El reencuentro de Mario Bellatin con el Perú

Acaba de terminar la cuarta edición de la Feria del Libro Zona Huancayo (Felizh), que sigue consolidándose como uno de los eventos culturales más importantes del país. Entre los invitados internacionales destacó la presencia del escritor mexicano Mario Bellatin con quien nos encontramos en la Incontrastable sin querer queriendo. Él pasó su niñez y juventud en el Perú y a partir de sus vivencias aquí comenzó esta charla.

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«Tú eres el que me puso que ser escritor no sirve para nada», me increpa con más humor que fastidio Mario Bellatin al momento de saludarlo. Hacía unos días lo había entrevistado por correo electrónico y utilicé esa frase llamativa -desconcertante para algunos- que él empleó en una de sus respuestas. Estoy en la ciudad de Huancayo, donde participé en un conversatorio sobre periodismo cultural. Me acompaña Jack Martínez, amigo y colaborador del blog, y quien también participó en esta entrevista con el autor de Salón de belleza.

¿Qué impresiones te ha dejado la ciudad de Huancayo, su feria del libro y el encuentro que acabas de tener con tus lectores?
Hacía como 20 años que no venía a Huancayo y la encuentro bastante cambiada, sobre todo en las áreas periféricas. El hecho de encontrarme con una feria de esta magnitud es un milagro, una gran sorpresa, sobre todo teniendo en cuenta la tradición social peruana, que desde hace muchos años, producto de la guerra que se vivió, la cultura fue la primera afectada. Por eso, ahora encontrarme con una feria de esta magnitud en Huancayo, me parece un milagro y una alegría.

Tú, precisamente, viviste en el Perú en una época difícil, y ahora que resides en México, ¿qué imagen tienes del país?
Bueno, el hecho de sentir que no hay una amenaza inminente en cualquier esquina de carácter terrorista, creo que cambia muchísimo las cosas. Pienso que cuando vivía aquí, muy poca gente podía emprender empresas personales -culturales en mi caso-, editoriales, ferias, etc. porque la crisis era tan grande y la violencia iba acompañada de una crisis económica grandísima. Entonces vivíamos muchas crisis en una, y, por eso, me gustaría hablarle a las nuevas generaciones que, por favor, preserven todo lo que se ha ganado en esta aparente tranquilidad general porque yo he vivido en carne propia los toque de queda, los coche bomba, el saber que pueblos enteros -sobre todo de los andes, como Ayacucho- eran arrasados por los grupos de insurrectos. Sin embargo, pienso que las cosas no están resueltas, creo que hay mucho por hacer, hay una brecha que señaló José María Arguedas que sigue sin resolverse, y mientras esto no se resuelva, pues las respuestas que podamos tener no estarán lo suficiente sólidas para que se lleven a cabo.

Ahora que mencionas esto, se nos viene a la mente una frase que dijo Mario Vargas Llosa hace muy poco presentando la edición por los 50 años de La ciudad y los perros. Él sostiene que generalmente los tiempos que son malos, política, económica y socialmente son buenos para la literatura. ¿Concuerdas con esa visión?
Pues habría que preguntarle a los muertos, ¿no? Y a los decapitados y a esa gente que sufrió mucho si valió la pena ese sufrimiento para que haya buenas obras literarias. Me parece un poco cínico decir «qué bien que hayan 25 mil muertos de la maneras más terribles» para que haya un buen poeta. Creo que es una estupidez.

Vargas Llosa se refería a la crisis económica que vive Europa en este momento…
No, no…de ninguna manera. Yo no quiero ver a un pintor como Humareda muriendo en el olvido más terrible. A un Martín Adán siendo perseguido por las cámaras de televisión en el manicomio. A un Emilio Adolfo Westphalen, habiendo tenido una vida impecable de poeta acudiendo a la caridad pública en los últimos años de su vida. Eso no quiero que suceda. Esa idea es como la de ciertos padres que dicen a sus hijos «mira qué bien… te pegué desde niño te traté tan mal y eres ahora alguien de provecho, si no hubiera aplicado esa disciplina extrema no hubiera logrado que seas un profesional». Me parece que el costo es demasiado grande, tétrico, terrible para crear una lógica de ese orden.

¿Sientes identificación con el Perú o con su literatura? En la anterior entrevista que te hicimos por correo electrónico mencionabas que conociste a Julio Ramón Ribeyro, Blanca Varela…
En la entrevista mencioné a ellos dos porque son dos de los autores más representativos de la cultura mundial, creo que son dos autores que el hecho que sean peruanos es una cosa circunstancial, pues creo que son autores universales. Pero no fueron solamente ellos, hubieron muchísimos más…Lo que quería resaltar allí porque la pregunta era «quiénes te influenciaron», es que para mí la influencia de ellos fue como persona, como individuos, como artistas creadores que habían entregado sus vidas a su oficio, a ejercer el arte en que ellos creían, y el primero de mis héroes fue alguien que estaba muerto, pero yo podía tocar su casa, que fue César Moro. El hecho de pensar que la casa en la Bajada de los Baños, en Barranco, era una especie de vinculación con el mundo, el saber que fue uno de los creadores del movimiento surrealista, que había llevado las ideas surrealistas, que había vivido el siglo XX, esa etapa tan rica, tan llena de propuestas geniales y saber, tocar la pared de esa casa, fue el vínculo. Esto era el vínculo con personas, no con los autores. Ahora con esto no estoy diciendo que no me interesaban las obras de Blanca Varela, Ribeyro, etc. Pero para mí la influencia era la existencia física de estas personas.

Así como te pasó con ellos en el Perú, ¿qué resaltas de tu llegada a México? ¿Qué tipo de influencias tuviste, qué personajes mexicanos podrías resaltar?
Lo primero que llamó mi atención es que podía construir un universo que solo fuera literario. O sea, levantarme y acostarme cada día sin la necesidad de salir de ese mundo como para conseguir una manera de sobrevivir económicamente o socialmente. Por ejemplo, una de las grandes cosas que tenía que soportar viviendo en Perú era que tenía que involucrarme con muchas cosas de otro orden: el partido de fútbol último, las elecciones políticas y tomar partido por uno u otro… cosas de la vida cotidiana. Así como esa relación que hay con el ruido en Lima, que en el Perú en general es insoportable. Como que hay una necesidad de no oírse el uno al otro.

¿Por eso mismo o quizás por otros factores fue que dijiste que tenías claro que para consolidarte como escritor tenías que salir del Perú?
Creo que hay diferenciar, pues nos hemos acostumbrado por ciertos autores que han tomado distintos caminos en la literatura de que es una carrera. «Voy a forjarme un futuro como escritor y que para eso me conviene tal o cual cosa, que me conviene publicar en tal o cual editorial, ser amigo de tal persona, vivir en tal ciudad». Eso me parece reducir la literatura, la escritura a una carrera tradicional como vender autos. Mi decisión de ir a México no vino por una determinación así de clara. Es una mezcla de muchas cosas, pero lo que sí me ocurría en Perú era que yo ya empezaba a vivir de una manera muy evidente una suerte de vida semiesquizofrénica (ríe), no cerebral sino en un sentido simbólico, porque cuando empecé a publicar los primeros libros de pronto decía «qué extraño que me hayan hecho una entrevista y no pueda comprar la revista», entonces veía que había algo que estaba mal y también veía que no había un lugar, un espacio -que tal vez se construya poco a poco- y me sentía como alguien fuera de la sociedad que le hubiera dado lo mismo que fuera un looser o un bohemio. Me sentía que sobraba.

ESCRIBIR A PARTIR DE LAS PREGUNTAS Y NO DE LAS RESPUESTAS

bellatinposthuanca.jpgMario Bellatin es un provocador y él lo sabe -aunque no lo admita-. Antes de nuestra conversación, y mientras preparábamos la cámara, está leyendo atento una entrevista que concedió a El Comercio. De pronto frunce el ceño y señalando el diario comenta «pero me hacen ver como si renegara de todo. Así son los periodistas». Sí, Mario, los periodistas somos así. Buscamos la frase provocadora para colocar el mejor titular, que invite a leer completa la nota. Quizás -creemos- lo que le sorprende al escritor es leer sus propias frases en fragmentos y no en la totalidad y con el tono que él quiso darle. Una vez terminado su comentario nos mira y al ver la cámara de video encendida le decimos que estamos ya listos para grabar.

Hablemos de los argumentos de las novelas. En una entrevista que le hicimos a Oswaldo Reynoso este se refería a un tipo de novelas que uno nunca volvería a leer, y las llamaba «literatura basura». ¿Crees que la novela debe tener algún tipo de trascendencia?
Creo que para mí el punto está en confundir argumentos, personajes, que es un poco las preguntas que me suelen hacer. Lo que siento es que una escritura va más allá de estos elementos enfrentados de una manera individual. No creo que haya argumentos solos, sino que hay una escritura determinada que incluye personajes, argumentos, situaciones. Es decir, un proyecto narrativo que no nace ni muere en un determinado libro. Entonces yo creo que si esto no está precedido por la necesidad de escribir, va a ocurrir lo que menciona Oswaldo Reynoso. Por eso pienso en una escritura. Ahora, me dices que hay obras que pueden funcionar un año o dos, mientras esas obras funcionen un mes está bien, pues hay distintos tipos de lectores y experiencias.

En tu caso, decías que cada libro era un reto nuevo porque escribir más de lo mismo sería una tarea aburrida
Sí, y hacerme las preguntas de siempre, pero nunca escribir desde las respuestas sino siempre escribir desde las preguntas. «¿Qué pasaría si un libro tuviera tales elementos? ¿Qué pasaría si llegara yo a estos límites distintos?» Y esto me lo ha dado el tiempo. Así como conocer a más autores, a diferentes creadores y ver que los límites en la literatura son mucho más extensos de lo que puede decirte un maestro de secundaria o universitario, lo cual sirve para hacerte preguntas más arriesgadas y vayas caminando por caminos más sinuosos.

¿Por qué dices que Disecado es una suerte de arte poética?
Hay dos libros que considero una suerte de arte poética, uno que se llama Lo raro es ser un escritor raro, que de alguna manera voy contando sobre mi trabajo y voy reflexionando y el hecho de que en Disecado se muestre los mecanismos de una manera evidente de cómo fue hecho el libro va explicando de alguna manera una forma de entender la literatura.

Por correo electrónico te pedimos que nos recomiendes cinco libros que hayan sido importantes para ti, pero quisiste responder. ¿No hay acaso un libro que te haya marcado?
Sí. El Corán, la Biblia y la Torá. Son estos tres (ríe).



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