El librero-editor Juan Mejía Baca y la revista literaria «Creación»

Este es un homenaje a un gran librero y editor de obras de grandes escritores como José María Arguedas y Martín Adán, de quien incluso fue su albacea. Nos referimos a don Juan Mejía Baca, quien es evocado en este artículo por alguien que lo conoció y agradece el impulso que le dio a la desaparecida revista literaria Creación.


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Por César Sánchez Olivencia*

Algún día habrá tiempo para escribir una historia completa y exhaustiva sobre la influencia que han ejercido los editores o libreros en el triunfo de los escritores y las publicaciones en cualquier lugar del mundo. Citemos a Mario Vargas Llosa y  La ciudad y los perros (1962). El borrador de la novela tenía 1,200 páginas y fue rechazado por diversas editoriales españolas y latinoamericanas, a pesar de haber ganado el premio Leopoldo Alas, gracias a su libro de cuentos Los jefes, publicado en 1959.

Los editores temían a la censura franquista: un escollo difícil de superar. En París, Vargas Llosa hizo leer su manuscrito al hispanista francés Claude Couffon, que le sugirió que encargara su publicación al editor Carlos Barral, de la editorial Seix Barral, de Barcelona: el único que podía evadir hábilmente la censura. Barcelona es la ciudad que convierte en escritor  al peruano. Así fue: le publica sus primeros libros (Los jefes y La ciudad y los perros), conoce al editor Carlos Barral y la agente literaria Carmen Balcells: personajes decisivos en su carrera de escritor

Esto solo fue posible por la visión del editor. Antes de leer el manuscrito, Carlos Barral recibió de sus asesores un informe muy negativo sobre la obra. Pese a ello, el editor barcelonés lo leyó. Desde el primer momento quedó maravillado con la narración, proponiéndose hacer todo lo que estuviera a su alcance para difundirla. Pero sugirió a Vargas Llosa que presentara previamente la novela al Premio Biblioteca Breve, porque confiaba en que tendría éxito. La ciudad y los perros resultó ganadora. 

En el Perú de la década del 70, también hubo un librero-editor: Juan Mejía Baca y una revista literaria: Creación. La historia demuestra una vez más que la influencia de los editores es decisiva para el inicio de una publicación. El gran Mejía Baca -ignorado posiblemente por las actuales generaciones- ya ha muerto físicamente pero ha quedado en la memoria su apoyo invaluable a la revista peruana de cultura Creación, dirigida por al autor de este artículo. El librero ha sido una de las personas que más ha contribuido con la literatura peruana. Llegó a editar a más de 200 autores. Nació el 17 de enero 1912  y  murió el 28 de mayo de 1991.



¿QUÉ FUE «CREACIÓN»? 

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A comienzos de 1976, a finales del gobierno del general Velasco, comenzó a publicarse una revista literaria editada a mimeógrafo (a excepción de la portada) en formato tamaño oficio, elaborada por un pequeño grupo de amigos: Martin Fierro Zapata, Carlos Sotomayor Wendorff  y Fernando Sánchez Olivencia. A medida que aparecían sus ediciones (desde el N° 1 hasta el N°8) fue atrayendo la atención de numerosos colaboradores entre ellos, Francisco Izquierdo Ríos, Roberto Rosario Vidal, Antonio Gálvez Ronceros (a quien aún no devuelvo uno de sus dibujos de Monólogo de las tinieblas), José Livia Torino, Isabel Centellas, Sandro Chiri y Javier Sologuren. También Rogelio Romero y Mercedes Almeyda, así como la poesía de Arnold Castillo, Armando Arteaga, Jorge Espinoza. Max Dextre, Luis Pio, Gerardo García, Carolina Ocampo y Nicolás Matayoshi,  y otros más. No olvido la hermosa carta del gran Oscar Colchado Lucio.

La característica de la revista era que se elaboraba con una seriedad digna de una editorial de prestigio. (El papel de CARSO era decisivo con sus plantillas traídas de Argentina)  Todo era muy serio, los ejemplares no se regalaban y se distribuían y vendían en un pequeño mercado de librerías y quioscos de Lima y Callao. No había devoluciones. Esta modalidad era contraria a la costumbre de la época, en que los editores de revistas mimeografiadas regalaban sus publicaciones con el objeto de hacerse conocidos. Creación era la excepción.


HABÍA MUERTO MEJÍA BACA

Cuando un jueves cualquiera,  después de muchos años de oscuridad, decidí hablar con cada uno de mis personajes,  visitarlos uno a uno para reimplantarlos en mis vivencias, me di cuenta de pronto que todos habían  muerto; y ésta es la crueldad más injusta que le puede pasar a un hombre que no piensa en la resurrección de los muertos. Según mi mente esto es irreversible, doloroso, ahistórico: una profunda herida abierta en medio del alma, bajo la lluvia de agua caliente infinita y universal. Uno de estos ausentes era Juan Mejía Baca.

Explico: se trata de un puñado de gente que me hizo andar tan solo con el regalo de su existencia. No puedo decir que eran mis amigos íntimos, pero tengo la sensación de que siempre estuvieron dentro de mi ser como parte de mi aventura literaria. En estas circunstancias, desearía que existiera la resurrección de los muertos. Pienso: podría  financiar un busto pero el solo hecho de ser consciente de que el extinto no percibirá ni siquiera en los sueños de Dante  que le rindo mi homenaje me impulsa a dejar la idea. ¿Qué debería hacer para que Juan  Mejía Baca reciba el mensaje de mi recuerdo? Comenzaré por este apunte literario.



MEJÍA BACA NO HA MUERTO

Mucha gente lo recuerda como editor y  director de la Biblioteca Nacional, pero ignoran  que el ilustre editor chiclayano tenía la rara cualidad de saber escuchar al escritor (tanto a jóvenes como a viejos). Recuerdo que ponía su mirada de niño comprensivo en sus interlocutores, ya se tratara de Ciro Alegría o del joven Fernando Sánchez. Su mirada  inoculaba vida  para amenguar el drama  que siempre lleva adentro un  escritor. Confieso que pocas veces he visto el brillo de esa mirada en las personas que he conocido. La excepción ha sido mi ilustre y golpeado padre, que siempre tenía el original de su novela Predicción fatal, pegado a su pecho agitado. 

Lo decisivo en Mejía Baca no solo era lo que lo hacía, sino cómo lo hacía. Su libr
ería era la casa de aquellos que soñaban con subir al cielo. Si pudiera describirlo con fidelidad diría que era la generosidad entregada plenamente al mundo de la literatura. ¿De dónde salía su fuerza humana? Era todo lo que uno pueda imaginar menos un creador. Parecía compensar este sueño frustrado de la creación con su entrega a la tragedia que viven los creadores en el Perú: convocaba alrededor de su librería una tertulia constante, que podía terminar en el café de la esquina, con los más destacados intelectuales peruanos en más de cuatro décadas.


MEJÍA  BACA Y «CREACIÓN»

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El día que Juan Mejía Baca conoció a Creación, lo primero que hizo fue observar un ejemplar con mucha seriedad. Le había propuesto dejarle cinco ejemplares a consignación. No trataba de echarnos una palmadita en el hombro. Nada de eso formaba parte del alma de Mejía Baca. Se trataba más bien de un hombre que había nacido para estrechar las manos de las personas de igual a igual. Sin complejos cristianos ni freudianos: los seres humanos no le inspiraban compasión sino admiración. Los  trataba en  esa condición. Por eso aquella tarde de invierno que olía a café caliente, puso sus ojos de niño bueno sobre Creación y dijo: «puede venir cada mes por la liquidación de su revista».

 A partir de ese día, los editores, colaboradores y lectores de Creación tenían como referencia que los ejemplares de la revista estaban a la venta en la famosa librería Mejía Baca. Yo  difundía la noticia  en  cualquier ocasión que podía hacerlo. El apoyo del librero fue para Creación como una consagración  en el mercado literario de Lima. Una especie de reconocimiento ‘oficial´ de la publicación en el mundo  de la expresión literaria. La librería Mejía Baca era como la editorial Seix Barral para Vargas Llosa.      
               
El ilustre librero-editor siempre tuvo la convicción del papel que le tocaba en la literatura: «Siempre fui un lector, de lector pasé a librero, y de librero, a editor. Es casi lo mismo, es sólo como subir una grada; luego pasé a la Biblioteca Nacional. No quiero decir que esto sea una carrera o un camino: ha sido sólo mi vida, El libro ha sido siempre muy importante para mí, tanto que me he permitido a través de él hacer una definición más del ser humano. El hombre es el único animal que lee. El loro puede hablar, el mono puede jugar, la hiena se ríe, pero no hay ningún animal que lea», decía Juan Mejía Baca.



LA CRÍTICA DESTACA A «CREACIÓN»

Entonces cada mes estuve con el librero haciendo cuentas y recibiendo la liquidación de Creación. Casi siempre se vendían todos los ejemplares y cuando quedaba un saldo le agregaba más ejemplares. No había devoluciones. Por esa época, la revista ya había merecido elogiosos comentarios de la crítica limeña: «Logra conjugar un atractivo inquietante a un público, que según sabemos, va conquistando lenta y eficientemente…» (La imagen cultural, diario La Prensa).

«Pero, modestias aparte, Creación ya ha superado largamente la etapa del entusiasmo y las aspiraciones juveniles, y al margen de su excelente calidad -que conservó durante toda su corta existencia- ahora vemos en esta magnífica revista peruana, las notables realizaciones literarias…» (Página editorial, diario Correo). «El número contiene secciones fijas y notas de mucho interés cultural. La mayoría son cuestionadoras (…) Notas y crítica de cine son  la novedad (…) Por lo demás, Creación puede considerarse la mejor revista cultural mimeografiada». (El Dominical, diario El Comercio). Gracias Juan Mejía Baca: Creación ha cumplido su ciclo. 
*Periodista, escritor y administrador de empresas nacido en el Callao. Ganador del Concurso interuniversitario de poesía y cuento 1985. Autor de Hezpez (poesía), Pasado, presente y futuro del Callao (reportaje histórico), e Historia del Callao, ex director de la revista peruana de cultura Creación.


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