pensé en la dedicatoria se me vino de inmediato Lima, porque la ciudad se ha vuelto mi fuente de inspiración. Entonces me di cuenta de que en mis tres últimas novelas Lima se ha vuelto mi gran personaje. Sobre la nostalgia hay que tener mucho cuidado porque puede ser poco productiva.

En la que solo se extraña lo positivo y se obvia lo negativo…
Es decir, no encerrarse en los recuerdos, en todo lo pasado fue mejor. A mí me apasiona la Lima actual, que es un resumen de  todo lo pasado de la ciudad. Esta novela sucede en el Centro de Lima, lo que quiero decir que la Lima de antaño, la que se fue, la de quimera como decía Chabuca Granda, nunca existió. Lima es, en verdad, una construcción de la poesía popular, de los escritores también y yo aporto mi piedra al ‘monumento’.

¿Y cómo surgió la idea de escribir esta novela que su título alude a un coleccionista de piezas de origen precolombino?
Es mi primera novela en el que el personaje principal es un hombre y la personalidad y carácter del coleccionista fue para mí una cosa inmediata. Yo trabajo de una forma intuitiva, dejo emerger cosas y casi nunca sé por qué escribo sobre algo. Eso es poco profesional, pero es así en mi caso (sonríe). Y la idea de la colección de arte precolombino me parecía una cosa evidente, y la historia se fue tejiendo de esa manera.

Y quizás lo que no fue tan intuitivo es el lenguaje que tiene un vuelo poético, hay una musicalidad…
Yo te puedo resumir la trama de la novela en dos frases, pero para qué se escribe una novela si puedes decir es la historia de tal personaje que le pasa tales cosas. Es un hilo conductor la trama, pero yo he tenido mucho cuidado por primera vez en hacer una trama que use mucho el suspenso, he trabajado un poco la novela policial, pero revirtiendo el género porque es una novela en la que hay un enigma, pero no importa quién es el culpable. Hay una ruptura del género policiaco y me doy la libertad de crear este universo por el lenguaje. Es cierto que hay un soplo lírico, y en el principio la novela no tenía partes, era un continuum, pero me di cuenta que había que tratar con el lector de otra manera, que había que darle pequeños respiros, pausas y hasta con títulos. No he puesto «1,2,3..» sino he puesto títulos que pueden anunciar lo que va a venir, es como poner en apetito al lector, he jugado un poco este juego. Pero el lenguaje sigue influenciado por un lirismo medido a la forma de la novela.

El personaje principal, Enrique, afronta un dilema porque su afición, la de juntar tesoros precolombinos es una actividad ilegal y por ello tiene un conflicto ético.
Está un poco entrampado ¿no? Me gustan muchos los personajes marginales en cierta manera. Enrique es un personaje que se puede decir que es un ladrón, aunque suene horrible decirlo, pero al mismo tiempo considera que es importante preservar un patrimonio que está en peligro porque el Estado no lo puede asumir. Él está en una etapa intermediaria entre el origen de esas piezas y lo que en un futuro va a ser un goce de ellas para todos. El se autojustifica pero sabe que está en la ilegalidad, y la posesión es importante hasta dónde va la posesión amorosa o de objetos, si esta posesión es oculta, entonces hay todo un juego de lo que es la verdadera posesión de algo. No creo que sea tan nostálgico el personaje sino que considera que los lazos entre pasado y presente están vivos y mostrarlos, o tomarles fotos es actualizarlos y ponerlos en el presente. Yo también pienso un poco como él.

Y luego de esta novela, ¿estás trabajando en una nueva obra?
Sí, estoy en un proyecto que es un poco original para mí, porque quiero escribir una novela para adolescentes. Es un género que conozco porque tengo hijos y he visto aflorar muchos libros interesantísimos, y he comenzado a escribir una novela así. El primer capítulo va a ser publicado en la revista Altazor. La historia es de una heroína adolescente que vive en un mundo futurista. También vengo trabajando una novela para público adulto.

Tú vives en París, estás enraizada prácticamente pues tienes hijos y has regresado al Perú después de tres años, ¿Cómo has visto a la ciudad?
Ha habido muchos cambios, se han desarrollado cosas que estaban en semilla desde el año 2000, una explosión también de cierto optimismo, mucha dinámica, y un gusto por el consumo, que hace que todos consumamos lo mismo en el mundo. Hay una suerte de contemporaneidad, eso crea una ilusión de modernidad que tampoco tienen tanta base. La gente está muy optimista, lo veo en contraste con Europa que está en crisis. Para mí es una cosa
muy estimulante.

Cuéntanos sobre la vida literaria en París, si bien ya no es la «fiesta» de la que hablaba Hemingway
Participo en muchas actividades, por ejemplo, la radio allá es un medio interesante para la literatura. He sido entrevistada, por ejemplo, para hablar sobre Vallejo, a veces en la televisión participo en la presentación de libros. He participado en setiembre en un festival muy importante llamado Festival América. Es cierto que actualmente hay un desconocimiento de la literatura latinoamericana después del Boom y me veo a pesar mío como una representante de la literatura peruana allá, y me siento un poco sobrepasada por las circunstancias. Allá la cosa literaria está muy bien organizada, los premios literarios, las ferias del libro y la literatura francesa, naturalmente, tiene mucho más cobertura.

Finalmente, ¿qué aspiraciones tienes como escritora?
Como todos, creo, vivir de mi pluma. O sea si yo pudiera vivir de mi literatura me sentiría profesional y eso no lo veo tan claro todavía, quizás más en Francia que acá, porque en el Perú es muy difícil, pero ese debería ser el objetivo de todos para que nuestra profesión forme parte de lo que se establece en sociedad.



CINCO LIBROS RECOMENDADOS POR GRECIA CÁCERES

1. En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust.

2. La obra de Jorge Luis Borges, poesía sobre todo.

3. La obra de César Vallejo, en especial Trilce.

4. Hacia el faro, de Virginia Woolf.

5. Luz de día, de Blanca Varela.


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