Fomento de la lectura en los establecimientos penitenciarios

Gracias a la invitación de la Biblioteca Nacional del Perú pudimos participar y ver cómo se desarrolla el programa Bibliotecas Peruanas en Contexto de Encierro, a través del cual se dictan charlas de motivación a la lectura a los internos de diversos establecimientos penitenciarios de Lima y Callao. Esta es la crónica de nuestra visita al penal de Lurigancho.


fotocharlaLurigancho2.jpg


Por Jaime Cabrera Junco

El Establecimiento Penitenciario Lurigancho -nuevo nombre del expenal San Pedro- es el más hacinado del Perú y alberga a algunos de los delincuentes más peligrosos del país. Sin embargo, en esta selva de cemento y barrotes de metal, hay un grupo de internos que intenta enmendar el rumbo y que procura que su estancia en prisión sea más sobrellevadera. Este es el caso, al menos, de un grupo de internos del Pabellón 16 que participó en una charla de animación a la lectura organizada por la Dirección de Bibliotecas Académicas y Especializadas (DEBAE), de la Biblioteca Nacional del Perú, dependencia que periódicamente visita los establecimientos penitenciarios de Lima y Callao.

Cuando me hicieron la invitación para dictar una breve charla sobre la importancia de la lectura, admito que la curiosidad por conocer esta prisión me impulsó a aceptar de inmediato. Gracias a Rosa Facio, quien trabaja en la Biblioteca Nacional, había escuchado hablar del programa Bibliotecas Peruanas en Contexto de Encierro, en el que ya había participado el escritor Oswaldo Reynoso hablando sobre su famosa obra Los Inocentes. Recordé la frase de este maestro sobre que la lectura nos hace libres, y que en circunstancias como esta alcanza un mayor significado. Pensé, además, en Miguel de Cervantes, quien en la prisión de Argel concibió El Quijote, y cómo en los amargos días de encierro, César Vallejo compuso algunos grandes poemas de Trilce, como el XVIII que empieza con los versos: Oh las cuatro paredes de la celda/Ah las cuatro paredes albicantes/que sin remedio dan al mismo número

En uno de los salones del CETPRO (Centro de Educación Técnico Productiva) José Olaya del penal, Cecilia Ferrer Mariátegui, comunicadora de la DEBAE, empieza la jornada dictando un taller de animación a la lectura. Una demora más de la cuenta en el proceso de ingreso al penal nos ha retrasado casi una hora. Por ello, en el aula hay solo ocho internos, casi todos adultos, salvo dos jóvenes de entre 22 y 24 años. A través de un proyector, Cecilia les da algunas sugerencias sobre las actividades que podrían realizar, entre ellas la formación de grupos de lectura, proyección de películas inspiradas en novelas, y conversatorios con algunos escritores o profesionales en marketing o en  temas de su interés. Rosa Facio, también de la Biblioteca Nacional, les había orientado sobre cómo organizar los libros que vienen recibiendo a través de donaciones. Y es que los internos del pabellón 16 han formado desde fines de 2011 su propia biblioteca a la que han puesto de nombre Mi buen amigo. Deben tener unos 200 o 300 libros y la han ido surtiendo gracias a donaciones.



LA HISTORIA DEL PROGRAMA
Luego de pasar por el estricto control -donde está prohibido el ingreso de celulares y correas, en el caso de varones-, ingresé en el penal de Lurigancho. En esta área de vigilancia, se escucha en los parlantes de una computadora la salsa Deseada, de Laura Mau. Un par de internos, enmarrocados con la misma esposa, están a pocos metros -probablemente esperando ser llevados a una audiencia judicial-. Uno de ellos canta el coro de la canción que suena a todo volumen: Deseada, no importa los sentimientos, solo el sexo, solo el sexo. Ya una vez adentro, algunos reos están atentos y ‘escaneando’ a los visitantes. «¿A qué pabellón van?», pregunta un reo moreno, delgado, que se ofrece a ser nuestro ‘Virgilio’ aunque sugiriendo con gestos que eso iba a tener un costo. «Ya, ‘Negro’, despeja», le dice de inmediato uno de los policías al ver que el sujeto está al acecho nuestro. Y en realidad no solo estaba ‘Negro’ dando vueltas cerca, sino también otros internos que se repliegan para dejarnos pasar.

bibliotecaLurigancho.jpg

El programa Bibliotecas Peruanas en Contexto de Encierro comenzó en el año 2004, inicialmente en el penal de Piedras Gordas y luego se fue extendido a los 9 centros penitenciarios de la capital y al Sarita Colonia, del Callao. En visitas rotativas de una vez al mes, la Biblioteca Nacional acude a estos centros de reclusión y ha ido brindando asesoría para la formación de bibliotecas y de catalogación de los libros. Inicialmente el programa empezó como un plan piloto llamado Maleta viajera, donde se llevaba -literalmente- una valija llena de libros que eran dejados por un tiempo determinado e iba rotando de un penal a otro. Luego esta maleta creció y con ello se amplió el proyecto a la orientación de charlas sobre fomento a la lectura y la organización de talleres y conversatorios con personalidades como Patricia del Río y Augusto Álvarez Rodrich, quien en 2010 participó en una charla en el Establecimiento Penitenciario de Lima -ex San Jorge-.

Aquella mañana que estuvimos en Lurigancho, tuve la oportunidad de conversar con los internos que nos esperaron pacientemente a pesar de la demora. La mayoría de ellos ha sido sentenciado por delitos de agresión sexual y contra el cuerpo y la salud, y dos de ellos aún están siendo procesados. Les hablé de mi experiencia con este blog y cómo la lectura no solo puede funcionar como un medio de evasión de la realidad sino de formación. Luego les fui preguntando uno por uno sobre sus intereses como lectores. Entre el grupo destacó el entusiasmo de don Alejandro Espinoza, interno que escribe obras de teatro y hace unos meses montó El Gran Teatro del Mundo, de Pedro Calderón de la Barca, y este 27 de diciembre alista un nuevo montaje para el aniversario de su pabellón. 

Al ingresar en el ala número 16 de Lurigancho se observa mucho orden y limpieza. Es ya la hora del almuerzo y en el comedor los internos están con los cuellos ligeramente inclinados dándole curso a una sopa. En el televisor LCD  se puede ver un programa farandulero del canal 2. Los internos nos invitan a conocer su biblioteca. En ese mismo corredor está el área de talleres y donde reciben ayuda psicológica. «Mi buen amigo. Biblioteca», se lee en letras azules sobre una pared blanca. Debajo de observa una fotografía de Martha Hildebrandt con un libro abierto y con gesto adusto (como siempre). Advertido por Rosa sobre la formación de esta biblioteca, decidí llevar un par de bolsas con libros, aproximadamente una veintena, entre obras de ficción y textos científicos. Ellos los recibieron gustosos y me agradecen. Me conmuevo. Uno de ellos me dice que quiere comenzar a escribir una novela y no sabe cómo. Me enseña un libro sobre técnicas de la novela, de José Antonio Bravo. Le digo que escriba primero por impulso y luego pula. No soy Bravo -ni ‘bravo’ en literatura-, pero coincidentemente, le cuento, que también estoy intentando escribir una novela.

En resumen, puedo decir, que fue una grata experiencia conocer a personas que habiendo cometido un error -y estar pagando una condena por ello- no están privados de tener contacto con los libros, e incluso con la escritura. El verdadero encierro es más mental que físico. Ya afuera del penal, luego de una hora y media, empiezo a ver la calle de otra manera. Es algo extraño -pienso-, pero será porque hemos salido de otra realidad, donde la libertad es uno de los dones más preciados, como decía el Quijote.




No hay comentarios

Añadir más