Aquelarre de libros en el centro de Arequipa

AQUELARREaREQUIPA

 

Uno de los puntos de encuentro de escritores y lectores en la Ciudad Blanca es la librería Aquelarre. Fundada hace 30 años por los hermanos Tomy y Alberto Ramírez, en este lugar uno puede pasarse sin problemas horas y horas hurgando entre libros añejos y nuevos. Esta es una crónica de nuestra visita a este lugar ubicado en la calle San José 216-A, del centro de Arequipa.

 

Por Jaime Cabrera Junco

Pregunto qué librería no debo dejar de visitar durante mis días en Arequipa y encuentro cierta unanimidad –entre escritores y periodistas- en que Aquelarre es definitivamente el lugar. Pasadas las cinco de la tarde espero en la plaza de armas al escritor Orlando Mazeyra y luego enrumbamos hacia la cuadra dos de la calle San José. El centro histórico arequipeño tiene en su arquitectura un atractivo que lo hace singular. Las construcciones de sillar, esa piedra volcánica blancuzca que parece invulnerable al paso del tiempo, rodea las calles estrechas de esta Ciudad Blanca –de allí su denominación- que viene siendo consumida ya por una epidemia que en Lima llega a niveles demenciales: los atascos vehiculares.

Don Rómulo Ramírez, conocido como Tomy, es el dueño de la librería junto a su hermano Alberto. Abrieron Aquelarre hace exactamente 30 años empujados por ese ímpetu de lectores que para estar lo más cerca de los libros prefirieron dedicarse al oficio más afín a su condición: ser libreros. Aunque nacieron en Puno, “por accidente” –como dice Tomy, el mayor y también experiodista-, estudiaron en Arequipa, y cuando pensaron en un nombre recordaron al tradicional grupo cultural que se formó en la ciudad en la década de 1920: Aquelarre. Este cenáculo de la intelectualidad arequipeña estuvo formado por los poetas Percy Gibson, César Atahualpa Rodríguez, Belisario Calle, entre otros hombres de letras contemporáneos a Colónida, en Lima, y al grupo Norte, en Trujillo. “Había una relación cercana entre ellos. Cuando a César Vallejo lo encarcelaron hubo protestas aquí y pedidos para que lo liberaran. Había una relación que ahora no hay. Por ejemplo los escritores de Puno, Cusco, Arequipa y Tacna no tienen tanta cercanía como antes”, comenta don Rómulo.

Cuando uno ingresa en la librería se percibe cierto desorden, como si efectivamente hubiera habido un aquelarre en las mesas y estantes que contienen los libros. Sin embargo, están dispuestos como invitando a degustar y a perderse como si de un banquete de letras se tratara. Hay títulos de literatura, historia, filosofía e incluso de medicina y filosofía oriental. Un catálogo muy ecléctico, le comento a Tomy, quien sonríe y recuerda que hace unos meses nos encontramos en el stand de Pedro Ponce en el jirón Quilca. Es que continuamente viaja a Lima a surtirse de libros, aunque también a Argentina y Bolivia. “Hago pedidos al extranjero, tengo amigos que viajan a México o que desde España me envían libros”, agrega.

La delgada figura de Julio Ramón Ribeyro pasó por Aquelarre. Como también la de Carlos Eduardo Zavaleta, la de Eleodoro Vargas Vicuña y Blanca Varela, de la quien nuestro anfitrión fue muy amigo y a quien le debe el haber tenido un encuentro con Julio Cortázar en Lima, allá por los años de la dictadura militar. Actualmente es punto de encuentro de los escritores arequipeños y diletantes que pueden hurgar entre los estantes, sin ningún compromiso, como suelen decir los que venden ropa. En la puerta de ingreso no hay alarma ni hay que dejar la mochila en algún cubículo, uno entra con confianza aunque al ser dos personas a cargo la vigilancia se reparte en el lugar.

-¿Es difícil ser librero en un país que lee poco?, le pregunto a don Tomy.

– Es difícil, pero es grato –responde y agrega-. Porque a través de este oficio he conocido a gente entrañable, a escritores jóvenes y de trayectoria. Aunque somos tradicionales, recién hemos entrado al Facebook, sabemos que en ese espacio podemos ingresar a un nuevo público.

Consciente de que los años se pasan de a pocos y la muerte viene “tan callando”, los hermanos Ramírez –el mayor tiene 70 años- esperan en un futuro formar una fundación para que el espíritu Aquelarre se mantenga en Arequipa, una ciudad que hemos visto es muy activa económicamente y en el plano editorial presenta una buena oferta de libros y hasta ahora sigue siendo una cantera de grandes escritores.

 

 

 



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